Medicina, Biomedicina y Biotecnología: precariedad laboral casi garantizada entre las titulaciones más exigentes
La gran mayoría de los graduados en 2015 trabajaba cuatro años después en un puesto acorde a su alta formación, pero liderando la lista de contratados temporales, en prácticas o con beca. Muchos emigran
Para ingresar en la carrera de Biomedicina hay que rozar la perfección, piden una nota de corte que ronda el 12,5 sobre 14, y en Medicina unas décimas por encima. Sin embargo, las perspectivas laborales no son tan halagüeñas en los inicios como uno podría imaginar. La Fundación Conocimiento y Desarrollo (FCY) en su estudio La empleabilidad de los jóvenes en España: ...
Para ingresar en la carrera de Biomedicina hay que rozar la perfección, piden una nota de corte que ronda el 12,5 sobre 14, y en Medicina unas décimas por encima. Sin embargo, las perspectivas laborales no son tan halagüeñas en los inicios como uno podría imaginar. La Fundación Conocimiento y Desarrollo (FCY) en su estudio La empleabilidad de los jóvenes en España: ¿Cómo es la inserción de los graduados universitarios?, basado en la Encuesta de inserción laboral de titulados universitarios del INE, concluye que el 86,6% de los médicos graduados en 2015 y el 70,6% de los biomédicos, cuatro años después estaban en situación laboral precaria: es decir, eran becarios, asalariados con contrato temporal o trabajadores en prácticas o formación.
En el caso de los doctores graduados en 2014, muchos se formaban en 2019 como MIR (Médico Interno Residente) con un sueldo que oscilaba entre los 1.450 euros y 1.800 euros y unas jornadas de guardia maratonianas sin tiempo casi para reponerse. Habían logrado ser MIR con grandes apuros, pues desde 2015 hay menos plazas convocadas que número de aspirantes, al haberse disparado el número de titulados. Y la mayoría de estos facultativos estaban y están abocados a años encadenando contratos cortos: uno de cada tres tiene en la actualidad una nómina temporal, según la Encuesta sobre la situación de la profesión médica en España impulsada por sus colegios oficiales y los sindicatos en 2020.
En la lista de precariedad, detrás de estas carreras sanitarias, se posicionan los titulados en Lenguas Clásicas (72,4%) y los biotecnólogos (66%), que manejan conocimientos de biología e ingeniería, por ejemplo para enseñar a los ordenadores a crear medicamentos. En la situación contraria se encuentran los graduados en Odontología: el 96,4% tienen puestos estables cuatro años después de terminar, lo que equivale a empresarios con asalariados, trabajadores independientes o con contrato permanente. Podólogos e informáticos se posicionan detrás de los dentistas en este listado de carreras solventes.
Los médicos, que suelen contar con una enorme vocación, trabajan con incertidumbre, pero al menos el 99,9% en el campo que han estudiado, en puestos de alta cualificación. En el otro extremo, la cuarta parte de los graduados en Historia del Arte, Criminología y Humanidades están empleados en puestos que exigen baja formación: contables, administrativos, camareros o vendedores.
La inestabilidad que generó la anterior crisis económica llevó a muchos nuevos médicos y enfermeras al extranjero ―en especial al Reino Unido― y hoy quienes emigran, para formarse más o trabajar, son los biomédicos. Un tercio (33,5%) de los que terminaron Ciencias Biomédicas en 2015, estaba fuera cuatro años después, según el estudio de FCyD, al igual que los ingenieros biomédicos. Unas cifras muy altas que al biólogo Francisco del Castillo, presidente de la Asociación Nacional de Investigadores Hospitalarios (ANIH) que trabaja en enfermedades raras, no le sorprende: “Con el bloqueo en la empleabilidad del sector público, muchos graduados buscan pastos más verdes. Es una pena con lo que se ha invertido en formarlos, que se marchen. Son particularmente apreciados aunque tengan problemas con el idioma”. En su caso, dice que ha recibido en lo que va de año seis ofertas en Estados Unidos, Europa y Marruecos, pero quiere ser “optimista” y por ahora se queda.
Los biotecnólogos españoles son también muy reputados en el extranjero y uno de cada cinco, calcula el colectivo, se marcha. Luis Getino, de 26 años, que el año que viene defenderá la tesis en la Universidad de León, tiene amigos que terminaron el grado con becas Erasmus y no han vuelto porque se los rifaban los laboratorios para que se doctorasen allí. Él tiene un contrato de 1.200 euros mensuales como predoctoral, frente a los más de 2.000 euros que reciben sus compañeros en Europa. León se ha convertido en un polo de atracción de empresas de biotecnología, en torno a la universidad, y él no se plantea moverse atraído por la docencia universitaria.
