Siete claves para ser más humanos en los tiempos de la inteligencia artificial: el arte de vivir según Asimov
La trayectoria de uno de los más famosos autores de ciencia ficción permite extraer enseñanzas muy útiles para conducirse en tiempos inciertos
Hace unos meses que se reeditó en castellano la autobiografía póstuma Yo, Asimov, del autor que anticipó muchas de las situaciones que estamos viviendo en la actualidad. Más allá de sus logros en el campo de la ciencia ficción y la divulgación, de la trayectoria de este visionario podemos extraer lecciones muy humanas para nuestra vida cotidiana, en un mundo que se parece cada vez más al de sus novelas.
La única forma de cambiar un destino adverso es rebelarte contra él...
Hace unos meses que se reeditó en castellano la autobiografía póstuma Yo, Asimov, del autor que anticipó muchas de las situaciones que estamos viviendo en la actualidad. Más allá de sus logros en el campo de la ciencia ficción y la divulgación, de la trayectoria de este visionario podemos extraer lecciones muy humanas para nuestra vida cotidiana, en un mundo que se parece cada vez más al de sus novelas.
La única forma de cambiar un destino adverso es rebelarte contra él. Isaac Asimov emigró desde Rusia a Nueva York a los tres años. Su condición de extranjero y judío, con unos padres que, sin dominar el inglés, regentaban una tienda de caramelos, parecían condenarle a trabajos de bajo rango. Ridiculizado e ignorado por sus compañeros de clase, se propuso superarlos a todos. Cuando los demás jugaban, él leía y se formaba sin cesar. Convertido en un ratón de biblioteca, logró ser el mejor alumno de su escuela.
Por muy bueno que seas, siempre te superarán otros. Tras el éxito escolar, en la secundaria ya no era el mejor, sino que estaba entre los 10 estudiantes más destacados. En la universidad iba pasando de curso, convertido en uno más. Esto le dio humildad, así como la capacidad de admirar y aprender de autores que consideraba mejores que él. Solo si te sabes superado podrás superarte a ti mismo.
Perder enseña más que ganar. Asimov cuenta que solo una vez dejó de lado su aversión al juego para unirse a una partida de póquer con algunos compañeros de universidad, tras la promesa de que las apuestas serían muy bajas. Al confesarle a su padre lo que había hecho, este le preguntó: “¿Qué tal te fue?”, a lo que contestó: “Perdí 15 centavos”. Su progenitor, sabiendo del poder adictivo del juego, declaró entonces: “Gracias a Dios. ¡Imagínate que los hubieras ganado!”.
Los amigos son tu tripulación para llegar a otros mundos. Tras una infancia y adolescencia de soledad, su vida cambió radicalmente al ingresar en los Futurianos, un círculo de fanáticos de la ciencia ficción, algunos de los cuales llegaron a ser escritores de renombre. Este grupo le apoyó y empoderó para escribir y publicar sus primeros cuentos en revistas especializadas. A su vez, encontrar a personas afines le convirtió en un hombre extrovertido que, en sus propias palabras, cuando le dejaban dirigir la conversación, “no permitía que nadie fuera tímido”. Mantendría el contacto con estas amistades hasta su muerte, en 1992.
Ayuda a quienes tienen menos suerte o talento que tú. Tras el aliento recibido en sus inicios por aspirantes a escritores como él, Asimov era muy consciente de que sus logros lo habían colocado en una situación de privilegio. Por este motivo, siempre que recibía cartas de amigos en dificultades les enviaba pequeñas sumas para que pudieran salir del paso. Además de tener buenos ingresos por sus obras —llegaría a publicar más de 500 libros—, Asimov atribuía su buena salud económica a que no jugaba, ni fumaba ni bebía. En su opinión: “Si no tienes vicios, siembre habrá dinero en tu bolsillo”.
Una persona vale el uso que hace de su tiempo. Para ayudar a sus padres, Asimov había combinado sus estudios con largas horas de trabajo en el negocio familiar. Siendo un autor reputado, siguió manteniendo ese horario toda su vida, tal como relata en su autobiografía: “Me despierto a las cinco de la madrugada. Me pongo a trabajar tan pronto y tanto como puedo. Hago esto todos los días de la semana, incluyendo los festivos (…). En otras palabras, sigo estando siempre en la tienda de caramelos”. Dado que exprimía las horas para hacer las cosas que más le gustaban, para él no era sacrificio, sino “felicidad desbordante”.
No hay viaje más gozoso que la lectura. El autor de Yo, Asimov cuenta: “Si quiero evocar la paz, la serenidad y el placer, pienso en mí mismo durante esas tardes de verano perezosas, con la silla apoyada contra la pared, el libro en el regazo y pasando las páginas suavemente”. Pese a todos los honores recibidos a lo largo de su vida, que le obligaron a viajar a menudo y a conocer a grandes personalidades, siempre relacionó la “felicidad tranquila y reposada” con el acto de leer. Quien nos hizo soñar con prodigiosas naves intergalácticas sabía que no hay vehículo más poderoso que un libro que cobra vida gracias a la mente humana.
Humanos y robots
— El autor de Yo, robot (1950) aplicaba tres leyes de la robótica a sus obras sobre el tema. 1. Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño. 2. Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley. 3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.
— ¿Qué habría pensado Asimov de la irrupción de ChatGPT y similares? En un relato, el autor afirma que una máquina no se vuelve contra su creador si está bien diseñada.
— Siempre positivo sobre todo lo que tiene que ver con la tecnología, Asimov pronosticó una humanidad liberada de todos los trabajos con sofisticadas máquinas como sirvientes, lo cual llevaría a un nuevo Renacimiento.