Dani de la Orden: “Uno de los problemas del cine es que actores y directores hablamos demasiado”
El triunfo de ‘Casa en flames’ (casa en llamas), uno de los grandes taquillazos de la historia del cine en catalán, ha descubierto al gran público a un director de 35 años que firmó su primer trabajo con 22. Dani de la Orden lleva rodados 10 largometrajes de ficción, además de dos documentales y de codirigir la teleserie ‘Élite’. En la película que supo convertir en la comedia del verano en salas disecciona con humor, ternura y mala baba a una familia donde las apariencias amables ocultan grandes y crecientes tensiones.
La entrevista es en el principal con jardín, en el Eixample barcelonés, que Dani de la Orden (Barcelona, 35 años) se ha podido comprar antes de los 40. Está alejado del barrio de Sant Gervasi, donde creció y se educó en una escuela bilingüe. Ese bilingüismo hace que castellano y catalán convivan con naturalidad en sus películas como en su vida: “Mi madre me hablaba en catalán y mi padre en castellano”. Vive solo. “Aunque en algún momento va a venir mi pareja”, dice. Tiene la hipoteca casi pagada. “He ganado dinero haciendo cine, pero si solo me permitiera malvivir también me dedicaría a esto p...
La entrevista es en el principal con jardín, en el Eixample barcelonés, que Dani de la Orden (Barcelona, 35 años) se ha podido comprar antes de los 40. Está alejado del barrio de Sant Gervasi, donde creció y se educó en una escuela bilingüe. Ese bilingüismo hace que castellano y catalán convivan con naturalidad en sus películas como en su vida: “Mi madre me hablaba en catalán y mi padre en castellano”. Vive solo. “Aunque en algún momento va a venir mi pareja”, dice. Tiene la hipoteca casi pagada. “He ganado dinero haciendo cine, pero si solo me permitiera malvivir también me dedicaría a esto porque no tengo plan B”. Asegura que ha vivido su privilegio como un arma de doble filo: “Te sientes tan agradecido que te cuesta tomar conciencia de que si te dan un proyecto no es por caridad sino porque creen que lo vas a hacer bien”.
Casa en flames es la historia de una madre que se queda sola. ¿Por qué se quedan solas las madres?
Se desmorona el castillo que construyes con toda tu energía cuando los niños crecen. Las dinámicas familiares son más frías de lo que parecen.
Quien ha sido madre 24 horas al día, ¿no vive como una liberación su jubilación?
Habrá algunas que sí, pero la de nuestra película no se ha preocupado por nutrirse de nada que no sea la familia y la imagen de esa familia.
¿Eso es amor o control?
Lo da todo porque necesita sentirse útil. Es humano. Pero desequilibra. Nos gusta que cuenten con nosotros, pero no que dependan emocionalmente solo de nosotros. Vivo en una especie de trinchera para evitar estar a disgusto entre las dos cosas.
Está en todas sus películas.
Mis películas siempre son un reducto de tíos idiotas. Es una manera de ser un poco autocrítico.
¿Es más sano creerte idiota que genial?
Es un refugio. Exponer tus posibles defectos quita recursos a quien te va a atacar.
¿No teme que el éxito de Casa en flames se le suba a la cabeza?
No, porque ya he pasado por ahí: a los 20 años fui un idiota. Utilizaba el cine como carnet de identidad. Hasta que entendí que una película la hacen 125 personas. Yo pongo una mirada, pero también la ponen el director de foto o el guionista, ¿no? Igual es una manera de quitarme responsabilidad, pero para mí la masa madre de una película es el guion.
Rueda mezclando catalán y castellano.
No he visto conflicto, he vivido convivencia. Entiendo que haya gente que pueda creer que el catalán está invadido o descuidado. Desde esa convicción, igual la convivencia de lenguas molesta. A mí me retrata.
Dirigió una película con 22 años.
Sí, pero pensar que me he hecho a mí mismo es obviar los privilegios que he tenido: un chaval que le pide a su padre que le pague la carrera de cine.
Empezó montando anuncios e invirtió ese dinero en Barcelona nit d’estiu (Barcelona, noche de verano).
