El modelo de examen del MIR penaliza a las médicas, menos entrenadas para competir
Durante la carrera, las calificaciones de ellas son ligeramente superiores, pero cometen más fallos en el test para elegir especialidad por la presión, según un estudio de Esade
Hay determinados modelos de examen que llevan a no premiar al candidato más idóneo, y los datos certifican que las pruebas para convertirse en MIR (Médico Interno Residente) castigan a las mujeres. Ante la duda, ellas prefieren dejar preguntas sin responder en el test (en un 5% más que ellos) y eso les pasa factura en el resultado final, en el que salen peor paradas que los hombres a la hora de elegir la especialidad médica. “Las mujeres tienen, en promedio, más aversión al riesgo y menos confianza que los hombres en este tipo de pruebas test”, se razona en el estudio ...
Hay determinados modelos de examen que llevan a no premiar al candidato más idóneo, y los datos certifican que las pruebas para convertirse en MIR (Médico Interno Residente) castigan a las mujeres. Ante la duda, ellas prefieren dejar preguntas sin responder en el test (en un 5% más que ellos) y eso les pasa factura en el resultado final, en el que salen peor paradas que los hombres a la hora de elegir la especialidad médica. “Las mujeres tienen, en promedio, más aversión al riesgo y menos confianza que los hombres en este tipo de pruebas test”, se razona en el estudio La brecha de género en los exámenes de acceso: el caso del MIR, y qué podemos hacer para reducirla, que el laboratorio de ideas EsadeEcPol Insight ha hecho público este martes. Un alumno y una alumna que terminan Medicina con la misma calificación, comparten nota de MIR en los escalones medios de la tabla de calificaciones, pero ellas desaparecen a medida en que se sube.
La prueba del MIR es altamente competitiva porque determina el futuro laboral de 12.000 médicos al año. En el cómputo total, la calificación en el test de 200 preguntas equivale a un 90% de la nota y el expediente de la carrera, el punto fuerte de las mujeres, apenas un 10%. Los últimos datos del Ministerio de Universidades, correspondientes al curso 2020/2021, muestran que las alumnas de Medicina en los campus públicos se presentan a más asignaturas que ellos (58 frente a 56,7 créditos) y aprueban algo más (el 91,1% de los créditos frente al 89,2%). Las diferencias son pequeñas ―en las universidades públicas todos ingresan con un expediente que roza la perfección― pero ilustrativas.
El año pasado las mujeres que se presentaron al MIR contaban con una media en el expediente de un 7,6, y ellos apenas una décima menos. Pero el rendimiento femenino ―como ocurre en la Selectividad― decae en el MIR. Pese a representar al 65% de los aspirantes ―dos de cada tres― solo fueron el 54% entre las mejores notas, aunque también están infrarrepresentadas entre las peores notas (58%). Ellas sacan tres puntos menos que ellos en la cima de las notas, y eso es un abismo a la hora de elegir especialidad. “Esa diferencia de tres puntos equivale a entre 500 y 600 posiciones en el ranking, dependiendo de la especificación econométrica utilizada. Es una diferencia equivalente a la distancia que hubo entre la tercera especialidad antes agotada —Cardiología— y la sexta —Oftalmología—”, se afirma en el análisis de Esade.
Pero las preguntas sin contestar no pueden explicar por si solas la brecha de género, reconocen en el laboratorio de ideas, porque hubo un tiempo en el que ellas respondían tanto como ellos. Por eso, el informe remite al estudio de Marina Díez-Rituerto y otros autores que ha analizado los datos del MIR desde 1983 a 2019 y la conclusión es clara: cuanto más alto es el grado de competitividad ―ha ido subiendo y bajando por etapas― menor es el rendimiento relativo de las mujeres, que dejan más preguntas sin contestar y cometen más fallos que ellos. Y castiga especialmente a las mujeres con las notas más altas.
A la psicóloga Beatriz Valderrama los datos no le sorprenden: “Los hombres son más impulsivos y las mujeres más prudentes”. Y lo achaca al grado de confianza en uno mismo que está asociada a la hormona de la testosterona, que está más presente en los hombres, mientras la progesterona ―propia de las mujeres― se liga a la comunicación y la resolución de conflictos. “Las mujeres tienden a verse peor de lo que opinan de ellas los demás. Su confianza crece con la edad, cuando la progesterona baja y sube la testosterona”. Las candidatas al MIR tienen en su mayoría en torno a los 25 años, muy lejos de niveles altos de testosterona.
¿Y qué pasa con los facultativos que repiten? Porque el 22% se presenta de nuevo al menos una vez. “Las mujeres repetidoras son, en promedio, más propensas a dejar respuestas en blanco que los hombres, y parte es atribuible a diferencias en el comportamiento bajo presión”, afirma el economista Carlos Sunyer, doctorando de la Universidad Carlos III de Madrid, en un artículo aún en elaboración. Por tanto, se repite la tendencia.
Sunyer, autor del artículo de EsadeEcPol, cree que los datos están subestimados si se comparan con lo que ocurría en un examen tipo test en otros sectores profesionales y explica el porqué: “El 70% de los candidatos al MIR se prepara en una academia y allí les insisten en que contesten a todas las preguntas”.
No es fácil encontrar la solución. En el test de la selectividad chilena han dejado de penalizar los fallos y de esta manera han logrado que las mujeres contesten a más preguntas y que mejore su nota, de forma que la brecha de género se ha reducido en un 13%. Pero Sunyer, partidario de los test ―son rápidos de corregir y objetivos―, recuerda que castiga a los más preparados, porque el azar jugará a favor de algunos alumnos que saben menos.
Sunyer sostiene que debería de estudiar en profundidad el conocido como framing (el enmarque), cómo se presentan los datos. Análisis sin tantos datos robustos como los de la multitudinaria selectividad de Chile prueban que la conducta de los candidatos es distinta si la puntuación ―que termina siendo la misma― va de menos a más que de más a menos. Los candidatos se atreven a contestar a más preguntas si parten de una nota máxima y se van restando las equivocaciones.
Lucía Cobreros, analista de EsadeEcPol, ve “ilógico y abusivo” que el expediente de la carrera apenas valga un 10% de la nota final, pero cree que aumentar su peso podría arrastrar “una inflación de las notas en las universidades privadas, que lo planteasen como una ventaja para ir a estudiar allí”. Cree que se necesitaría auditar el comportamiento de los campus y sancionar de alguna forma a quien hinche las calificaciones. Y pone el ejemplo de Israel, donde la Administración hace un seguimiento centro por centro de las notas de los bachilleres y el Estado interviene si sistemáticamente la nota en la EVAU difiere mucho de las notas escolares.
Cobreros apuesta también por calibrar mejor la oferta y demanda de plazas MIR con el propósito de que decrezca la presión del examen ―hoy salen más puestos que nuevos graduados, pero se mantiene una bolsa de repetidores―, como en Francia, donde el número de plazas en primero de Medicina está alineado con las necesidades que tendrá el sistema sanitario galo seis años después.
Puedes seguir EL PAÍS EDUCACIÓN en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.