El diseñador italiano Marco De Luca y la preciosa casa de vacaciones familiar en Maratea
Los recuerdos de aquella casa en la que pasamos los veranos junto a nuestros padres son una de las mayores manifestaciones de nostalgia. Ha renovado la que heredó de su familia con las dosis justas de añoranza por el pasado
¿Qué hacer con la casa de vacaciones que se hereda de la familia? Estos espacios siempre traen recuerdos y plantean dilemas. La memoria de personas que quizá ya no están con nosotros vive en ellas. También la nostalgia de nuestra infancia y todo lo que allí se vivió en los veranos en que nos fuimos moldeando como personas. El sentimiento de paz que heredas de un lugar que, en realidad, fue la elección de tus padres, pero te ha permeado.
Un poco de todo esto sentía el diseñador Marco De Luca (Piano di Sorrento, 63 años) por la casa de vacaciones que sus padres tenían en Maratea, una zona ubicada en la única parte de la región de Basilicata, en el sur de Italia, con salida al mar Tirreno. “Maratea es un lugar muy especial en mis recuerdos de juventud. Me acuerdo perfectamente de la primera vez que vine. Fue en coche con mi tía Else, a finales de los años setenta, todavía ni siquiera había autopista. La hermana de mi madre se enamoró de este lugar y decidió vivir largas temporadas aquí. Incluso abrió una tienda de cerámicas en el puerto. Así que, en los años ochenta, me recorrí toda Sicilia, Puglia y Basilicata con ella en busca de artesanos. De ahí me viene la pasión que tengo por la cerámica. Pasé veranos maravillosos con ella”, relata el diseñador.
Para que la madre de Marco De Luca pudiera pasar más tiempo con su hermana, sus padres terminaron comprando también una casa en Marina di Maratea. Una segunda vivienda sencilla, muy de la época y del estilo de las casas de la zona. La familia, en realidad, vivía en Sorrento, donde tenían un hotel y un restaurante. Marco heredó de su madre el restaurante, que transformó en su vivienda y en un pequeño hotel boutique: La Minervetta, que él prefiere llamar “su casa de huéspedes”. Como era hijo único, también heredó esta casa de vacaciones. “Cuando mis padres fallecieron, seguí viniendo con mis hijas, Eldda y Wanda. Pero durante muchos años no le hice ningún arreglo, así que se había quedado un poco vieja. Incluso, durante un tiempo, la tuvimos cerrada. Entonces empecé a pensar qué podía hacer con ella. ¿Una villa para un cliente?, pensé en un primer momento. Pero después, como está relativamente cerca de La Minervetta, se me ocurrió vincular ambas propiedades, convirtiéndola en un lugar a medio camino entre una casa de vacaciones de alquiler y un hotel”.
Y así fue como empezó a transformar la vivienda, que tenía la típica fachada de color rosa tan popular en la zona y unas ventanas muy pequeñas, adaptándola a su universo en blanco, azul y rojo y añadiendo su pasión por la cerámica, como ya hizo con La Minervetta. De este modo, ambas propiedades quedaban vinculadas estéticamente. “La Casa di Maratea está pensada para que los clientes de La Minervetta puedan, si lo desean, pasar unos días en Sorrento y otros aquí”, explica Marco. “Pero también se puede alquilar de manera independiente, solo que no es una vivienda vacacional de alquiler. Tiene un pequeño servicio, como un hotel. Si quieres cocinar, puedes. Pero si no, cuenta con una persona de servicio para los desayunos, que puede encargarse de las comidas y de las cenas también. Además, hay otra persona que está al cargo de mantener cuidados el jardín, el huerto y la piscina”.
Si la transformación de la casa fue radical, con su nueva fachada geométrica y sus potentes colores, la de la parcela lo fue más todavía. Donde ahora hay una piscina, un salón exterior con vistas al mar, una zona de árboles frutales, un jardín con plantas aromáticas y un huerto, entre otras cosas, antes solo había pavimento, tierra y algunos árboles silvestres. La vivienda en sí ha experimentado una gran renovación estética por fuera y por dentro, pero no tanto en el esquema, habiendo mantenido sus dos niveles y la antigua escalera. Pero la apertura de grandes vanos y el nuevo remate del frontón del volumen azul, con su particular geometría, la alejan considerablemente de lo que un día fue y, de paso también, de todas las construcciones de la zona.
“A algunas personas de Maratea les parece gracioso, a otras no tanto, ver la casa desde el mar, porque sus colores llaman mucho la atención y les produce curiosidad”, anticipa De Luca. “Cuando empecé con la construcción del proyecto, conté con un arquitecto local para hacer la obra y todo el papeleo. Y cuando le expliqué que la fachada iría con esa forma y con esos colores me dijo: ‘¿Esto no es un poco demasiado para Maratea?’. Pero resultó que en la normativa municipal no había restricción alguna en cuanto a los colores, a pesar de que todas las viviendas de la zona son prácticamente de un mismo tono de rosa. En Sorrento sí que lo hay. Pero aquí el Ayuntamiento nos dio el visto bueno sin problema. No lo sabíamos de antemano, pero nos vino muy bien”, se ríe.
