El sonido como perturbación

Agencia Espacial Europea

Nada, no es más que una foto de Marte, por eso llama la atención, porque hemos logrado darle alcance con el ojo, que es uno de los cinco sentidos de los que disponemos para intimar con la realidad. Ahora nos falta tocar su superficie, chuparla, olerla y escucharla. Bueno, escucharla, escucharla, quizá la hayamos escuchado ya con esas sondas que van y vienen, aunque su atmósfera es tan delgada que los sonidos deben de tener mucha dificultad para recorrer el espacio. Piénsese que el sonido no es más que una perturbación del aire. Si no hay aire, por tanto, tampoco hay perturbación. ...

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Nada, no es más que una foto de Marte, por eso llama la atención, porque hemos logrado darle alcance con el ojo, que es uno de los cinco sentidos de los que disponemos para intimar con la realidad. Ahora nos falta tocar su superficie, chuparla, olerla y escucharla. Bueno, escucharla, escucharla, quizá la hayamos escuchado ya con esas sondas que van y vienen, aunque su atmósfera es tan delgada que los sonidos deben de tener mucha dificultad para recorrer el espacio. Piénsese que el sonido no es más que una perturbación del aire. Si no hay aire, por tanto, tampoco hay perturbación. Quiere decirse que en Marte tendríamos muchas dificultades para hablar, lo que quizá mejorara nuestras relaciones. No hay como cenar en silencio para no discutir.

Lo que a mí me llama la atención, en todo caso, es esta forma de llegar por piezas a los sitios. Imagine que desea ver a su madre en la residencia de ancianos, por poner un ejemplo, pero que tiene un día muy ajetreado y solo puede visitarla con el tacto. Su madre se sentiría acariciada, que no es poco.

—Mañana vengo a verte también con el oído —podría escribirle con el dedo índice en la palma de la mano.

Y su madre de usted tan contenta.

—Hoy ha venido a verme el tacto de mi hijo —le diría a su cuidador (o, más probablemente, cuidadora)—, pero mañana me va a escuchar también.

Marte teme que lo visitemos enteros, porque está lleno de agua y, dada nuestra voracidad, podríamos desecarlo en dos jornadas. De momento, nos conformamos con echarle un ojo. Se parece a la piel de un vientre bonito atacado por una medusa.

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