Esa película no costó ni un duro porque nadie cobró. Ni teníamos que llegar a fin de mes ni pagábamos alquiler. Pero la comedia romántica va ligada a cierto tipo de espacios y comodidades. En esos escenarios nunca hay un sofá contra una pared. Necesitas el espacio de detrás. En la serie Friends malviven de sus trabajos, pero comparten un piso que sería impagable en Manhattan. Y encima tienen una terraza a la que le ponen una paloma para demostrar que es urbana. ¡Una terraza en el centro de Manhattan!
¿No sabemos querer?
Es extremadamente complicado. Tienes unas expectativas que depositas en otra persona y, claro, nunca se cumplen. Creo que nos cuesta querer porque hablamos poco las cosas. Por pereza, por miedo a liarla…
¡Sus personajes se pasan la película hablando!
Es que mi género favorito es la acción, pero como no tenemos dinero para hacer explotar cosas…
Su película Litus habla de intentar saber cómo somos de verdad.
Marta Buchaca escribió un guion que retrata cómo necesitamos un acontecimiento, en su caso la muerte de un ser querido, para hablar de lo que nos cuesta. Esta cosa de no querer estar con alguien, pero a la vez ser incapaz de decirle adiós. Un comportamiento tóxico que… bien iluminado es bonito.
“Soy un cínico, pero la gente no lo sabe. Como mis películas: defiendo historias de amor en las que no creo”.
Ahora menos. Con 22 años decía memeces en plan: “El amor es la magia”.
¿Por qué se consideraba cínico?
Porque necesito que algunos personajes se quieran, aunque, para mis adentros, piense que no se van a llevar bien. A medida que crezco, voy quitando azúcar de las películas y llegando a la realidad.
Casa en flames es ¿realista?, ¿madura?
Lo de madurar no sé en qué consiste. Crees que madurarás cuando te vayas de casa. Pero madurar es levantarte y que te duela la rodilla. Esa cosa que llegas a la edad en la que tus padres te criaron y te ves como una persona bienintencionadamente idiota. Es mi caso: no te podría defender una idea política muy concreta, no sé colgar un cuadro, no soy capaz de solucionar muchos problemas en mi vida…
Sabe hacer cine.
Lo he hablado con mi chica: en una isla desierta, moriría el primero.
¿Cómo conoció a Paula Malia?
Hemos rodado tres veces juntos. Llevamos un año. Es un rollete… Nada serio.
¿…?
Es broma. ¿Te imaginas que lo digo y ella lo lee? Tiene un humor que me tiene fascinado.
No practica el nepotismo. Le ha dado solo papeles secundarios.
Lo hemos hablado. Pero sí me gusta rodar con la gente que quiero. Es bonito. Hemos hecho la serie A muerte, que parece un día en el bar con mis colegas. Están todos.
Tiene fama de dudar y escuchar a sus amigos.
Demasiado. Hay directores que lo tienen muy claro. Yo… ni montando. Quim Gutiérrez me dijo: “Eres un director que no teme mostrar sus vulnerabilidades”.
¿Qué gana haciéndolo?
Naturalidad. Tranquilidad. Pero no es una gran idea porque si te metes a trabajar con según qué actor… se te come.
¿Hemos pasado de una España que salía de casa con un palillo en la boca, para demostrar que había comido carne, a otra que expone sus vulnerabilidades?
No sé si estamos mostrando lo más frágil. Pero la cultura del yo cada vez es mayor. Me parece genial cuidarse, pero con las redes se ha sumado la imposición del culto al cuerpo. Si no tienes ese cuerpo musculado es que no te estás respetando a ti mismo. Tienes que estudiar de los 20 a los 30 para empezar a disfrutar a los 30. Una especie de camino neoliberal que se mezcla con la ostentación de la riqueza en mensajes del tipo: “¿Sabes cómo empecé a ganar 100 kilos al mes? Hay chavales de 20 años que te hablan así: de ganar dinero, criminalizar lo lúdico y pensar que ir a un concierto no suma.
¿Una familia es una historia de mentiras, de tropiezos, de miedos?
Para mí lo que más hay es secretos. Y presión: haberse querido mal.
