Rogelia y los otros niños

No quisiera amargarte la fiesta de Reyes, una fecha mágica para los más pequeños: recuerdo que, en mi primera infancia, esa noche era la mejor de todas las Navidades. Pero acabo de toparme con la magnífica campaña que ha hecho este año Ayuda en Acción, titulada “Dile al hambre que se meta con alguien de su tamaño” y centrada en el sufrimiento de los niños en todo el mundo, y la verdad es que no puedo quitarme los datos de la cabeza. Unos 400 millones de niños viven en el mundo en la pobreza extrema. ¡¡¡Y de las 25.000 personas que mueren cada día de hambre en el planeta, el 75% son niños menor...

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No quisiera amargarte la fiesta de Reyes, una fecha mágica para los más pequeños: recuerdo que, en mi primera infancia, esa noche era la mejor de todas las Navidades. Pero acabo de toparme con la magnífica campaña que ha hecho este año Ayuda en Acción, titulada “Dile al hambre que se meta con alguien de su tamaño” y centrada en el sufrimiento de los niños en todo el mundo, y la verdad es que no puedo quitarme los datos de la cabeza. Unos 400 millones de niños viven en el mundo en la pobreza extrema. ¡¡¡Y de las 25.000 personas que mueren cada día de hambre en el planeta, el 75% son niños menores de cinco años!!! Porque el hambre no sólo mata de manera instantánea, es decir, los críos no sólo fallecen por pura inanición, sino por todos los males añadidos a la malnutrición extrema: enfermedades y raquitismo.

Por desgracia, todo este sufrimiento no es algo que nos pille de lejos: ahora mismo hay en España más de dos millones de chavales bajo el umbral de la pobreza, y eso significa niños sub­ali­mentados, que no se defienden igual ante las infecciones, que no crecen como deberían, que no se desarrollan intelectualmente de una manera plena. Me consta, lo sé, que hay ni­­ños en España que no van al colegio porque no tienen zapatos que calzarse (los pies de los niños tienen la mala costumbre de crecer y crecer). Por no hablar del acceso a los libros de texto. Miles de niños están asistiendo este año a clase sin haberse podido comprar el material escolar.

Pedro sueña con costearle estudios a su hija para que llegue a ser funcionaria pública

Pero si ampliamos esa mirada hasta abarcar el planeta entero, los datos ya son para echarse a llorar. Doscientos millones de niños menores de cinco años carecen de todo tipo de atención sanitaria. Y 180 millones de críos de la misma edad padecen una desnutrición crónica que, aunque no les mate, provocará previsiblemente daños irreversibles en su desarrollo. No sólo nos estamos jugando el dolor del presente, sino también el sufrimiento futuro de una buena parte de la población mundial.

Y estos son los casos extremos. Sin llegar hasta la línea oscura de la carencia total, lo cierto es que hay cientos de millones de niños en el mundo con unas vidas muy difíciles. La gente de Ayuda en Acción me ha contado, por ejemplo, la vida de Rogelia, una boliviana de ocho años que vive en Santa Rosalía, una remota comunidad rural a la que se llega por un caminejo sin asfaltar que queda convertido en un impracticable lodazal en cuanto caen dos gotas. La casa es una choza de suelo de tierra que también sirve de almacén para los pocos alimentos que producen y que son su único sustento: patata, maíz, trigo y haba. No tienen luz y, para conseguir agua, el padre de Rogelia, Pedro, tiene que caminar hora y media cada día con un cántaro a la espalda. Mientras tanto, Rogelia y su hermana mayor se ocupan de la comida (cocinan en un pequeño horno de adoba fuera de la vivienda) y de los animales. La madre de Rogelia murió hace unos años de un ictus cerebral. Cuando le dio el ataque, Pedro tuvo que ir a pie, es decir, corriendo, hasta Yamparáez, el municipio más cercano, para pedir una ambulancia. Cuando la mujer llegó al hospital ya no había nada que hacer.

Y, a pesar de todo, Rogelia tiene suerte. En primer lugar, por vivir a tan sólo 400 metros de la escuela, lo que le permite estudiar más fácilmente (muchos de sus compañeros tienen que caminar dos horas hasta llegar a clase), y en segundo lugar, porque su padre desea que la niña estudie, cosa que no es normal. Muy pocos niños de estas comunidades rurales cursan secundaria; las escuelas locales solo dan primaria y las familias no pueden permitirse enviar a los niños a la ciudad a seguir estudiando. La mayoría de los adolescentes se ponen a trabajar: ellos en la construcción y ellas en el servicio doméstico. Pero Pedro sueña con costearle estudios a Rogelia para que llegue a ser funcionaria pública. Esa ambición, que a nosotros nos puede parecer hasta menor, es para ellos casi tan difícil como llegar a Marte.

A través de Ayuda en Acción podemos ayudar a que esos sueños básicos de Rogelia y de Pedro se cumplan. Podemos mejorar la situación de los niños en el mundo y también en España. La ONG siempre ha trabajado en el extranjero: hasta ahora todos sus proyectos han sido internacionales. Pero este año, empujada por la crisis, ha abierto una línea en España para apoyar las necesidades básicas de la infancia: nutrición, ropa, libros. Para ello colaboran con 20 centros educativos que atienden a más de 6.500 alumnos en nueve localidades de seis comunidades autónomas. Puedes hacerte socio de Ayuda en Acción y dedicar tu dinero sólo a España, por ejemplo. Para saber más, basta con googlear Ayuda en Acción-Dile al hambre. Ese sí que sería un gran regalo de Reyes para todos esos niños.

@BrunaHusky

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