Análisis

Hay respuesta, hay futuro

Hace falta un escudo social para los más vulnerables y quienes pueden perder el empleo

Una oficina de empleo en Madrid. Imagen de archivo.Juanjo Martín (EFE)

En Espana hay 3,1 millones de trabajadores por cuenta propia y 4,4 millones de asalariados con contratos temporales. El fuerte peso de la microempresa y la dualización del mercado de trabajo nos convierten en una economía muy vulnerable a los shocks económicos, incluso los temporales. Lo demostramos en la gran recesión: en el primer trimestre de 2009 la economía se contrajo un 2,6% y el empleo cayó un 3,9%, lo que supuso 800.000 desempleados en tres meses. Todavía no nos hemos recuperado de lo que ocurrió hace diez años.

No sabemos cuánto puede caer ahora el PIB, pero sería mej...

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En Espana hay 3,1 millones de trabajadores por cuenta propia y 4,4 millones de asalariados con contratos temporales. El fuerte peso de la microempresa y la dualización del mercado de trabajo nos convierten en una economía muy vulnerable a los shocks económicos, incluso los temporales. Lo demostramos en la gran recesión: en el primer trimestre de 2009 la economía se contrajo un 2,6% y el empleo cayó un 3,9%, lo que supuso 800.000 desempleados en tres meses. Todavía no nos hemos recuperado de lo que ocurrió hace diez años.

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No sabemos cuánto puede caer ahora el PIB, pero sería mejor no tratar de descubrir hasta dónde podríamos llegar si dejásemos que fueran la incertidumbre y la pasividad los que encontrasen el nuevo equilibrio. Hay que reaccionar, con rapidez y contundencia, pero también con credibilidad y realismo. Es lo que parece que ha hecho el Consejo de Ministros de ayer. Definir cuatro áreas de acción —familias, trabajadores, empresa y servicios sanitarios— y comprometer recursos públicos y privados que suponen el 20% del PIB es la respuesta drástica y decidida que se le estaba reclamando al Gobierno.

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A falta de conocer los detalles, el paquete es a priori creíble y debería contar con el apoyo unánime de las restantes fuerzas políticas y agentes sociales. Ante la incertidumbre económica la única vacuna efectiva es que los ciudadanos recuperen la confianza en la capacidad de respuesta del Estado y del sector privado. Y para ello necesitan consenso y realismo. Necesitan comprobar que las medidas no son puro relato, sino que están diseñadas por profesionales que saben lo que hacen. Aunque seguramente habrá que ir ajustándolas responden a un diagnóstico compartido y descansan en instituciones e instrumentos que funcionan: nuestro Estado del Bienestar, el dialogo social y territorial, el sector privado, y nuestra pertenencia a la UE como garantía última de que el esfuerzo será financiable. Porque también de esta sostenibilidad financiera depende su eficacia. No está el mundo para seguir creyendo que las facturas de esta crisis o no existen o las van a pagar otros. Las vamos a pagar entre todos, repartiendo sus costes, esperemos que de forma equitativa, y en todo caso lo haremos en mejores condiciones que si el esfuerzo lo enfrentáramos solos. La única cosa buena que hasta ahora ha traído esta crisis es el desprestigio definitivo del populismo, el amateurismo y la incompetencia.

Las medidas son conceptualmente correctas. Hace falta un escudo social que facilite la protección de los más vulnerables y de aquellos que temporalmente van a perder sus empleos. La flexibilización de los ERTE es un buen instrumento: además de proteger a los trabajadores de las perdidas temporales de renta, disminuye costes en las empresas y, además, los expedientes son automáticamente reversibles. Es social y además un excelente estabilizador automático. Ese escudo viene precedido por el aseguramiento de la liquidez a las empresas mediante avales por 100.000 millones que debe evitar que las empresas quiebren por falta de liquidez o de crédito. Se trata de un escudo empresarial tan social y necesario como el anterior, y que podemos activar porque tenemos bancos capaces de hacerlo. En 2008, los bancos eran el origen del problema, hoy son parte de la solución. No hay que rescatarlos, sino usarlos para salvar a los autónomos y a las empresas. Hay que evitar que colapsen por falta de liquidez o de crédito las empresas solventes y con ellas el empleo y el sistema de pagos del país. Ojalá los bancos también estén a la altura del reto y aprovechen esta oportunidad para reconciliarse con la sociedad.

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