¿Qué es quererse mal?
Quererse desde un motor que no es el amor. Desde la necesidad, la manipulación, tus miedos, inseguridades y expectativas.
¿Lo ha vivido?
No de manera evidente.
Casa en flames cuestiona la familia tradicional, pero en sus películas aparecen agradecimientos a sus padres y a su hermana —que mira cada fotograma—. ¿En qué quedamos?
Me han ayudado muchísimo, qué menos que agradecerlo.
Su padre es abogado y economista.
Asesor fiscal. Y mi madre trabajaba en la Generalitat. Es administrativa. Ella me llevaba al cine sin tener en cuenta mi edad. Digamos que vi Starship Troopers con nueve años. Me obligaba a ir cuando prefería quedarme en casa jugando a la play. Sin demonizar los videojuegos, que a veces me parecen más interesantes que el cine.
¿Por qué?
Si el videojuego lo entiendes desde el Candy Crush, sí crea una dependencia. Pero puede ser una aventura, con personajes y una historia. Creo que los detractores lo son porque no los conocen. Pensar que son solo tiros es de una gran ignorancia. Parece que la cultura y los videojuegos no puedan ir unidos. Pero tienen dirección artística, diseño de producción, diseño de sonido, música, guion…
Funcionan mejor con violencia.
El conflicto es necesario para la acción. Yo he jugado al Grand Theft Auto, donde vas con una catana matando gente, y no fui un chaval violento. También hay películas violentas.
No son conflictos emocionales, como sus películas.
Un conflicto emocional no te genera ninguna habilidad con los dedos. La aventura en el cine es un género: vives lo que no puedes vivir en tu vida cotidiana. Mis referentes cinematográficos no están en El Padrino ni en Taxi Driver ni en Visconti ni en Spielberg, están en cosas más populares, películas desacomplejadas que introdujeron los efectos digitales.
¿Le hubiera gustado hacerlas?
Claro. Armageddon es mi favorita. Su director, Michael Bay, es un tío que supongo que es medio facha. Pero su trabajo es brutal. Lo que pasa es que no puedes hacer una película de acción sin un gran presupuesto. Por eso el cine europeo es bueno en asuntos intimistas, y el americano, en cine de aventuras.
Defiende el cine como industria.
Empezó siendo vocación. Ahora es trabajo. Mantener una vocación a largo plazo desgasta. Antes sufría al ver un plano que no me gustaba. Ahora pienso que solo es una peli. No es lo más importante de la vida.
Con las películas que ha hecho se diría que el amor le parece lo más importante.
Sé lo que valoro en cada momento. Ahora mismo, la tranquilidad. Con 35 te empiezan a doler las cosas.
¿Qué le duele?
La espalda. Tengo patología de columna larga y convivo con el dolor crónico. La molestia relativiza muchas cosas.
Con 22 años, ¿qué le hizo sentir que estaba preparado para dirigir?
La prepotencia. Estudias cine. Haces cortos que molan. Tienes energía. Eso te da seguridad en ti mismo. Creía que lo que hacía yo no lo hacía nadie. Era un poco gilipollas.
Le produjeron la película.
Bueno, la energía puede ser convincente. Para mí uno de los mayores problemas del cine es que actores y directores hablamos demasiado.
Pues aquí estamos…
Sí. Y eso se traduce en que parece que lo que hacemos nosotros sea lo importante. No es así. Estoy soltándote la chapa con opiniones irrelevantes y subjetivas. La opinión que puedo dar de algo vale poco.
Escribió la novela Darse un tiempo (y otras mentiras).
Intentaba desmitificar la idea de darse un descanso. Cuando estaba corrigiendo el libro pensé: para qué me meto. Y así fue: no lo leyó ni mi madre.
¿Aprende tanto leyendo como mirando YouTube?
Hoy hay diferentes canales para nutrirse. Pero manda la desinformación. Un fisio te dice qué ejercicio te va bien para el codo. En internet, para el mismo dolor, encuentras 55, pero nadie se responsabiliza. Pasa con la salud, con la política y con todo.
¿Hemos pasado del cuento de hadas a la basura del amor eterno?
