La cosa tarahumara

En algunas ciudades del primer mundo, el ‘best seller’ ‘Nacidos para correr’ ha puesto de moda el ‘running’ sin zapatos

En algunas ciudades del primer mundo se ha puesto de moda correr sin zapatos. La pulsión viene del best seller Nacidos para correr. En este libro, Christopher McDougall nos cuenta de esos corredores mexicanos inverosímiles que son los habitantes del pueblo tarahumara. Un tarahumara es capaz de echarse a correr en los picachos de la Barranca del Cobre, al norte de México, y aparecer, días más tarde y todavía corriendo, en la periferia de Kansas City. Lo má...

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En algunas ciudades del primer mundo se ha puesto de moda correr sin zapatos. La pulsión viene del best seller Nacidos para correr. En este libro, Christopher McDougall nos cuenta de esos corredores mexicanos inverosímiles que son los habitantes del pueblo tarahumara. Un tarahumara es capaz de echarse a correr en los picachos de la Barranca del Cobre, al norte de México, y aparecer, días más tarde y todavía corriendo, en la periferia de Kansas City. Lo más sorprendente es que los tarahumaras corren descalzos, a pelo o, si acaso, con unas sandalias de suela delgadísima, para no perder la valiosa información que ofrece la textura del suelo.

Para esas carreras interminables, estos corredores aplican una técnica milenaria, que han puesto en práctica todos sus ancestros. Sus cuerpos, un prodigio de la naturaleza, están diseñados para correr de esa forma que, vista desde una ciudad occidental, parece francamente sobrehumana. Pero ya se sabe que la nueva pasión por la salud, esa moda que gana terreno dentro de las compulsiones del siglo XXI, hace al ciudadano occidental abrazar cualquier actividad que lo mantenga saludable. Basta ver las hordas de cuerpos que corren últimamente por los parques y las aceras de España.

Pero en Estados Unidos nos llevan la delantera, ya hay corredores que, animados por la cosa tarahumara, se lanzan a correr sin zapatos por las calles de Boston, Manhattan o San Francisco. La Academia de la Ortopedia de aquel país ya ha advertido de los peligros de abrazar, de manera espontánea, esa disciplina milenaria, que practicada así a lo loco puede provocar torceduras, esguinces o aparatosos tajos en los pies. Se ha advertido, pero no hay manera; si correr a pelo es lo de hoy, qué importa regresar a casa hecho un Cristo.

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