Cuatro teorías sobre la barba de Pablo Casado

Hombre de mejillas rasuradas desde el inicio de su vida pública, el político ha alterado notablemente su aspecto, robándole protagonismo a Isabel Díaz Ayuso el día de su toma de posesión

Pablo Casado durante la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso el pasado 19 de agosto en Madrid.Foto: Getty

A fecha de publicación de este artículo, y a pesar de las voces que vaticinaban su desaparición inmediata, la barba de Pablo Casado (Palencia, 1981) sigue ahí. Y ya lleva camino de cumplir una semana a plena luz, después de que el presidente del Partido Popular le robara el protagonismo a Isabel Díaz Ayuso el día de su toma de posesión con una jugada digna de una estrella del viejo Hollywood.

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A fecha de publicación de este artículo, y a pesar de las voces que vaticinaban su desaparición inmediata, la barba de Pablo Casado (Palencia, 1981) sigue ahí. Y ya lleva camino de cumplir una semana a plena luz, después de que el presidente del Partido Popular le robara el protagonismo a Isabel Díaz Ayuso el día de su toma de posesión con una jugada digna de una estrella del viejo Hollywood.

Los golpes de efecto capilares, de Sansón a Britney Spears, son fuente inagotable de conversación y especulaciones, y en los últimos días se han sucedido los debates acerca de la oportunidad y el acierto de que Casado, hombre de mejillas rasuradas desde el inicio de su vida pública, se deje crecer una barba mediana, cuidada y que altera notablemente su aspecto.

A continuación, cuatro teorías acerca de este cambio de imagen:

1. Casado llega tarde a la tendencia, pero llega

Xabi Alonso, Josep Guardiola, el grupo del rock Kings of Leon y el modelo del anuncio de Trivago inauguraron la década de 2010 con una obsesión capilar bien definida: la barba poblada como símbolo de hombría pero también de cambio generacional. Con la crisis, los jóvenes ya no querían parecer afeitados ejecutivos de la city londinense sino artesanos, carpinteros, mecánicos o panaderos. La barba hipster llegó en el mismo carromato retro del que se apearon, sucesivamente, las cervezas artesanas, las bicicletas de piñón fijo y los ukeleles. De ahí pasó a la publicidad, de ahí a la moda, a las estrellas del deporte y a los reality shows. Es decir, a todas partes. Y, además, para quedarse. Ahora que un par de generaciones de hombres ya no recuerdan su propio aspecto cuando no llevaban barba, Casado, con la proverbial clarividencia de los políticos para enterarse de qué va el mundo, podría haberse dado cuenta de que con barba está más cool, más moderno y menos rígido. ¿Llega diez años tarde? Puede ser. ¿Está en su derecho de unirse a la tendencia cuando le parezca? También.

Pablo Casado en Agaete, Canarias, en la última imagen que el político ha publicado en su cuenta de Instagram.Foto: Instagram

2. Abascal, Espinosa de los Monteros y El Cid

Hay un hermoso refrán didáctico que dice que “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”, pero nadie dice que uno no pueda cargarse la mitad del refrán y concluir que, si tu vecino lleva barba, tú también. Y los vecinos políticos de Casado, en los últimos tiempos, son varones de rostro hirsuto como Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros, dos hombres para quienes la hombría es ley (literalmente). No sabemos si las barbas de la ultraderecha descienden de la de Rodrigo Díaz de Vivar (“¡Dios, cómo es bien barbado!”, aclama el narrador del Cantar de Mio Cid), pero ellos actúan como si así fuera, así que no hay que descartar que la barba de Casado sea un modo de alzar la voz y ponerse a la altura (capilar) de sus compañeros de viaje en Andalucía y Madrid.

3. Todo ha sido un error de previsión

En realidad, sí hay una versión, algo pedestre, del asunto: según publicó El Confidencial, Casado se fue de vacaciones a Ávila, se olvidó la maquinilla, se dejó crecer la barba y viajó a Madrid directamente sin pasar por casa, así que no tuvo tiempo de afeitarse. Podía haberlo hecho justo antes de la toma de posesión de Ayuso, pero es de piel sensible y, como todo exbarbudo sabe, el hombre que se afeita tras varios días sin hacerlo puede exponerse a una irritación muy poco estética. Vale, tiene sentido. Pero también esta versión tiene puntos débiles. Por ejemplo, que Ávila no es Vanuatu, y hasta las gasolineras venden maquinillas desechables. O que hacen falta muchos días para que una barba poco poblada como la del popular alcance la longitud que le hemos visto en público.

4. Porque le apetece

Ya lo explicaba el antropólogo Nicola Squicciarino en su ensayo El vestido habla (1986). Para entender por qué el ser humano se viste, adorna y acicala, hay que atender a criterios de estatus (véase el primer punto de este artículo), simbólicas (el segundo punto) y de adaptación al entorno (el tercero), pero sin olvidarse de una necesidad tan imperiosa como las anteriores: el sentido lúdico. Es decir, el gusto por el cambio, por la experimentación y por ese imponderable llamado “verse guapo”. Cabe la posibilidad de que la barba de Casado simplemente sea la demostración de que el presidente del Partido Popular, como ser humano, ha querido probar a llevar barba para ver qué pasaba. Pero, como político, no debe olvidar que la imagen es comunicación, y que la comunicación solo funciona si hay un receptor al otro lado. Y receptores, en cierto modo, somos todos los que seguimos preguntándonos en vano por qué demonios Pablo Casado se ha dejado barba.

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