90.000 alumnos afrontan en desventaja la Selectividad
Casi un tercio de los estudiantes de segundo de Bachillerato van al instituto en jornadas alternas, mientras 200.000 de sus compañeros lo hacen a diario. En dos meses competirán por la nota para elegir plaza en la Universidad
Antonio Juárez tiene 17 años, estudia en un instituto público de Madrid y está “indignado”. Es uno de los cerca de 90.000 alumnos matriculados en segundo de Bachillerato, el curso que desemboca en las pruebas de Selectividad, que recibe docencia semipresencial en España. Coinciden en clase con sus profesores un día de cada dos. Mientras algo más de 200.000 compañeros que estudian el mismo cu...
Antonio Juárez tiene 17 años, estudia en un instituto público de Madrid y está “indignado”. Es uno de los cerca de 90.000 alumnos matriculados en segundo de Bachillerato, el curso que desemboca en las pruebas de Selectividad, que recibe docencia semipresencial en España. Coinciden en clase con sus profesores un día de cada dos. Mientras algo más de 200.000 compañeros que estudian el mismo curso lo hacen a diario. “Competir en condiciones distintas no me parece justo”, dice el adolescente. Si solo se tuviera en cuenta su expediente académico, Juárez podría ingresar en la carrera de Física de la Universidad Autónoma de Madrid, para la que el curso pasado fue necesario un 13,095 (el máximo es 14), una de las notas de corte más altas de España. “De momento llego, pero tengo el agobio de que el acceso se decide a la milésima. Una tilde, cualquier fallo en uno de los exámenes, puede determinar si entro o no”.
La pandemia, cree Esteban Álvarez, presidente de la Asociación de Directores de Madrid, ha empeorado un sistema que ya era disfuncional. “Si había un problema serio al tener 17 sistemas educativos y un único distrito universitario, que permite a un alumno solicitar plaza en cualquier comunidad sin haber estudiado lo mismo ni haber hecho el mismo examen de Selectividad, ahora se ha multiplicado por 10 al haber diferencias en algo tan básico como la presencialidad incluso en una misma ciudad”, lamenta.
“Es evidente”, añade Marta Cristóbal, que estudia con Antonio Juárez en el instituto Sierra de Guadarrama, situado en Soto del Real, al norte de la capital, “que las personas que han ido 100% presencial van a llegar mejor preparadas a las pruebas. No es lo mismo tener un profesor en clase que tenerlo online”.
La razón de ser de la Selectividad es contribuir a igualar las oportunidades de unos estudiantes que proceden de centros educativos diferentes. Pero este curso puede tener el efecto contrario. La Evaluación para el Acceso a la Universidad (EvAU), simplificando, representa un 40% de la nota final que presenta el alumno para entrar en una carrera (el otro 60% procede de las calificaciones que haya obtenido en Bachillerato).
Presión de las familias
La semipresencialidad no se distribuye del mismo modo entre las redes pública (donde es más frecuente), concertada y privada (en la que hay menos). Ni por comunidades, que han tenido libertad para organizarse. Los territorios donde más alumnos de segundo de Bachillerato asisten al instituto en días alternos son Cataluña (donde lo hacen todos, 45.000), Andalucía (15.000, lo que representa el 35% de la red pública; la Junta no da datos sobre la concertada, que tiene poco peso en Bachillerato en esta autonomía) y Madrid (14.800, en torno a un 30% del total). En las dos últimas autonomías, la semipresencialidad estuvo mucho más extendida en la primera parte del curso y se ha ido reduciendo, gracias “a la presión de la comunidad educativa”, afirma Mari Carmen Morillas, portavoz de Ceapa, la federación de familias mayoritaria en la escuela pública.
En Cataluña sucedió al revés: empezó el curso con plena presencialidad en Bachillerato (aplicando el modelo de grupos burbujas a esta etapa educativa), pero ante el aumento de contagios entre adolescentes dio marcha atrás e implantó de forma obligatoria el sistema híbrido, si bien hay centros que ofrecen más del 50% de la docencia presencial. El Departamento de Educación pidió hace unos días a las autoridades sanitarias implantar la presencialidad en la recta final del curso si los datos de la epidemia mejoran. “Se debería haber dotado a los institutos de más espacios y más profesorado para que pudieran ir todos los alumnos”, considera Lidón Gasull, presidenta de la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de Cataluña (FAPAC).
A distancia se sitúan Baleares (4.400 alumnos de segundo de Bachillerato en modo semipresencial al cierre del segundo trimestre), la Comunidad Valenciana (2.200) y Murcia, donde 9.200 alumnos estudian segundo de Bachillerato y representa un caso particular, ya que la semipresencialidad fue la norma hasta el inicio del tercer trimestre. El Gobierno regional decidió entonces que todos empezaran a ir a los institutos a diario, pero buena parte de ellos (el Ejecutivo no concreta cuántos) mantienen la semipresencialidad, solo que dentro del centro educativo: los alumnos siguen desde un aula sin docente la clase por streaming que el profesor está dando a sus compañeros en otra sala. “Es bastante difícil seguir las clases así y, además, perdemos mucho tiempo conectándonos”, asegura Teresa Tormos, alumna del instituto La Alquibla, en Murcia. En Castilla-La Mancha, hay menos de medio millar de alumnos con semipresencialidad y en La Rioja, un número “muy reducido”. Asturias y Aragón empezaron el curso con el sistema híbrido, pero lo abandonaron en el primer trimestre.
