La Guajira no quiere tener más sed

Los indígenas Wayúu reclaman soberanía para poder gestionar sus graves problemas en medio de la sequía y mantener sus tradiciones

Un indígena wayúu circula en bicicleta en La Guajira.Catalina Ruge / PNUD Colombia

En plena frontera entre Colombia y Venezuela, la zona más septentrional de América del Sur, hay sed. Porque el cambio climático se traduce en que hace dos años que no llueve y porque una mina de carbón, la Cerrejón, cambió una gran río de lugar varias veces, hasta que este desapareció. Y la corrupción está instalada en los gobiernos locales. Pero también viven allí más de 100.000 ciudadanos de etnia Wayúu que han conseguido sobrevivir y conservar sus costumbres, a pesar de los retos. Y que están dispuestos a seguir haciéndolo.

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Se trata de La Guajira, un terreno dividido entre desierto y sabana, pero donde también se erigen diversos parques verdes cuyas aguas podrían ayudar a paliar esa sed perpetua de niños y mayores, la cual se cree que, junto a la desnutrición, podría haber sido la causa de muerte de 5.000 menores en el último año, según han denunciado organizaciones locales (la cifra exacta es muy difícil de saber, puesto que muchos habitantes de la región no tienen documentos de ciudadanía o viven muy aislados de las localidades principales).

Varios son los retos a los que se enfrentan los ciudadanos Wayúu. Pero un amplio grupo de hombres y mujeres de diversas organizaciones locales lleva años trabajando en la creación de un plan que ha comenzado a concretarse. Una idea que impera es la de ganar una pizca de soberanía, es decir, recibir el apoyo de los gobiernos de Venezuela y Colombia para conseguir que les permitan gestionarse de acuerdo a los ideales de su cultura. Por ahora, están orgullosos de decir que, al menos, ambos gobiernos han comenzado a escuchar. “Hay una sensibilización sobre el asunto”, comenta uno de los portavoces del proyecto. Concretamente, hay 28 asociaciones y más de 700 jefes regionales apoyando estas ideas.

En plan abarca diversos ámbitos: educación, sistema de salud, gestión de las aguas o la concesión de cierto poder a los líderes indígenas, para ser ellos quienes se relacionen con las autoridades del Gobierno central.

Si los Wayúu consiguieron mantenerse en pie durante la colonización española fue, precisamente, por su manera de organizarse. En esta etnia guajira no hay un jefe máximo que mande sobre todos sino que, en cada familia, el tío materno es el encargado de representar a su clan y de tomar las decisiones. Explica Gustavo Valbuena, directivo de la Asociación de Jefes Familiares de la Zona Norte de la Alta Guajira Wayúu Araurayu que, mientras que en otras etnias, cuando los colonos mataban al jefe, dejaban a los nativos “descabezados” y estos pasaban a ser súbditos de la Corona, en la Guajira la situación no era tan simple. Matar a un jefe sólo suponía dejar a una familia sin líder.

Las relaciones con la Corona fueron cordiales. Pero el colonialismo para muchos indígenas de América Latina no acabó con la independencia de las repúblicas. Gustavo Valbuena ha estudiado durante los últimos años Derecho e Historia para sentar una base de defensa hacia el pueblo Wayúu, y explica que hasta 1810 (año en que comenzó el proceso de independencia de la República de Colombia) las leyes para los nativos eran más favorables para los indígenas en Colombia que las que se expidieron entre 1810 y 1991. "los criollos fueron implacables con los derechos de los indígenas", añade.

Ahora, en pleno Siglo XXI, la idea de los guajiros es continuar sobreviviendo gracias, de nuevo, a su propia gestión. No piden independencia. Respetan la soberanía de Colombia y Venezuela sobre la región, dividida por una línea casi recta, que fue delimitada por elección del Reino de España.

Casas en una Comunidad cercana a la Alta GuajiraBárbara Becares

Simplemente, los nativos del norte de Sudamérica, piden cierta autogestión sobre el territorio de la Alta Guajira, donde el 100% de la población es indígena —también la más afectada por la sequía—, la cual les permitiría administrar sus recursos, organizarse en el modo en que históricamente lo han hecho, ofrecer a los niños una educación adaptada a las ideas de sus ancestros o crear un sistema de salud que permita el uso de medicinas tradicionales.

El capitalismo ha irrumpido en unas regiones donde tradicionalmente se ha vivido de la ganadería y agricultura, sin que se haya integrado a estas comunidades. En La Guajira rural, tener un empleo remunerado es imposible. Pero el agua o la comida son bienes básicos que ahora cuestan dinero.

