Últimas noticias del ‘mullet’, el peinado de los setenta que no se rinde
El origen de este irreductible peinado se atribuye a los jinetes nómadas de la estepa euroasiática
El mullet, quién iba a decirlo, el irreductible galo de los estilos capilares, resiste ahora y siempre al invasor. Hablamos de un corte de pelo que alcanzó su cénit histórico en ese periodo de atroz involución estética que fue la década de 1970, denostado con saña por los árbitros de la elegancia y dado por muerto, enterrado y proscrito desde entonces casi en tantas ocasiones como el fútbol arte, el consenso socialdemócrata o el musica...
El mullet, quién iba a decirlo, el irreductible galo de los estilos capilares, resiste ahora y siempre al invasor. Hablamos de un corte de pelo que alcanzó su cénit histórico en ese periodo de atroz involución estética que fue la década de 1970, denostado con saña por los árbitros de la elegancia y dado por muerto, enterrado y proscrito desde entonces casi en tantas ocasiones como el fútbol arte, el consenso socialdemócrata o el musical como género cinematográfico. Pese a todo, esa excentricidad, cuyo origen se atribuye a los jinetes nómadas de la estepa euroasiática y que en los países de habla hispana recibe apelativos tan pintorescos como choco, corte playero, tracas, greñas o cubana, se mantiene a flote contra viento y marea, aunque de forma más bien residual, en casi todas las latitudes del planeta.
El pasado 3 de diciembre, una nueva edición del Mulletfest, o Campeonato Mundial (oficioso) de Mullet, se celebró en el único pub irlandés de Kurri Kurri, a escasos kilómetros de Sídney, en el Estado australiano de Nueva Gales del Sur. Se impuso en la contienda un tal Alastair Bush, médico residente en Dorset, Reino Unido. Es el suyo un mullet ortodoxo, con parco flequillo, corto por el cráneo y de una silvestre exuberancia en torno a la nuca, como mandan los cánones. Bush, que había recorrido 10.000 kilómetros para participar en el certamen, posó con el correspondiente trofeo y declaró estar “muy orgulloso” de su hazaña. Pero quiso dejar claro que el mullet que luce no es un tributo póstumo a David Bowie, sino consecuencia de un “proyecto filantrópico”, parte de una campaña para recaudar fondos contra el cáncer testicular.
Hasta aquí, todo normal. En un planeta poblado por más de 7.000 millones de seres humanos, tampoco resulta tan extraño que un peinado de otra época, por controvertido que resulte, persista de forma anecdótica. Lo verdaderamente curioso del asunto es que, al menos en opinión de expertos en tendencias como la redactora de The Guardian Chloe Mac Donnell, el mullet está resurgiendo con vigor en los últimos meses e incluso ha vuelto a asomar en las alfombras rojas de la mano de francotiradores tan resueltos como el actor irlandés Paul Mescal.
Mac Donnell ha identificado síntomas tan elocuentes de la reemergencia del corte playero como el ritmo al que crece la cuenta de Instagram The Mullet Society, los varios millones de visionados que acumula el hashtag mullet en Instagram o la cada vez más nutrida lista de famosos que se están asomando al lado oscuro, de Miley Cyrus a Emma D’Arcy, pasando por Lil Nas X, Amber Valletta, Emma Corbin o Timothée Chalamet. También en The Guardian, nuevo boletín oficial de la resurrección del mullet, se nos informaba no hace mucho de la existencia de Tami Manis, mujer que ostenta el récord de choco más largo del planeta, con una lustrosa pelambrera de 180 centímetros de longitud que empezó a dejarse crecer hace 33 años y que sigue su curso, como un río capilar desbocado.
Manis pertenece, según su propia confesión, a la tribu de nostálgicos de Michael Bolton y Andre Agassi. Sigue siendo la mayoritaria en territorio mullet, pero ya no la única. Megan Bradley, de The New York Times, explicaba hace unos meses que el estilo está siendo abrazado por un cada vez más amplio reducto de la generación Z de espíritu rebelde, propensos a la subversión estética. Bradley les da la bienvenida a una rica tradición que, según ha investigado ella, va de la antigua Asiria a Rihanna, pasando por la Grecia de los poemas épicos de Homero, los pies negros del Estado de Montana o los nativos del Pacífico canadiense. Lo dicho, el mullet viene de muy atrás. Y no se rinde.