Columna

En la escuela

Ningún centro en Cataluña cumple con el mínimo legal de 25% de horas en lengua castellana en asignaturas troncales y con el material didáctico en esta lengua

Alumnos de secundaria en un instituto catalán.Massimiliano Minocri

La Asamblea por una Escuela Bilingüe (repárese: bilingüe) ha elaborado un informe que supone una completa radiografía del statu quo lingüístico de las escuelas catalanas, al menos en sus objetivos declarados (pues siempre habrá docentes que atemperen por su cuenta el dogmatismo oficial en beneficio de la tolerancia, la eficacia y el sentido común). La metodología ha sido el cotejo sistemático de los proyectos lingüísticos publicados por los centros docentes. Siguen algunas conclusiones.

Así, por ejemplo, sabemos que ningún centro en Cataluña cumple con el mínimo legal de 25% de...

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La Asamblea por una Escuela Bilingüe (repárese: bilingüe) ha elaborado un informe que supone una completa radiografía del statu quo lingüístico de las escuelas catalanas, al menos en sus objetivos declarados (pues siempre habrá docentes que atemperen por su cuenta el dogmatismo oficial en beneficio de la tolerancia, la eficacia y el sentido común). La metodología ha sido el cotejo sistemático de los proyectos lingüísticos publicados por los centros docentes. Siguen algunas conclusiones.

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Así, por ejemplo, sabemos que ningún centro en Cataluña cumple con el mínimo legal de 25% de horas en lengua castellana en asignaturas troncales y con el material didáctico en esta lengua. Es interesante observar que el curso que viene 75 centros catalanes —61 públicos— sí ofrecerán un tercio del horario lectivo en lengua francesa, por lo que el problema no parece ser el deseo de salvaguardar a todo trance la inmersión total en catalán, sino asegurar la radical exclusión del español, lazo afectivo con España que no conviene potenciar. Lo corrobora que casi el 100% de los proyectos lingüísticos —que abundan en consideraciones identitarias, a veces de carácter étnico, como el que da en distinguir entre alumnos catalans y alumnos castellans-espanyols— vete el uso del castellano en todos los ámbitos del centro: aula, pasillos, patio o comedor. No parece del todo infundada así la leyenda, que siempre costó creer, de que el nacionalismo fiscaliza la lengua que usan los alumnos en el recreo (un informe de Plataforma per la Llengua revela que en zonas urbanas los alumnos usan con preferencia el español; se desconoce cómo se obtuvieron los datos).

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Ha causado también inquietud (pero no mucha) el caso de una supuesta agresión de una maestra a una niña a la que vio pintando una bandera de España. La Generalitat no da por probada la agresión, aunque poco se explica entonces el parte médico que recoge los golpes, al parecer producidos mientras la maestra sacaba a la niña con malos modos de la clase al pasillo, para que pudiera meditar sobre sus faltas.

Volviendo al asunto lingüístico, el secretario de Estado de Educación ha sugerido fomentar el aprendizaje de lenguas cooficiales en todas las comunidades autónomas. Es una buena idea que siempre he defendido. Pero es difícil creer que una medida así logre reunir consensos mientras en Cataluña el nacionalismo profundiza en su deriva monolingüe, en abierto desprecio de la inveterada lengua franca entre españoles. En un momento en España en que mucha gente se preocupa por las amenazas a los derechos y libertades de todos, quizá no resulte excesivo reclamar algo de atención a cuanto sucede en las escuelas de la Generalitat. Que no es democrático, ni liberal, ni pluralista, ni inclusivo, ni sensato, ni justo, ni federal. Para un modelo que sí es todo esto, lean a Mercè Vilarrubias y su libro Por una Ley de Lenguas: Convivencia en el plurilingüismo (Deusto).

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