Donatella Versace: “Soy indecisa por ser mujer, así que intento que la ropa me haga sentir poderosa”
La colección otoño-invierno de la firma italiana es un homenaje a la exuberancia y la sensualidad de los noventa. “Se acabó el ‘streetwear’. Necesitamos algo elevado y poderoso”, anuncia la directora creativa de la compañía
En 1995, la revista Vogue decretó el final definitivo de la estética grunge tras la colección que Gianni Versace lanzó en la primavera de aquel año. “Vuelve el cuerpo y vuelve el lujo”, pontificaban tras describir con admiración los corsés floreados y los trajes de chaqueta con hombros pronunciados y cintura estrecha que el diseñador subió a la pasarela. Casi 30 años después, su hermana, Donatella, ha vuelto a aquella colección, per...
En 1995, la revista Vogue decretó el final definitivo de la estética grunge tras la colección que Gianni Versace lanzó en la primavera de aquel año. “Vuelve el cuerpo y vuelve el lujo”, pontificaban tras describir con admiración los corsés floreados y los trajes de chaqueta con hombros pronunciados y cintura estrecha que el diseñador subió a la pasarela. Casi 30 años después, su hermana, Donatella, ha vuelto a aquella colección, pero no ha necesitado que otros decreten por ella el cambio de ciclo. “Se ha acabado el streetwear. Eso no es moda. Necesitamos algo elevado y poderoso”, afirma recostada sobre el sofá blanco que preside su despacho en la sede de Versace, en Milán. Ella misma, que va y viene ultimando los detalles de su nueva colección, va vestida de esa forma imponente que describe: una túnica morada con estampado de cebra, unos pantalones de vinilo del mismo color y unos altísimos tacones. Curiosamente, dos horas más tarde se enfundará unos vaqueros negros y un jersey para acudir al desfile de su amigo Kim Jones, director creativo de Fendi (ambas marcas crearon una colección conjunta hace dos años, Fendace), tal vez con el fin de no robar protagonismo al show.
Por primera vez en años, Donatella cambió la Semana de la Moda de Milán por Los Ángeles, en concreto por el Pacific Design Center de Hollywood, para mostrar allí su colección de otoño tres días antes de la ceremonia de los Oscar. “Allí empezó todo. Recuerdo perfectamente el momento en el que Gianni me dijo: ‘Tenemos que vestir a las estrellas porque ellas luego confiarán en nosotros’. No había nadie haciéndolo, solo él”. En aquel instante, finales de los ochenta, solo Versace (y quizá Armani) se atrevió a bajar su moda del pedestal de las clientas millonarias y fingidamente discretas para involucrarse con el show business y exportar una estética exuberante y desprejuiciada. “Él vio clara la estrategia, me decía: ‘Tenemos que ser inteligentes, llegar a los actores favoritos del momento’. Quería volver a esa época de cambio, por encima del propio desfile, y para ello pensé que tenía que volver a Los Ángeles”, comenta. El show, plagado de estrellas, tuvo casi 40 millones de visualizaciones en TikTok. “Me encanta Milán, pero si pudiera vivir en otro sitio sería en Los Ángeles. Me encaja más la forma de pensar de allí… Mucho más liberal”. Poco después de esta entrevista, Donatella se trasladaba a la ciudad para anunciar la creación de una beca dedicada a estudiantes LGTBIQ+.
De aquel momento casi fundacional de Gianni a hoy, todo ha cambiado, también la cultura de la celebridad: “La alfombra roja sigue siendo la forma más apreciada de publicidad para nosotros, pero sí es cierto que ahora, con el digital, ya no miramos a los famosos de la misma forma, como personas alejadas de nosotros. La celebridad importa más que nunca, pero de otra manera”. “Por suerte, también ha cambiado la sociedad. Aunque queda mucho camino, yo creo que estamos en una buena situación para las mujeres. A mí ahora mismo me interesa vestir a mujeres de carácter fuerte, me da igual cómo sea su cuerpo. Por fin empezamos a celebrarlo sin miedo a mostrarlo”, opina. “Actualmente, me atraen las personas que se hacen cargo de su propia vida, que son inteligentes, que se encargan de lo personal y lo profesional”. Ella ha confesado que sufrió el “síndrome del impostor” cuando tuvo que comenzar a llevar Versace, tras el asesinato de su hermano.
Veinticinco años más tarde, ha aprendido que lo que ella vio como una debilidad era en realidad una fortaleza: “Me he dado cuenta de que ser mujer es la forma de entender qué necesitan las mujeres a la hora de vestirse. Porque yo también soy indecisa por el hecho de ser mujer, así que intento que la ropa me haga sentir poderosa y me proteja de las inseguridades”.
Donatella se acerca a un moodboard en el que hay recortes de la colección de 1995, Prince vestido con un top de malla dorada, Madonna o una campaña de Avedon de ese mismo año en la que aparecen Nadja Auermann y Kristen McMenamy con dos sobrios pero opulentos vestidos negros, que ella misma ha versionado esta temporada. “Tengo esta foto grabada. Fue el momento en el que Gianni dio un giro a la marca hacia la sastrería, convirtiéndola en algo más sofisticado y artesanal. Quería volver ahí”. También hay muestras de tejidos, sedas estampadas en 3D, malla de punto, telas brocadas. “Aquí no hay poliéster. Tenemos el taller abajo y todo lo hemos inventado aquí artesanalmente. No es alta costura, las formas son más relajadas, pero quería volver a la moda, a la de verdad, a la que se hace en el taller. Y a la teatralidad”. Porque si algo define a Donatella es el dramatismo y el espectáculo. De ahí que, de entre los muchísimos instantes junto a celebridades que ha protagonizado en los últimos 20 años, se quede con el rapero estadounidense Lil Nas X en la gala del MET con una capa increíble. “Aunque sin duda, mi momento favorito fue aquel de Lady Gaga subida a un caballo blanco”. Era 2013 y la artista se presentaba en los American Music Awards con una larga melena lisa, maquillaje marcado y un vestido de seda de color lavanda. Iba disfrazada de Donatella Versace.