Las claves del maltrato a los océanos
Producen el 50% del oxígeno del planeta y absorben alrededor del 30% de las emisiones de dióxido de carbono. Deberían ser objeto de un cuidado exquisito por lo que aportan gratis, pero sufren el cambio climático como pocos otros lugares
El maltrato a los océanos continúa sin que nadie lo frene. Con la temperatura, el nivel del agua y la acidez en ascenso y sin que se tomen medidas efectivas para frenar la sobrepesca y la llegada de plástico, el futuro no es muy halagüeño. Ni siquiera en la II Conferencia de los Océanos, recién celebrada en Lisboa, se ha conseguido que los 142 países participantes cierren pactos vinculantes y amb...
El maltrato a los océanos continúa sin que nadie lo frene. Con la temperatura, el nivel del agua y la acidez en ascenso y sin que se tomen medidas efectivas para frenar la sobrepesca y la llegada de plástico, el futuro no es muy halagüeño. Ni siquiera en la II Conferencia de los Océanos, recién celebrada en Lisboa, se ha conseguido que los 142 países participantes cierren pactos vinculantes y ambiciosos.
— La temperatura de la Tierra ha aumentado 1,1 grados en la última década desde la época preindustrial (1850-1900) debido a la actividad humana, y los océanos no son inmunes a este efecto de horno. En el papel de sumidero que les ha tocado, las masas de agua ayudan a mitigar el cambio climático y han almacenado el 90% del exceso de calor generado por las actividades humanas. Pero a un precio. En los últimos dos decenios, el calentamiento de la capa superior del agua —hasta los 2.000 metros de profundidad— se ha desbocado y alcanzó niveles sin precedentes el año pasado, cuando gran parte de los océanos “se vieron afectados por al menos una ola de calor marina intensa”, indica la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Los picos de altas temperaturas se han duplicado desde 1982 y atacan con especial ferocidad a los arrecifes de coral de aguas cálidas, bosques de algas y praderas marinas, que están en alto riesgo. También se producen colapsos en las pesquerías, con especies que se desplazan más hacia el norte o a mayor profundidad en la huida.
Olas de calor marinas que se duplican
— Una de las consecuencias más reconocibles del calentamiento son los episodios de blanqueamiento que sufren los arrecifes de coral, como el ocurrido este año en la Gran Barrera australiana, el cuarto en los últimos siete años. Más cerca, en el mar Mediterráneo, las olas de calor están llevando al colapso a las poblaciones de coral, revela un estudio del CSIC y la Universidad de Barcelona publicado este año. En algunos casos, su biomasa se ha reducido entre un 80% y un 90%. Los picos de calor se suceden sin dar tiempo a su recuperación.
El nivel del mar crece
— En 2021 la escalada de la subida del nivel del mar continuó. En la última década se ha elevado 4,5 centímetros y el aumento anual entre 2013 y 2021 es más del doble que entre 1993 y 2002, indica la OMM. Detrás aparece la dilatación térmica (cuando el agua se calienta, se expande y ocupa más espacio) y la pérdida de hielo, tanto del derretimiento de los polos como de los glaciares. Las poblaciones costeras quedan más expuestas a las inundaciones, aumenta la vulnerabilidad a los ciclones tropicales y el retroceso de las costas provoca que haya poblaciones obligadas a migrar. De media, los glaciares del planeta se han reducido en 33,5 metros desde 1950 y el 76% de esa pérdida se ha producido desde 1980.
— El año pasado fue especialmente malo para los glaciares de Canadá y del noroeste de Estados Unidos debido a las olas de calor y los incendios de verano. En Groenlandia se produjo un episodio excepcional de deshielo a mediados de agosto y por primera vez llovió en Summit Station, el punto más elevado del manto de hielo, situado a 3.216 metros.
Más ácido, con ph a la baja
— Los océanos encierran el 30% del CO2 procedente de la actividad humana. Este gas se disuelve en la superficie del agua y luego se distribuye hasta llegar a las profundidades, donde se acumula. Y los océanos se van volviendo más ácidos porque este proceso disminuye su pH. El IPCC (grupo de expertos de Naciones Unidas de cambio climático) ha advertido de que el pH de la superficie de mar abierto se encuentra en su nivel más bajo desde hace como mínimo 26.000 años y de que el ritmo de pérdida no tiene precedentes, al menos, desde esa época. Este proceso perjudica, por ejemplo, al desarrollo de especies que construyen su caparazón o esqueletos con carbonato calcio como los corales o los moluscos y también puede afectar al fitoplancton. Mejor le irá a una de las medusas típicas del Mediterráneo, la Cotylorhiza tuberculata, que se podrá llegar a aclimatar.
Plásticos y sobrepesca
— A finales de junio se avistó un tiburón peregrino de cuatro metros en las playas de Oleiros (Galicia). Poco después apareció muerto por una obstrucción digestiva generada por objetos plásticos. Es una de las víctimas del basurero en el que se han convertido los océanos. También hay animales que se enredan en piezas de plástico de las que no se pueden liberar y se han encontrado microplásticos (fragmentos inferiores a cinco milímetros) en los intestinos del 58% de las sardinas y en el 60% de las anchoas. Nada extraño dado que cada año se estima que acaban en el mar unas 13 toneladas de este material. De no revertirse la tendencia, dicen los científicos, habrá más plásticos que peces para 2050. La fauna marina se enfrenta también a la sobrepesca y a artes de pesca especialmente dañinas como las redes de arrastre, que capturan todo lo que encuentran a su paso.
¿Algo que hacer?
— Es imprescindible disminuir los gases de efecto invernadero y apostar por energías renovables. Para limitar el calentamiento a 1,5 grados se necesitaría que “la mitigación fuera rápida y a gran escala” y un enfoque que implique a empresas, industrias y todas las partes interesadas, indica el IPCC. Organizaciones como Oceana o Greenpeace denuncian la falta de ambición de la II Conferencia de los Océanos de la ONU, celebrada en Lisboa a finales de junio, y piden un tratado global en el que todas las naciones se comprometan a proteger al menos un 30% de las aguas internacionales para 2030, donde se recuperarían las especies. España tiene como objetivo cumplir esa cifra y llegar al 25% en 2025. De momento, solo hay protegido un 12% de las aguas nacionales. Los conservacionistas advierten de que la medida debe ser efectiva.