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13 formas que tienen nuestros antepasados de llamarnos mojigatos

Lo que se atrevieron a evocar y hoy nos ruborizaría

Ante la dificultad de muchos para aprender el alfabeto cirílico, el artista ruso Sergei Merkurov se dio cuenta de que la letra entraba mejor con los ‘juguillos’ sexuales que con la sangre, y creó, en 1930, cuando la lengua rusa se convertía en seña de identidad del estado socialista, este Alfabeto Erótico Soviético. En estas letras calientes se incluyen actos hetero y homosexuales, sexo oral, tríos y hasta zoofilia. El mismo autor conoció el éxito posterior haciendo máscaras mortuorias para Tolstoi, Lenin, Mayakovsky o Einsenstein, además de grandes monumentos a Stalin.
Entre el 250 y 550 D.C. los hindúes ya escribieron (en sánscrito) un manual sexual ilustrado donde está casi todo lo que hay que saber sobre los intercambios carnales, tanto que el ‘Kama-sutra’ (atribuido al religioso Vatsiaiana), ha pasado al imaginario común como una especie de eterno ‘best-seller’ sobre la sexualidad y otros temas como la seducción, los besos y actos preliminares, el sexo oral, los tríos o las cortesanas. Desde aquellos hasta hoy se han hecho multitud de ediciones, versiones y todo tipo de ‘merchandising’.
En teoría, según reza este anuncio, este vibrador servía para aplicarlo por todo el cuerpo y obtener una incomparable sensación de relajación. Sin embargo, la propia forma del artilugio (un cilindro romo que mide 19 centímetros y tiene un diámetro de 3,8) no deja demasiadas dudas sobre su verdadera utilidad. La historia del vibrador es curiosa: fue un instrumento para tratar la ‘histeria’ femenina (una enfermedad inexistente), hasta que, tras la explosión feminista de los 60, se reivindicó como el instrumento de placer y liberación que es hoy en día.
La Edad Media fue un tiempo muy propicio para muchas formas de amar como se ve en esta imagen donde los habitantes de aquella época se acurrucan de dos en dos y de tres en tres. La pintura se expuso en la exposición ‘El amor cortés’, en 2014 en París, que desmontaba mitos como el cinturón de castidad, la falta de higiene o los matrimonios precoces. En cambio, en el Medievo la Iglesia permitía actividades hoy mal vistas como la prostitución (se consideraba una actividad económica importante que contribuía a la salud pública) y muchos sacerdotes vivían en concubinato. Eso sí, la única postura reconocida era el misionero y los clérigos tenían la obligación conocer las otras posibilidades para imponer penitencias.
¿Se imaginan que acuñaran euros con imágenes subidas de tono? El todopoderoso Imperio Romano, que por primera vez produjo una Europa fuerte y unida, tenía monedas como esta, llamada Sprintia, acuñada en bronce o latón, que refleja la gran libertad sexual de la época. Se especula con que pudieran ser utilizadas para pagar a prostitutas que no hablaban el latín. La imagen lo decía todo. Otra opción es que fuesen utilizadas para juegos sexuales, como esos dados gamberros que nos parecen tan modernos y que venden hoy en día en los ‘sex shops’.
Aprender a besar es difícil, porque no suelen enseñarnos y, de niños, solemos tener que practicar con nuestro propio brazo hasta que llega el gran día. Pero en 1936 se publicó ‘The art of kissing’, escrito por Hugh Morris, un curioso tratado, profusamente ilustrado, que enseña todo sobre los ósculos. Con él los jóvenes y tórridos amantes de la época podían conocer de antemano las técnicas necesarias para llevar a cabo todo tipo de besos: espirituales, sorpresa, dolorosos, apasionados. Pero el libro lo deja claro: no hay dos besos iguales.
El checo Jacques Biederer fue uno de los pioneros de la fotografía de escenas 'sadomaso', como es el caso de esta alegre mozuela que cabalga a un señor y le da latigazos. Biederer comenzó su carrera en París en 1913 y después de pasar por otros motivos, como el desnudo clásico, se acercó al asunto del fetichismo: fustas, corsés, dominación..., una estética y un gusto que hoy en día siguen bastante presentes a poco que uno rasque la primera pátina de la sociedad. A Biederer le gustaba fotografiar a ‘dominatrix’ sonrientes o inocentes como esta que hacían sufrir a sus esclavos masculinos, siempre con un punto de humor y ajenas a demasiado dramatismo, puro juego. El fotógrafo, judío, murió en el campo de concentración de Auschwitz después de que los nazis ocuparan Francia.
Un juego sexual del extremo… Oriente. Se llama Kokigami, es japonés, procede de los aristócratas del siglo VII y consiste en disfrazar al pene con un disfraz de papel. ‘Koki’ se refiere a la parte del atuendo de los actores japoneses que cubre la parte genital, ‘gamia’ se refiere al papel (como en ‘origami’). Así se le presenta a la pareja el pene como un colorido paquete (nunca mejor dicho), regalo que tiene que desenvolver. ¿Qué habrá dentro?
Estos gigantescos genitales masculinos hinchables son una muestra de esa ilustración erótica de finales del siglo XIX que tenía también un pie en el terreno del humor. Es obra de Martin Van Maële (1863-1926), conocido dibujante francés al que le gustaba juguetear con estos temas. Su gran trabajo, que también incorporaba elementos más tétricos, fue el libro satírico ‘La gran danza macabra de los vivos’. En sus obras, además de este falo neumático, se ven a ocas con cabeza de pene, músicos que tocan enormes miembros sonoros u hombres ahorcados con sus propios órganos sexuales.
Esta imagen, extraída del libro ‘Culturas del erotismo en España 1893-1939’, de Maite Zubiaurre, da una idea del grado de sana apertura erótica que había florecido en España con la llegada de la modernidad y que fue arrancado de cuajo por la apisonadora beata franquista. La autora recoge todo tipo de materiales, desde artículos de intelectuales y feministas acerca de las teorías de Freud, novelas pornográficas, postales, grabados o cortometrajes eróticos o libros sobre higiene sexual. Una España sensual que murió ahogada por la España vencedora.
‘Filosofía en el tocador’ (1795) es uno de los más célebres títulos del divino Marqués de Sade, y esta escena de lo que ahora se llamaría un ‘gangbang’ (tipo de orgía) en el mundo del porno era una de las que ilustraba el libro. En la obra de Sade, del que viene el término 'sadismo', siempre el vicio sale victorioso frente a la virtud, y está plagada de escenas de sexo extremo y violencia, lo que le llevó a pasar 27 años (en tiempos de la Revolución Francesa) encerrado en fortalezas y manicomios, tomado por loco y libertino.
Las relaciones entre la Iglesia Católica y la sexualidad han sido tradicionalmente tensas. Sin embargo, su texto fundamental, la Biblia, está plagado de sexo y violencia, sobre todo en las páginas del Antiguo Testamento. 'María lloró sobre los pies de Jesús' es una novela gráfica de Chester Brown (viñeta, sobre estas líneas) que acaba de lanzar en español Ediciones La Cúpula. Ahí se recogen los episodios más tórridos de las Sagradas Escrituras: el vicio de Onán, que eyaculaba en la tierra, el adulterio de David y Betsabé o la historia de Rahab, prostituta de Jericó. El foco se sitúa en las mujeres que, en su autonomía, se alzaron sobre el patriarcado.