Otro problema grave es la corrupción. Hay que recordar que el sistema político que rige tanto en Colombia como en Venezuela difiere del Wayúu, pues ellos se organizan por familias. Por ello, la gran mayoría de los dirigentes de los municipios no son indígenas, sino mestizos, los cuales suponen algo más del 40% de todos los habitantes de la Guajira, y viven principalmente en las ciudades. Muchas comunidades aisladas no reciben ningún tipo de atención de estos gestores. Y las organizaciones indígenas se quejan de que entre la clase gobernante hay una gran corrupción que funciona con total impunidad. Explica Armando Valbuena, miembro de la Comisión Política de la ONIC (Organización Nacional de Indígenas de Colombia), que hay un subsidio de alimentación que envía el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, para “suministrar nutrientes complementarios” a los receptores, pero que, en su mayoría, “este no llega a su destino”.

"No rechazamos la influencia occidental"

Desde la Guajira de Venezuela, situada en el departamento de Zulia, el sentimiento es similar. Wolfgang Fernández, gestor cultural en Paraguaipoa, asegura que es necesario que ambos Estados creen políticas que vayan acordes a la forma de vida de los pueblos de la región. Según Fernández, necesitan contar con sus autoridades legítimas. "Hay una deuda histórica con los indígenas y solo pedimos que se respeten nuestros derechos como, por ley, se escribió que se haría”, añade

Nada tiene que ver con renegar de la globalización tal y como explica el periodista y educador Mermis Fernández: “hay que conocer lo que nos rodea, integrar lo que es bueno para el desarrollo, pero manteniendo las más importantes tradiciones Wayúu. No rechazamos la cultura occidental”. Mermis Fernández dirige la radio Fe y Alegría en la Guajira venezolana, en Paraguaipoa donde, junto con un grupo de expertos periodistas, todos ellos Wayúu, buscan preservar la lengua wayuunaiki, la historia, la cosmovisión de este grupo indígena y su tradición oral.

Propuestas para una autogestión

Las diversas organizaciones tocan varios de los retos pendientes de La Guajira en su plan de autogestión. Una de las ideas primordiales es la necesidad de contar con gente preparada y formada en diversos ámbitos como sanidad, educación, ciencia, demografía, legislación o comunicación.

  • Intregrar a los profesionales: Dice Gustavo Valbuena que, en los últimos años, los encargados de este proyecto se fueron preocupando de localizar personas Wayúu con formación superior y varios ya se han unido a la demarcación del proyecto. “Sabemos que necesitamos gente formada para tener credibilidad”.
  • Demografía y nutrición: Las asociaciones indígenas y los líderes territoriales creen que uno de los primeros pasos es hacer un estudio demográfico para conocer exactamente cuántos ciudadanos habitan en la Alta Guajira, esa zona desértica donde kilómetros de arena y tierra separan unas familias de otras, y conocer el movimiento existente entre Colombia y Venezuela, para poder crear un perfil de los ciudadanos y sus necesidades.
  • Atajar la sequía: Explica Gustavo Valbuena que se propone que los líderes comunitarios Wayúu tengan potestad para gestionar el agua del Parque Natural la Macuira, situado en la Alta Guajira. Otra iniciativa sería aprovechar las aguas subterráneas. Tradicionalmente, los indígenas obtenían sus aguas de pozas, llamadas jagüeyes, que se creaban tras analizar las corrientes las aguas subterráneas. Ahora esa tarea es más complicada puesto que la mina Cerrejón y el calentamiento global han trastocado el ecosistema, tal y como critican los ciudadanos de la región. Finalmente la tercera opción planteada, que es la más costosa y complicada, “casi imposible”, según Valbuena, sería la de desalinizar el agua del mar.
  • Educación adaptada a la cultura indígena: Mientras la educación que llega del plan de estudios nacional anima al crecimiento económico como la gran fórmula del éxito, los Wayúu quieren que en las escuelas, al igual que lo hacen en sus hogares, los niños puedan aprender a conocer y respetar a la naturaleza, por encima de los intereses económicos. Ahora mismo, explica Gustavo Valbuena, los encargados de este proyecto tendrían “capacidad para ofrecer educación a los casi 8.000 niños contabilizados en la región de la Alta Guajira”.
  • Medicina tradicional: Sin rechazar los avances científicos en cuanto a medicina, las organizaciones proponen que los doctores puedan también aplicar o recomendar a sus pacientes remedios naturales. Para ello se requieren doctores graduados que sean conocedores de la medicina tradicional.
  • Conservación de la historia: Las asociaciones guajiras querrían ser ellos mismos quienes conserven los documentos históricos de sus ancestros Wayúu, que ahora se encuentran dispersos en varios museos, casi todos en Europa. Entre otros asuntos, quieren que las cédulas reales correspondientes a sus derechos históricos, promulgadas en la etapa del colonialismo, vuelvan a su territorio.

Ahora bien, ¿hay esperanza de que los Gobiernos de Venezuela y Colombia lleguen a aceptar las peticiones de las asociaciones Wayúu y sus líderes? Responde Valbuena, sereno, con los papeles que a diario le rodean, y con los que se ha concretado un ambicioso plan: “Cuando se tiene la razón, entonces sí que hay esperanza”.

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