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Con c de cáncer y de cómic

María Hernández Martí ha usado para hablar de la enfermedad en Que no, que no me muero , su novela gráfica ilustrada por Javi de Castro

Lupe tiene cáncer de pecho. Así, sin paliativos. Y lo lleva como puede, que para ella es la única manera de llevarlo: no disimula, no se hace la fuerte, no se compadece de sí misma. Intenta mantener su normalidad, siempre que la enfermedad se lo permita: contestar mails, pasear a su perra, hacer la compra... Lupe es la protagonista de 'Que no, que no me muero' (Modernito books), el cómic escrito por María Hernández Martí e ilustrado por Javi de Castro. Cualquiera que lo lea puede pensar que este personaje es el 'alter ego' de la autora, ya que físicamente se parecen y padecen la misma enfermedad. Pero Hernández explica que no es así, que la protagonista de su historia está creada a partir de distintas personas, ella incluida, y que Lupe tiene una virtud que ella no, "el ser ficticia". Reconoce que lo que sí comparten es la actitud ante la vida, los mecanismos para enfrentarse a las dificultades, la mezcla de rabia y risa y el amor al absurdo.
Colmillos, fluorescente, jirafa, kiwi o vikingos son palabras que forman parte del abecedario que Hernández ha creado, también otras como cirugía, estrógenos, hospital o ñoña. Sus relatos, cada uno titulado con una palabra ordenada alfabéticamente, no tratan sobre el cáncer, la enfermedad es solo el trasfondo, la excusa que le sirve para mostrar las innumerables maneras de enfrentarse a las dificultades. Cómo cada persona afronta la adversidad de manera diferente. Lupe es impaciente y se indigna, no es, precisamente, un ejemplo de paz interior. Pero no es el único personaje, su amigo llora y se asusta tanto que es ella la que tiene que acabar pidiéndole una tila; Josefinita es esa molesta señora que uno se encuentra en cualquier sala de espera de hospital y que no para de contar desgracias, las suyas -siempre- peores que las de los demás. La declaración de intenciones de Hernández queda clara en la contraportada: "Si buscan serenidad, rollo zen y buenos sentimientos, aquí no es". No es un libro de autoayuda, no hay una moraleja, solo refleja situaciones y Hernández las plasma como las vive. En realidad, el que las ha convertido en imágenes ha sido Javi de Castro, el ilustrador que ha entendido el tono de las historias: "Cuando me llegaron me reí. Encaja en mi manera de ver las cosas". "Tenemos un sentido del humor parecido", afirma Hernández.
Javi de Castro construyó las páginas del cómic a partir de los textos. Trabajó con total libertad. Le gustaba la idea de que fueran pequeños relatos porque así tenía más oportunidades para jugar con el medio, que cada historia fuera diferente y lo ha conseguido. Recurre a distintos formatos, desde viñetas tradicionales, hasta a la recreación de la pantalla de un móvil, de correos electrónicos, picados en los que la cama ocupa toda la página... Lo que le resultó más difícil es plasmar los monólogos de Lupe, todas sus divagaciones... "También los relatos más oscuros, que quizá son los más dramáticos", comenta De Castro. La escritora es consciente de la suerte que tuvo de encontrarle, probó con otros ilustradores, pero el que mejor captó el tono fue este joven leonés, que está nominado a dos premios en el Salón del Cómic de Barcelona que se celebra esta semana -mejor obra publicada en España en 2015 junto con Josep Busquet con 'La última aventura' (Dibbuks) y autor revelación-. Él, además, recibió documentación de Hernández, fotografías de su ciudad, de hospitales, los pañuelos que llevaba.
Hay una parte de esta novela gráfica que recuerda a la historia que protagoniza Ricardo Darín en 'Relatos salvajes'. Esas ganas de explotar que todo el mundo ha sentido alguna vez, enfermo o no. "Eso se da de bofetones con la idea de que para estar enferma correctamente tienes que ser un ejemplo de paz interior. Una vez me preguntaron si sabía en qué parte de mi alma estaba enraizada mi enfermedad, contesté que en mi código genético". Hernández empezó escribiendo estos pequeños cuentos en un blog. Sheila Melhem, editora de Modernito Books, le animó a convertirlos en un cómic. "En un principio iba a ser un catálogo de impaciencias de Lupe, pero cuando terminamos nos dimos cuenta de que la protagonista aguanta carros y carretas y solo gritaba una vez", cuenta Hernández. "Vivimos demasiado contenidos. Yo me autocontrolo mucho, lo que no es necesariamente malo. Nadie tiene que tragarse mi mal genio. El 'yo soy así' es inasumible", añade. Y no, no le gusta la remolacha, la "odia". Está harta de que constantemente se la recomienden.
'Que no, que no me muero' habla también de tabús, de temas que cuesta plantear como el entierro de cada uno. Hernández añade una coletilla al título: "Y si me muero no es el fin del mundo". Explica que nos comportamos como si fuéramos inmortales, cuando en realidad somos extremadamente frágiles. Esta novela es una bofetada de realidad, de hechos, de esa mezcla de lo cómico y lo trágico que hay en la vida, el absurdo, en definitiva. No es ejemplo de nada, son situaciones que Hernández cuenta, desde lo que tiene más cerca, que es de lo que se alimenta para escribir. De eso, y de chocolate, que como paliativo, para ella, es el mejor.