La ciencia explica el fenómeno de los miembros fantasma
Cuando alguien sufre una amputación es probable que siga sintiendo dolor o picor en esa extremidad, aunque ya no esté. El fenómeno, lejos de ser un mito, es real y tiene explicación científica.
A diferencia de otros animales, el ser humano cuando nace se encuentra todavía en proceso de desarrollo. Por eso estamos tan indefensos, necesitamos esa protección de nuestros padres y al crecer no recordamos nada de nuestra etapa inicial. Los primeros años de crecimiento son vitales para la correcta formación del sistema nervioso y eso implica la creación de nuevas neuronas y de nuevas conexiones entre ellas. Durante las primeras fases del crecimiento, a la vez que aprendemos a andar o a controlar algunas de nuestras funciones fisiológicas, el sistema nervioso también se va ajustando para dom...
A diferencia de otros animales, el ser humano cuando nace se encuentra todavía en proceso de desarrollo. Por eso estamos tan indefensos, necesitamos esa protección de nuestros padres y al crecer no recordamos nada de nuestra etapa inicial. Los primeros años de crecimiento son vitales para la correcta formación del sistema nervioso y eso implica la creación de nuevas neuronas y de nuevas conexiones entre ellas. Durante las primeras fases del crecimiento, a la vez que aprendemos a andar o a controlar algunas de nuestras funciones fisiológicas, el sistema nervioso también se va ajustando para dominar estos procesos estableciendo las conexiones correctas entre las neuronas. Prueba de ello es que, si a alguien le tapan un ojo en el momento de nacer y se lo destapan al cabo de unos años, ese ojo, a pesar de estar sano, será ciego, pues el cerebro no habrá aprendido a usarlo y no estará conectado con él. De forma similar, pero al revés, cuando tu cerebro ha aprendido a manejar y localizar una parte del cuerpo, si esta desaparece, el cerebro sigue pensando que está ahí, y esto es un verdadero problema para el que lo sufre.
El médico francés Ambroise Paré en el siglo XVI ya describió los “fantasmas sensoriales”. También René Descartes hace referencia a este fenómeno en una de sus obras. La primera descripción rigurosa se la debemos a Silas Weir Mitchell, padre de la neurología americana. Después de la batalla de Gettysburg, en la guerra de Secesión, muchos pacientes fueron llevados al hospital, la mayoría con amputaciones de miembros. Mitchell anotó que, de 90 amputados, 86 describieron sensaciones debidas a esa extremidad, y anotó minuciosamente el tipo de sensación, no solo dolor o picor, también encogimiento o calor. Parece ser que el interés por esta patología surge de su amistad con el poeta Walt Whitman. Durante la guerra, Whitman fue a buscar a su hermano, herido en Fredericksburg (Estado de Virginia). A raíz de esa visita pasó tres años de voluntario en un hospital de campaña atendiendo y acompañando a heridos y recogió muchos relatos de soldados amputados que hablaban de los fantasmas de su propia carne que volvían para atormentarlos. En el capítulo 108 de Moby Dick, el capitán Ahab también describe que todavía siente su pierna amputada.
¿Cómo explica la ciencia esos presuntos fantasmas? Dentro de nuestro cerebro existen áreas que regulan funciones concretas. Determinadas lesiones en el cerebro pueden hacer que perdamos el gusto, el habla o la movilidad de cierta zona. De la misma forma, hay lugares precisos que integran la información sensorial que recibimos de un determinado brazo o pierna. ¿Qué pasa cuando amputamos ese brazo o esa pierna? El cerebro sigue teniendo la zona que integra las señales de esa extremidad. Al dejar de recibir señales de los miembros periféricos, esta parte del cerebro que ha dejado de tener función genera descargas espontáneas que son interpretadas como dolor, picor o molestia.
¿Se puede tratar una enfermedad con un origen tan complicado? ¿Se pueden dar analgésicos a un miembro que ya no está? Tradicionalmente se trataba de intervenir sobre el muñón, pero obviamente el problema no está ahí. También se han utilizado medicamentos contra el dolor, pero a diferencia del dolor puntual, el dolor crónico es difícil de tratar. El médico indio Vilayanur S. Ramachandran ideó un sistema ingenioso. Partió de la base de que la gente que había tenido el miembro paralizado antes de la amputación era más propensa a sentir el miembro fantasma. Esto implicaba que durante un tiempo los pacientes habían intentado mover la extremidad, sin éxito, lo que había creado una realimentación sensorial que se quedaba grabada. El dolor se debería a que el cerebro interpretaba que debía seguir intentando mover el miembro que estaba paralizado. Según esto, la terapia consistiría en reeducar al cerebro para eliminar esta supuesta parálisis. Para eso utilizaba una caja con un espejo en la que el miembro sano, por medio del reflejo, imitaba al miembro amputado y el cerebro interpretaba que ya no estaba paralizado. Esta terapia con la caja espejo ha tenido cierto éxito, aunque muchos estudios que describen el uso de esta terapia no cuentan con la metodología adecuada, por lo que su uso sigue siendo controvertido. Queda claro que la mayor caja de sorpresas no es la de los espejos de Ramachandran, sino nuestro cerebro.
Cerebro mutable
Se pensaba que las áreas que el cerebro dedica a cada capacidad son inmutables. Eso provocaba que algunos tumores cerebrales fueran inoperables, por afectar a zonas funcionales. En 2016 un equipo de científicos españoles descubrió que utilizando la estimulación magnética transcraneal algunas tareas cerebrales podían cambiarse de sitio, lo que permitiría acceder quirúrgicamente a determinadas áreas sin perder la funcionalidad.
J. M. Mulet es catedrático de Biotecnología.