Factor humano
“En un sentido ideal”, afirma Ana Remesal, profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad de Barcelona, “el objetivo de las pruebas de Selectividad es hacer un único rasero de igualación para todos, porque cada alumno viene de su centro. Este año, la semipresencialidad para unos y la presencialidad continua para otros introduce una variable de diferencia, que se suma a las que ya existían”. Remesal menciona el contexto familiar del alumno, las características de su centro educativo y el hecho de que la EvAU se componga de preguntas abiertas: “Ello exige un corrector humano, y no hay dos correctores humanos iguales”.
En el resto de comunidades, segundo de Bachillerato está siendo relativamente normal, salvo por la mascarilla y las ventanas abiertas. Incluso, admite Javier Sánchez-Porro, que estudia en Don Benito (Badajoz), tiene alguna ventaja, como el hecho de ser menos alumnos en algunas asignaturas por la reducción de aforos. Él quiere estudiar Ingeniería en la Universidad de Extremadura, pero varios de sus compañeros, dice, tienen previsto hacer la carrera en Madrid.
La pandemia, cree Esteban Álvarez, presidente de la Asociación de Directores de Madrid, ha empeorado un sistema que ya era disfuncional. “Si había un problema serio al tener 17 sistemas educativos y un único distrito universitario, que permite a un alumno solicitar plaza en cualquier comunidad sin haber estudiado lo mismo ni haber hecho el mismo examen de Selectividad, ahora se ha multiplicado por 10 al haber diferencias en algo tan básico como la presencialidad incluso en una misma ciudad”, lamenta.
La red pública, más castigada
La forma de impartir la docencia la decide cada comunidad autónoma. Los problemas para garantizar la plena presencialidad han sido mayores en las comunidades con mayor población escolar, donde la inversión en infraestructuras educativas en las últimas décadas ha sido insuficiente, y más manejables en aquellos territorios que han perdido alumnado.
En la organización de la Selectividad intervienen, además de las comunidades, los ministerios de Universidades, que ha declinado responder a EL PAÍS, y Educación, que recuerda que en septiembre impulsó volver a adaptar los exámenes de Selectividad al contexto de pandemia como el curso pasado. Los alumnos tendrán más opciones para elegir y podrán aprobar un examen (o sacar un 10 si lo responden perfecto) sabiéndose la mitad del temario. Educación también señala que transfirió 1.600 millones de euros a las comunidades para que reforzaran sus sistemas educativos y ofrecieran la máxima presencialidad posible mediante “la contratación de profesorado de refuerzo y la ampliación de espacios”.
No hay datos de toda España, pero el caso de Madrid refleja que la semipresencialidad en segundo de Bachillerato afecta más a la red pública (se da en un 52,1% de los centros), que a los concertados (35,4%). Solo el 3,5% de los 57 centros asociados a la patronal de la educación privada CICAE ha tenido cierto grado de semipresencialidad.
Así será la selectividad este año
Número de aspirantes El número no se conoce porque depende de cuántos aprueben segundo de Bachillerato y decidan presentarse. Pero en esta edición se han establecido las mismas medidas extraordinarias que en 2020 para flexibilizar las evaluaciones y facilitar que los alumnos pasen de curso y obtengan el título. Un marco que el pasado junio elevó el número de alumnos que se presentaron a la selectividad a la histórica cifra de 225.000 aspirantes, un 17,6% más que en 2019. El récord anterior, de 1995, se situaba en 218.267.
Notas de corte A pesar del gran aumento de aspirantes, el porcentaje de aprobados bajó muy poco: del 94,99% a 93,21%, debido a las modificaciones que se introdujeron en las pruebas. El resultado fue un fuerte aumento de las notas de corte, que creció en un 70% de las titulaciones. En un centenar de carreras (tomando por separado las titulaciones ofertadas por cada universidad) la nota de corte se situó por encima del 13 (la nota máxima, si los alumnos deciden presentarse a las asignaturas optativas, es de 14).
Más opciones en los exámenes Como el año pasado, los alumnos podrán elegir entre más preguntas que en las ediciones anteriores a la pandemia. En cada asignatura, en lugar de escoger entre dos exámenes y tener que contestar a todas las preguntas, tendrán una única prueba en la que todas las preguntas serán susceptibles de ser elegidas. Un estudiante podrá responder dos preguntas referidas a un mismo bloque temático y dejar sin contestar las dos preguntas correspondientes a otro bloque. El cambio hace más sencilla la selectividad y hasta cierto punto compensa a los alumnos que han estudiado en modo semipresencial y no han podido acabar los temarios, porque la velocidad en esta modalidad de docencia suele ser menor. Los afectados por la semipresencialidad señalan, sin embargo, que se trata de una ventaja con la que también contarán sus compañeros que sí han ido todos los días a clase.
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