El estilo de Marco De Luca bebe de fuentes muy identificables. Por un lado, del diseño radical y del movimiento Memphis, sobre todo de la obra de Ettore Sottsass, que fue su profesor en los años ochenta. Marco estudió primero Escenografía en Florencia y luego Diseño en Milán en la Domus Academy, donde también tuvo como profesores a otras importantes figuras de la época como Andrea Branzi, Arata Isozaki y Gaetano Pesce. Su concepción escenográfica de los espacios es otro de los principales rasgos de su modo de proyectar, construyendo ambientes, rincones y encuadres con una composición pictórica o fotográfica.
Por otro lado, está su trío de colores fetiche: blanco, azul y rojo, una combinación especialmente empleada en La Minervetta y en La Casa di Maratea, como un guiño tanto a la típica paleta de Sorrento como a sus orígenes, pues su abuela era danesa (el rojo viene de ahí). Destaca cómo ha conseguido aplicarlos desde el mobiliario a los textiles, las fachadas y los revestimientos. Capítulo aparte son las superficies cerámicas, presentes de manera profusa por toda la casa, desde pavimentos a baldosas, superficies de mesas o lavabos. Todos sus patrones de dibujo han sido diseñados por el propio De Luca y elaborados por Ceramica Vietri Scotto, una pequeña fábrica artesanal de Vietri sul Mare, en la región de Campania, con la que colabora en la producción de sus diseños en cerámica.
Tanto los patrones de dibujo de estas cerámicas como el diseño del frontón de la fachada presentan una geometría muy particular, que distinguen a La Casa di Maratea de La Minervetta. Son una mezcla de todo un imaginario gráfico ecléctico, creado en torno a referencias acumuladas en sus múltiples viajes por Asia, pero también un gesto que busca complicidades locales. “Maratea tiene mucha influencia árabe porque está muy cerca de Sicilia. Tiene un aire marroquí en las formas arquitectónicas, y también en el uso de los revestimientos cerámicos”, explica. “Sorprendentemente, es como un lugar de paso donde nadie para. Todo el mundo va para Sicilia, que está muy cerca. De hecho, en los días despejados y con mucha visibilidad, desde aquí se divisan sus islas Eolias. Quizá por eso Maratea es un sitio tan tranquilo y tan genial. Aquí solo hay mar y naturaleza, no tiene nada que ver con Sorrento”.
Igual que en La Minervetta, Marco De Luca tiene dispersas por la casa despreocupadamente todas sus pertenencias: sus muebles, sus obras adquiridas en sus viajes, sus cerámicas de diseño propio o ajeno, los libros que compra compulsivamente… “Tengo demasiadas cosas… Esto me viene de mi madre, que también compraba mucho”, admite. Y eso le da una atmósfera muy personal y auténtica al lugar, más allá de que se perciba claramente que su diseño se corresponde con el universo estético de alguien. Los interiores mezclan muebles heredados con piezas vintage, algunas personalizadas por el propio Marco. Pero también incluyen diseños más actuales, de firmas como Kartell, Vitra o Royal Botania. Algunos pequeños muebles o elementos han sido, incluso, diseñados por él, siempre con la inclusión de materiales cerámicos, como las mesas con sobres de azulejo, los maceteros o los lavabos.
La Casa di Maratea es un alojamiento con tres habitaciones: dos dobles y una con dos camas individuales. En la planta baja están la cocina, el comedor, el salón y una de las habitaciones dobles, la que normalmente usa Marco cuando para en la casa, si no hay huéspedes. En la parte superior estarían las otras dos habitaciones, cada una con su baño. Desde aquí también se tiene acceso a una terraza a modo de porche, donde se suelen servir los desayunos. Es una vivienda de estructura sencilla, como ya lo era cuando pertenecía a sus padres. Marco De Luca nunca tuvo la intención de tirar la casa abajo para construir otra más contemporánea, sino que, más bien, la ha transformado y adaptado a su estética.
De todo este proceso, los grandes beneficiados han sido los espacios exteriores, que, más allá de la piscina y de la terraza-salón con vistas al mar que ha diseñado, se han convertido en un auténtico placer para varios sentidos. De sus árboles, su huerto y sus áreas ajardinadas, salen las frutas, verduras y hierbas aromáticas que hay en la cocina. Todo esto a sumar al perfume del paisaje de bosque mediterráneo de la zona de Maratea, donde se cuida mucho el cultivo y la condición orgánica del entorno, por lo que está llena de pequeños reptiles que van de un lado a otro. Y tiene otro aliciente natural más, para terminar de completar el festival de vistas, olores y manjares propios, que no pertenece estrictamente a la casa: tiene acceso a una escondida cala que disfrutan solo los vecinos.