Qué Mueve a... Anibal Gaviria

“Lo difícil de combatir no es la pobreza, es la desigualdad”

Medellín -
Anibal Gaviria (segundo por la derecha) junto a Joan Clos en la inauguración del Foro Urbano Mundial en Medellín.UN-HABITAT

Para llegar hasta Anibal Gaviria (Medellín, 1966) hay que subir doce plantas del edificio de la alcaldía en pleno centro de la capital de Antioquia, en la zona de La Alpujarra, y cruzar lo que llaman “el hall del orgullo”, allí donde cuelgan todas las placas habidas y por haber sobre el éxito global de esta ciudad: la más innovadora, la más educada, la que ha logrado zafarse del abrazo de la violencia, la que busca el cambio social a través de la transformación urbana, la que se ha colado entre las tres preferidas para vivir en el propio país (según encuesta última del diario El Tiempo)... La urbe de la que él es alcalde desde 2012.

Y ahí, en una gran sala aterrazada -sobre el bosque de edificios variopintos que se descuelgan por las colinas hacia el valle del río Medellín- menciona sin querer el alcalde aquello que le impulsa en su tarea (y que le empujó a dedicarse a la política): la memoria de su hermano, Guillermo Gaviria Correa, exgobernador del Departamento de Antioquia, secuestrado y asesinado por las FARC. Sucedió lo primero en 2002 mientras caminaba en marcha por la paz. Y lo segundo, allá por abril de 2003 -ahora justo es aniversario- en un campamento de Urrao un mal día en que los helicópteros del ex presidente Uribe aparecieron cual rescate hollywoodiense con infeliz final: los guerrilleros lo acabaron por ejecutar. “La violencia”, dirá el alcalde al recordarlo, “es un ataque a la inteligencia”.

Varias veces, este servidor público, del Partido Liberal, paisa puro, de voz afable y de aspecto italiano, cita y se refiere a iniciativas que su hermano lanzó y que ahora él continúa por ser, cual motor, “una deuda moral”. Como el programa que ahora mima y tiene entre manos: Buen Comienzo, lo llama. Un plan para escolarizar a los más pequeños de entre los más necesitados; una docena de centros infantiles levantados por la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU) con buena factura arquitectónica, que ofrecen comida y educación al grito de “lo más digno para los más pobres”. Un proyecto que nace de aquel otro llamado Maná que su hermano (“obsesionado por la niñez”) puso en marcha antes de que la violencia lo borrara como a tantos en esta ciudad, aparentemente tranquila hoy pero en la que aún la inseguridad es tema: abundan las llamadas "fronteras invisibles", los territorios de bandas, las ollas de microextorsión y hurto… Un mundo subterráneo brutal repleto de monstruos que engullen cualquier iniciativa de paz, aunque la cifra de asesinatos diste mucho de la de aquellos terribles años noventa, durante el reinado de Pablo Escobar. Una imagen basta para comparar: hoy a su tumba van los turistas morbosos a fotografiar y América Latina enloquece con una telenovela sobre su vida y obra titulada El patrón del mal.

El alcalde de Medellín, Anibal Gaviria, le enseña la ciudad desde lo alto al ex regidor de Nueva York, Michael BloombergUN-Habitat

“Atención integral para una primera infancia...”, dice, entre el olor del café y los dulces locales, el alcalde Gaviria —miembro ya de una serie de regidores con pedigrí social desde que Sergio Fajardo, hoy gobernador del departamento, diera en 2000 la zancada del cambio—. “Alimento físico y espiritual, ambos tan necesarios”. Y tal es el menú de los jardines Buen Comienzo. Lo primero no es baladí: “Hace 10 años morían aquí niños por desnutrición. Hoy ya no”. Pero candidatos no le van a faltar. No en vano esta urbe sigue siendo de las más desiguales de América Latina, se ven esquinas repletas de pobres sin hogar y sufre un goteo de miles de desplazados anuales, víctimas de la violencia de la guerra o la familia misma. “Hemos vivido y vivimos realidades difíciles. Esta es una ciudad que, como tantas en América Latina, pelea por respetar más la vida y ser más incluyente. Pero Medellín no es obra acabada", concluye.

No. Y aún se ve: rascacielos del centro y casas ricas hacia El Poblado y Las Lomas junto a tugurios descolgándose de las colinas en paupérrimas comunas. Conectadas con metro, metrobús, metro-cable, eso sí. “Transporte para unir e integrar”. Una idea esta que la ha colocado en la categoría de ciudad laboratorio social, ciudad resiliente (con oficina y todo para tal cosa que se acaba de inaugurar), capaz de sobreponerse a la adversidad. “Pero tenemos aún mucha dificultad, muchas carencias...”, asegura, antes de correr a su enésima charla o aparición en el séptimo Foro Urbano Mundial de UN-Habitat -el más multitudinario de los celebrados, un gran éxito para él y para la ciudad- al que hemos asistido, invitados por la Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín (ACI), junto a 20.000 personas de todo el mundo a debatir sobre “ciudades para la vida”, precisamente en esta, tan viva. “Lo difícil de combatir no es la pobreza”, sentencia Gaviria. Es la desigualdad, la gran bestia.

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