Buena Pinta 2017, un brindis al terruño

Es impagable la labor del esforzado grupo de pequeños viticultores cuya honestidad los lleva a sacrificar tareas más provechosas para elaborar pequeñas cantidades de botellas sin caer en la tentación del marketing superlativo y los precios por las nubes. Ellos están mostrando con sus vinos las inmensas posibilidades vitivinícolas de España, más allá de las denominaciones de origen ya consagradas. Es el caso del enólogo, viticultor y bodeguero Juan Antonio Ponce. Tras una colaboración instructiva con Telmo Rodríguez, uno de los abanderados de la renovación vitivinícola española, se dec...

Es impagable la labor del esforzado grupo de pequeños viticultores cuya honestidad los lleva a sacrificar tareas más provechosas para elaborar pequeñas cantidades de botellas sin caer en la tentación del marketing superlativo y los precios por las nubes. Ellos están mostrando con sus vinos las inmensas posibilidades vitivinícolas de España, más allá de las denominaciones de origen ya consagradas. Es el caso del enólogo, viticultor y bodeguero Juan Antonio Ponce. Tras una colaboración instructiva con Telmo Rodríguez, uno de los abanderados de la renovación vitivinícola española, se decidió a elaborar sus propios vinos. Cuenta para su modesta aventura, grande en objetivos, con viñedos muy viejos, algunos de pie franco, ubicados en dos pequeñas parcelas: una de dos hectáreas plantadas con la variedad autóctona moravia agria y otra de 1,5 con garnacha.

De ellas nace este singular tinto, capaz de narrar con nitidez el terruño. Con la mínima pero imprescindible intervención enológica, que incluye una ligera crianza de siete meses en barrica de 600 litros de roble francés, logra un vino muy actual, lleno de jugosa frutosidad silvestre, elegantemente matizada de especias punzantes, plantas aromáticas, flores secas y aceituna negra. Ligero pero con volumen, deja un fresco regusto a regaliz.