¡Yo no me voy!

Pónganse en el lugar de cualquiera de estos ciudadanos que sobran, que son un obstáculo para el enriquecimiento de unos pocos

A menudo, la realidad supera a la ficción. En España, en 2014, los ciudadanos nos tropezamos a diario, para nuestra desgracia, con ejemplos que avalan esta vieja máxima. Se trata casi siempre de historias escandalosamente tristes, inverosímiles de puro injustas, que terminan demasiadas veces con imágenes crueles de ancianos expulsados de sus casas por policías que parecen beneficiarse de su ruina, tal empeño ponen en desahuciarlos. Los policías que intervienen en los desahucios deberían mirarse en las filmaciones que emiten los telediarios. También en historias como la que se cuenta en este ar...

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A menudo, la realidad supera a la ficción. En España, en 2014, los ciudadanos nos tropezamos a diario, para nuestra desgracia, con ejemplos que avalan esta vieja máxima. Se trata casi siempre de historias escandalosamente tristes, inverosímiles de puro injustas, que terminan demasiadas veces con imágenes crueles de ancianos expulsados de sus casas por policías que parecen beneficiarse de su ruina, tal empeño ponen en desahuciarlos. Los policías que intervienen en los desahucios deberían mirarse en las filmaciones que emiten los telediarios. También en historias como la que se cuenta en este artículo.

¡Yo No Me Voy! Con ese nombre, los inquilinos de cinco edificios de protección oficial fundaron hace más de un año una asociación que muy bien podría haberse llamado “Personajes de Kafka en el centro de Madrid”. Ahora ya son 14 los inmuebles cuyos vecinos se han unido para luchar contra la kafkiana experiencia que ha convertido su vida cotidiana en una arbitraria, ilegal y angustiosa pesadilla.

Muchos de estos vecinos ocupan sus viviendas desde que –en algunos casos hace ya 20 años– diversos proyectos urbanísticos municipales les obligaron a abandonar las suyas. Pero tanto los realojados como los que llegaron antes, o han llegado después, a las casas donde viven ahora disponen del mismo contrato de alquiler social, que obliga a la Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo de Madrid a una prórroga forzosa bianual siempre que los vecinos cumplan determinadas condiciones, entre ellas un nivel de renta que no supere en dos veces y media el salario mínimo interprofesional y carecer de una vivienda en propiedad en la Comunidad de Madrid. Así, cada dos años desde hace décadas, el alquiler de todos estos vecinos se había venido prorrogando automáticamente hasta que, en diciembre de 2012, empezaron a recibir cartas donde la EMVS les anunciaba su intención de poner fin unilateralmente a su contrato. Desde entonces, no les pasan los alquileres al cobro y les resulta absolutamente imposible pagarlo por muchas gestiones que hagan al respecto.

Y ustedes se preguntarán ¿por qué? La respuesta es muy sencilla. Desde la mayoría de estos inmuebles –en la calle de Embajadores, en San Cayetano, la Carrera de San Francisco, Madera, Palma, San Andrés, Tribulete, Ribera de Curtidores, Cava Baja– se puede llegar a la Puerta del Sol dando un agradable paseo de un cuarto de hora o poco más. Otros están en zonas de la ciudad que se han revalorizado recientemente. En todos los casos no sobran solamente estos vecinos, sobran también, y sobre todo, los edificios donde viven, en hermosos y céntricos solares que el Ayuntamiento de Madrid podría muy bien vender a empresas privadas para que éstas, con el único requisito de respetar las fachadas, construyeran viviendas de lujo con las que se forraran gracias a un patrimonio arrebatado no sólo a sus vecinos previos, sino a todos los madrileños.

Sobran los vecinos y los edificios, en céntricos solares que el Ayuntamiento podría vender”

Y ustedes se preguntarán: ¿pero esto es público, lo saben los cargos públicos municipales, están al corriente todos los responsables? Y yo les contestaré: por supuesto que lo saben. ¡Yo No Me Voy! se ha dirigido a la alcaldesa de Madrid, al Defensor del Pueblo y, sobre todo, a los tribunales de Justicia, que han fallado no una, ni dos, sino hasta seis veces a su favor. Fíense de mí porque lo he leído todo, las cartas y las sentencias. ¿Y ha pasado algo? Pues no, no ha pasado nada.

Pónganse ustedes en el lugar de estos madrileños. Pónganse en el lugar de las muchas personas mayores, con pensiones bajísimas y un estado de salud muy precario, que se acuestan cada noche con la angustia de no saber cuándo vendrá la policía a sacarlos de su casa a la fuerza, a pesar de que tienen un contrato de alquiler en vigor y nunca han dejado de pagar un recibo. Pónganse en el lugar de las madres, los padres que cada mañana acompañan a sus hijos al colegio sin saber qué van a encontrarse en el buzón a la vuelta. Pónganse en el lugar de cualquiera de estos ciudadanos que sobran, que son un obstáculo para el enriquecimiento de unos pocos –eso que el Gobierno llama “recuperación económica”– sólo porque se niegan a dejar que les atropellen, que les echen de sus casas, invocando un derecho que les ha sido reconocido por los tribunales.

Pónganse en el lugar de todas las personas que, en cualquier lugar de España, están padeciendo la misma tortura, y recuerden a Kafka, a sus personajes encarnados en esta espantosa realidad, cuando vayan a votar en las próximas elecciones municipales.

No es para menos. www.almudenagrandes.com

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