Cuando tienes un personaje muy romántico le quitas azúcar enfrentándolo a su contrario. Pero yo soy de querer normal: ni mucho ni poco. Si quieres mucho, te vuelves gilipollas, basas tu vida en la dependencia de esa persona y después te llevas un chasco porque pierdes el norte.
¿El cuestionamiento del amor romántico retrata a su generación?
El final feliz ya no implica que acaben juntos. Implica que se den cuenta de algo, que mejoren… La boda ya no se identifica con el éxito. El género comedia romántica de los noventa, tipo Novia a la fuga, ha dado paso a (500) días juntos, comedias más complicadas de hacer que poner al protagonista corriendo por el aeropuerto para decir: “Perdón, me he comportado como un capullo pero sé que quiero estar contigo”. Las comedias románticas acaban cuando el chico consigue a la chica porque lo de después a poca gente le interesa.
Es lo singular, ¿no?
Pero es poco cinematográfico. Hombre, puedes hacer La guerra de los Rose. Yo aspiro a que una película tenga dos momentos hilarantes. Y en la vida, a mi novia se lo digo: te quiero, ni tanto para volverme idiota ni demasiado poco para que te sientas poco querida. Cuando he dicho te amo, así con mayúsculas, ha terminado todo como un gran desastre. El te amo lo dejo para telenovelas. Prefiero te quiero bien, dejándote tu espacio, manteniendo mi independencia, queriéndome a mí un poquito más. Querer desde el equilibrio.
¿Es tan equilibrado?
Me ha costado. Profesionalmente no ha sido fácil. El miedo a quedarte sin trabajo te lleva a rodarlo todo: desde anuncios hasta videoclips.
¿Qué se arrepiente de haber rodado?
Igual una me permitió rodar de una manera, otra reformarme el baño… Hoy creo que las dos primeras películas sobre Barcelona tienen un punto fresco, pero las veo pequeñas. Y cuando las haces con menos de 25 años, te vuelves idiota y lo utilizas como herramienta para ligar.
¿Y funciona?
Bueno… Se me da bien la conversación…
Con 25 años rodó con Andreu Buenafuente y Berto Romero.
El pregón es una comedia con la que la gente se tronchaba, pero solo se tronchaba. Visualmente es fea. Y es culpa mía. Loco por ella, en cambio, es una de las películas de las que me siento contento. Habla de la presión social que empuja a sonreír y no mostrar los problemas. Lo difícil de tener una enfermedad mental es que la gente quiere que te comportes como si no la tuvieras. Eric Navarro, el guionista, lo sintetizó.
El humor es clave en su cine.
No sé hacerlo de otra manera. Filmando Élite [una serie de un instituto con asesinatos] iba metiendo chistes y me pidieron que frenara. Se trata de desde qué punto lo coges: ¿lo haces para reírte de eso o para mirarlo de otra manera?
Ha abordado con humor la ocultación de la homosexualidad.
Sí, la de los futbolistas.
Y el lesbianismo de dos mujeres mayores.
Sí. Existe el estereotipo de que una lesbiana era una mujer bruta con el pelo corto. Y…, bueno, tu madre puede ser lesbiana. En muchas familias la clave es: seamos prudentes. Hablemos del tiempo. Vamos de progres, pero aceptar las orientaciones sexuales de los demás me parece algo de cajón, ¿qué pintas tú opinando sobre su sexualidad?
¿Cómo ha aprendido sobre las relaciones? ¿Leyendo, viviendo?
Cagándola. Siendo un hijo de la gran puta, no portándome bien. Y también siendo no correspondido o abandonado. No sé, hay muchas maneras de hacerlo bien o mal.
Joan Dausà, Manel… Las canciones definen sus películas.
Pasión frustrada. Soy arrítmico, pero me interesa.
La canción de Joan Dausà Jo mai, mai [yo nunca, nunca] inspiró su primera película: Barcelona nit d’estiu. ¿Usted nunca, nunca?
Jo mai, mai… diría que las cosas son blancas o negras.
¿La familia de Casa en flames se quiere?
Claro. Pero a saber querer bien solo se aprende con empeño.