Un mensaje de esperanza
Un 40% de los casos de demencia podrían prevenirse con un comportamiento saludable
Nuestra identidad reside en la memoria. Si quieres explicar brevemente a un desconocido quién eres, le haces un resumen de tu vida. Es decir, de cómo recuerdas (y te cuentas) tu vida. Por eso son tan terriblemente desoladoras las enfermedades neurodegenerativas que conducen a la demencia. A la pérdida de la memoria y, en definitiva, a la destrucción del yo. Hay de varias clases (vascular, d...
Nuestra identidad reside en la memoria. Si quieres explicar brevemente a un desconocido quién eres, le haces un resumen de tu vida. Es decir, de cómo recuerdas (y te cuentas) tu vida. Por eso son tan terriblemente desoladoras las enfermedades neurodegenerativas que conducen a la demencia. A la pérdida de la memoria y, en definitiva, a la destrucción del yo. Hay de varias clases (vascular, de cuerpos de Lewy, etcétera), pero entre el 60% y el 70% de las demencias están causadas por el alzhéimer. Ah, palabras mayores, el alzhéimer. Uno de los grandes terrores de la existencia. Un ogro real de la gente madura. Para muchos, entre los que me cuento, un destino peor que la muerte.
Se calcula que en España hay entre 830.000 y 950.000 personas afectadas. Y, con el envejecimiento poblacional, esta cifra podría duplicarse en tan sólo dos décadas. Normalmente surge a partir de los 65 años; pero los daños cerebrales pueden haber comenzado hasta 15 o 20 años antes de los primeros síntomas. El coste medio anual de una persona afectada es de unos 35.000 euros: una barbaridad. En España, en más del 80% de los casos es la familia quien cuida del paciente, asumiendo el 87% del coste total. Imaginad, por consiguiente, qué colosal onda expansiva del dolor tiene el alzhéimer. Calculando muy por lo bajo, son al menos 650.000 familias atrapadas, extenuadas, torturadas. Tanta pena y tan difícil de gestionar.
Todos estos datos me los han facilitado en la Fundación Pasqual Maragall. Por razones que no vienen al caso, visité la fundación hace un par de meses y quedé fascinada. Por lo general tenemos la idea de que el alzhéimer es una suerte de castigo bíblico, un mal sin remedio y sin escape. Pero en la fundación, por el contrario, están empeñados en poner remedio y dar escapes, y tienen la esperanza de llegar a acabar con la enfermedad algún día. Esos cambios terapéuticos suceden; se erradicaron la polio y la viruela con vacunas, y hace poco hemos asistido al milagro de ver cómo el sida dejaba de ser una enfermedad irremediablemente mortal gracias a un cóctel de fármacos que permiten una buena vida. Por qué no va a suceder lo mismo con el alzhéimer.
Pero, para lograrlo, primero tenemos que creérnoslo. Conseguir más fondos para la investigación. Y conocer mejor la dolencia. Porque resulta que un 40% de los casos de demencia podrían prevenirse con un comportamiento saludable. Luchando contra la hipertensión, la diabetes, el colesterol alto, el tabaquismo, la obesidad. Comiendo bien, sin alimentos ultraprocesados; haciendo actividad física, ejercitando la mente, manteniendo una buena actividad social. Durmiendo lo suficiente y usando audífonos si hay una pérdida auditiva. Un 40% es mucho, muchísimo. Ahí tenemos ya una vía de escape. Pero es que, además, empieza a haber también remedios. El pasado mes de septiembre se anunció un nuevo fármaco, un anticuerpo en investigación que actúa contra la proteína beta amiloide (la acumulación de esta proteína en el cerebro está relacionada con el alzhéimer). Esta medicina consigue una ralentización significativa de la enfermedad en un 27% de los pacientes que tienen síntomas leves de demencia. Parece muy poco, pero en la fundación están esperanzados. Piensan que, administrando el fármaco antes, a individuos cognitivamente sanos pero con acumulaciones de la beta amiloide, los resultados podrían ser mucho mejores. Por eso en la Pascual Maragall ya se están llevando a cabo ensayos con personas sin síntomas. La meta es conseguir, con esta u otra terapia, que nunca llegue a manifestarse la enfermedad.
Estamos viviendo un comienzo de año bastante sombrío. Veo a mi alrededor a la gente amedrentada, aterida ante la lluvia de amenazas. Trump y Musk, Putin eternizándose en Ucrania, el tormento palestino que no cesa, el triunfo de los extremismos. Pues bien, hoy me gustaría resaltar que no todo es tan deprimente. Quiero celebrar la existencia de una institución científica puntera como la Fundación Pascual Maragall, sostenida económicamente por casi 92.000 socios y donantes. Qué orgullo tener en nuestro país a unos investigadores de este calibre. Y también quiero regocijarme con los avances ante el alzhéimer. Uno de los grandes sufrimientos de este mundo empieza a ser sitiado. Este es un mensaje de esperanza: si se mira bien, la oscuridad nunca es oscura por completo. La noche tiene la barriga llena de luz.