En cambio, la biotecnóloga Arantza Muguruza, de 28 años, termina la tesis en la Universidad del País Vasco y su intención es hacer las maletas. La tientan Suecia, Suiza y Dinamarca, “sitios que tienen buena ciencia y buena estabilidad”, pero le preocupa el retorno: “tienes que tener un muy buen currículo, porque no hay muchas oportunidades de hacer I+D en España”.
Contratos de 500 euros para biotecnólogos
David Álvarez, presidente a sus 31 años de la Federación Española de Biotecnólogos (FEBiotec) de la que forman parte Getino y Muguruza, no estaba dispuesto a pasar por años de inestabilidad y, tras hacer un máster con prácticas en Roche en Barcelona, prosigue en la farmacéutica. “Se contrata a doctores o a los becarios de las prácticas. Es muy difícil entrar en una empresa sin condiciones precarias si no tienes un máster”, explica. Un posgrado privado en biotecnología cuesta al menos 10.000 euros, una barrera para los más desfavorecidos.
Álvarez relata una práctica muy común: “Hay fundaciones de universidades que ofertan primeros trabajos de seis meses, un año, con un sueldo muy bajo de 500 euros al mes. Normalmente, luego te puedes quedar en la empresa con un contrato un poco mejor, pero son momentos muy duros. Imposible vivir con ese dinero en Madrid o Barcelona”. Getino añade: “El problema es que las empresas sacan ese puesto con la fundación una convocatoria y otra para no cubrir ese puesto, porque les sale mucho más barato”.
Fue el caso de la orensana Lucía González, de 24 años. Estuvo durante unos meses con un contrato de prácticas de 612 euros brutos en una empresa privada de I+D en A Coruña. “En principio era un contrato de formación, pero en realidad te formaban dos meses y luego eras un trabajador más, haciendo informes y los experimentos solo. Cotizabas para la jubilación, pero sin paro”. Muchos de sus compañeros de promoción se han quedado luego en las empresas, pero haciendo labores de auxiliar para las que están formados los técnicos de Formación Profesional. González dejó el puesto y ahora cursa el primer año de doctorado en la Universidad de Santiago. Los medios son limitados y su grupo busca inversión privada para sus investigaciones.
Del Castillo cree que en la biomedicina ―investigar el funcionamiento y comportamiento del cuerpo humano con conocimientos de medicina y biología― hay “un enorme potencial de inversión, como se ha puesto de manifiesto con la pandemia”, pero que en España no se está aprovechando. Biomedicina y Biotecnología son grados que dependen de los decanatos de Biología y sus titulados no son reconocidos como profesionales sanitarios por las autonomías, lo que lastra las carreras profesionales de los investigadores hospitalarios porque no tienen pluses por antigüedad ni reconocimiento en el salario de los méritos de los hospitales. “El 90% de los genetistas y el 75% de los inmunólogos son biólogos”, recuerda el presidente de ANIH. Él, de 51 años, tuvo que denunciar para tener contrato fijo tras 11 años encadenando contratos temporales. La Ley de Ciencia y la reforma laboral van a permitir que los que empiezan a investigar, los predoctorales, coticen en la Seguridad Social y reciban una indemnización al final del contrato.
La biotecnología es un área de conocimiento nueva; surgió hace 30 años y nació como licenciatura en España en 2014 (se oferta hoy en 28 universidades), y encuentra problemas para encontrar su hueco entre carreras de gran tradición como Biología o Veterinaria. Su lucha es constante para que les reconozcan las competencias en convocatorias públicas. FEBiotec logró tras años de lucha que el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) creara una categoría profesional para ellos y que la Agencia Española del Medicamento les tuviese en cuenta, pero se abren otros frentes, como la enseñanza en institutos. En la Comunidad Valenciana no pueden presentarse a profesores de Biología y Geología, para lo que dicen estar capacitados. En muchas ofertas laborales, como les ocurre a los biomédicos, no aparece en la pestaña su carrera pese a estar formados para ello.
El Ministerio de Sanidad pretende ampliar un 10% el número de plazas en los grados de Medicina y Enfermería y los puestos de MIR y EIR (Enfermero Interno Residente), porque las jubilaciones masivas van a vaciar de especialistas los hospitales y los ambulatorios.
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