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La infancia en 24 horas

La vida jordana de los niños refugiados

Zakaria nació en Siria en 2012, un año después de que empezara la guerra. Hamza ya nació en Jordania, un país que acoge a más de 600.000 refugiados sirios, la mitad de ellos niños. Seguimos a los dos hermanos durante una jornada en Amán, donde residen con su familia.

Zakaria, de 7 años, rodea con el brazo a su hermano Hamza, de 6. Estos dos niños refugiados sirios viven en Amán (Jordania). El mayor nació en Siria, el menor ya lo hizo en Jordania. Sus padres son originarios de Alepo.Samuel Sánchez
Los niños se levantan de madrugada con la ciudad aún a oscuras. Lo primero que hacen son sus abluciones bajo la atenta mirada de su padre, Mohamed.Samuel Sánchez
Hamza y Zakaria rezan con su padre Mohamed. Los niños viven junto a su padre, su madre y su pequeña hermana en un apartamento en una de las zonas más humildes de Amán.Samuel Sánchez
Jordania es el segundo país del mundo con más refugiados ‘per capita’ (tras Líbano). Acoge a 1,3 millones de sirios, de los cuales unos 660.000 han sido registrados oficialmente como refugiados por ACNUR. En la imagen, Hanan, la madre, prepara un bocadillo para sus hijos. Su nevera está casi vacía.Samuel Sánchez
Hanan, la madre, ayuda a sus hijos a vestirse para ir al colegio jordano mientras Shams, la bebé, juega. La mayoría de personas que han huido del conflicto sirio no viven en los campos de refugiados sino en las zonas más deprimidas de la ciudad.Samuel Sánchez
La mitad de los refugiados sirios que viven en Jordania son niños. Los colegios de Amán se han visto obligados a duplicar los turnos para acoger a todos en sus aulas. En la fotografía, la madre despide a sus hijos antes de ir a clase.Samuel Sánchez
Zakaria nunca suelta de la mano a su hermano Hamza cuando van de camino al colegio por calles polvorientas. “Es mi mejor amigo”, dice el mayor. “Le quiero y le respeto”. Ambos asisten a la escuela jordana en el turno de tarde, que comienza a mediodía.Samuel Sánchez
Un pequeño alboroto en el autobús escolar. Los profesores cuentan que muchos de los niños sirios tienen un comportamiento agresivo. Cuando Zakaria entró en el colegio pasó por una época de frecuentes peleas. Hoy es uno de los mejores alumnos en la escuela.Samuel Sánchez
Zakaria y Hamza son como calcos en el aspecto exterior. Pero el mayor tienen un carácter más lanzado y nervioso; el pequeño es algo más retraído. El autobús les lleva hasta un centro Makani (“mi espacio “, en árabe), una escuela gestionada por Unicef en uno de los barrios más vulnerables de la ciudad.Samuel Sánchez
En el centro Makani se mezclan niños sirios, sudaneses, egipcios, jordanos (la mayoría de origen palestino) y de la etnia dom. Dan clase de inglés, de matemáticas, de árabe. Aprenden a través del juego. Pero es sobre todo un lugar que trata de integrar y dar pautas de vida a los más pequeños.Samuel Sánchez
La familia vive en un barrio congestionado, lleno de coches y sin espacios públicos. Los niños no pueden jugar en la calle. Pero los viernes, el día de descanso, los padres los llevan caminando hasta el parque más cercano, a unos 30 minutos de su casa.Samuel Sánchez
Mohamed y Hanan se casaron en 2011, el año en que comenzó la guerra en su país, Siria. Ella tenía 15 años, él 26. Los dos dejaron la escuela muy pronto, a los 12 años. El padre empezó a trabajar a los 9. “No tuve infancia”, dice. “Me negaron el derecho a ser niño”.Samuel Sánchez
Hora del almuerzo en el parque. La familia, que solía vivir del empleo del padre como confeccionador y tapicero, ha dejado de tener ingresos. Vive de cupones de comida. Y hace una semana vendieron su última joya de oro (el anillo de boda de la madre) para hacer frente a las deudas acumuladas.Samuel Sánchez
El padre aún conserva un pequeño taller de costura. Trabajó de sastre y le fue bien como tapicero, pero ya no logra vender género. La presión que ejercen los refugiados sobre la economía jordana se suma al desgaste de una región en declive. La situación de las personas vulnerables sigue empeorando. Hamza y Zakaria suelen dejarse caer por el local cuando regresan de clase.Samuel Sánchez
El padre ha taladrado una canasta en el recibidor de la casa para jugar al baloncesto con sus hijos. Quiere recuperar con ellos la infancia que él no tuvo. A Zakaria, que no para quieto, también le gusta colgarse de las cortinas de la cocina.Samuel Sánchez
Hora de hacer los deberes en el cuarto de Hamza y Zakaria. El padre, tapicero, se encargó de alfombrar el suelo, las camas (emulando coches) e incluso la cómoda. A los niños les gustan los dibujos de los Angry Birds y los Minions.Samuel Sánchez
La pizarra del cuarto de los niños. En ella, Zakaria inventa a menudo cuentos como el de ‘Zakaria y el monstruo’, en el que un bicho trata de comerse a su hermana pequeña, pero Hamza y él logran matarlo.Samuel Sánchez
Otro momento de estudio de Zakaria sobre una mesa tapizada por su padre. “De mayor me gustaría ser ingeniero para poder construir casas”, dice el pequeño.Samuel Sánchez
Zakaria y Hamza juegan al fútbol al atardecer en la azotea de su bloque. Uno vestido de Messi y el otro de Salah, el ídolo egipcio que juega en el Liverpool.Samuel Sánchez
Atardecer en Amán visto desde la azotea del bloque donde viven Zakaria y Hamza, junto al barrio de Jabal Al Natheef, que albergó a los refugiados palestinos que huyeron de Israel en 1948 y desde entonces ha seguido acogiendo a nuevos refugiados. Su estructura laberíntica y caótica parece un resumen de la historia reciente de la región.Samuel Sánchez