Un problema de carácter
El Estado es un impuntual patológico, no puedes quedar a comer con él porque acabas almorzando solo. No digo que no llegue, pero llega tarde (o nunca, que tampoco es raro). Seguimos creyendo en él por un imperativo de orden moral y de orden filosófico y de orden político y hasta por un imperativo de orden económico. Hace poco fui a renovarme el pasaporte. Pedí hora a través de internet y me la dieron para las 12.12 de un miércoles cualquiera. ¡Qué ...
El Estado es un impuntual patológico, no puedes quedar a comer con él porque acabas almorzando solo. No digo que no llegue, pero llega tarde (o nunca, que tampoco es raro). Seguimos creyendo en él por un imperativo de orden moral y de orden filosófico y de orden político y hasta por un imperativo de orden económico. Hace poco fui a renovarme el pasaporte. Pedí hora a través de internet y me la dieron para las 12.12 de un miércoles cualquiera. ¡Qué bien, para las 12.12! Tal precisión, pensé, solo podía indicar que las cosas marchaban. A las 12.37 aún no me habían atendido. Me informaron, al preguntar, de que siempre iban con retraso, ignoraban por qué, pero yo supe que era por esa vocación de hacerse esperar tan propia de él.
Lo mío fue una tontería, claro, comparado con los sucesos de la dana o con la noticia que ilustraba esta fotografía, según la cual novecientas mil personas (900.000) habían fallecido mientras esperaban la ayuda de la ley de la dependencia, aprobada ahora hace 18 años. Eso es llegar tarde muchas veces, demasiadas, casi un millón, sobre todo porque la mayoría de quienes las solicitan no están para bromas, no disponen por lo general de todo el tiempo del mundo. Vale que tarden una semana en darte hora para una consulta de primaria o meses para operarte de una hernia, pero una dependencia es una dependencia. Me cuentan, asimismo, de gente a la que los servicios médicos recomiendan no solicitar la eutanasia porque se van a morir antes de que se la concedan por la misma causa que la solicitan. Y no es una cuestión de maldad, ya digo, sino un problema de carácter.