La cultura como pegamento en la empresa
Las artes son un lenguaje universal que genera cohesión social en un mundo fragmentado como el actual, según Ana Botín, José María Álvarez-Pallete y José Bogas
Esta semana nos ha traído una imagen atípica. No por los altos ejecutivos que la protagonizan (Ana Botín, presidenta de Banco Santander; José María Álvarez-Pallete, su homólogo en Telefónica, y José Bogas, consejero delegado de Endesa), que no es ni mucho menos la primera vez que comparecen juntos. Lo singular de la ocasión ha sido el asunto que les ha congregado. ...
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Esta semana nos ha traído una imagen atípica. No por los altos ejecutivos que la protagonizan (Ana Botín, presidenta de Banco Santander; José María Álvarez-Pallete, su homólogo en Telefónica, y José Bogas, consejero delegado de Endesa), que no es ni mucho menos la primera vez que comparecen juntos. Lo singular de la ocasión ha sido el asunto que les ha congregado. La Escuela Superior de Música Reina Sofía, fundada por Paloma O’Shea hace 30 años, celebraba la reunión anual de su patronato el martes en su sede, a apenas unos pocos metros del Teatro Real de Madrid. Con ese motivo, la escuela decidió organizar un diálogo en el que esos de directivos y el resto de los participantes, sus patronos, hablasen sobre el impacto de la cultura en sus organizaciones y también en el marco de la revolución digital.
Ana Botín fue la primera en intervenir en una casa que conoce bien y donde es patrona a título personal. La presidenta del Banco Santander entraba al recinto deshaciéndose del móvil y del bolso nada más llegar, y recordando que la escuela se gestó en un garaje, como si de una start-up se tratase. Y bien lo sabe porque la puso en marcha su madre, una de las grandes mecenas de la música clásica en España, que contó con el apoyo de músicos consagrados como Rostropóvich, Menuhin, Mehta, Larrocha... Botín la disculpó por no poder estar presente en el evento.
La presidenta del Santander se refirió al papel de la cultura como “el pegamento de una empresa, de una fundación y de un país. Es lo que nos define”, dijo. Porque, “el cómo hacemos las cosas es tan importante como el qué. Obviamente hay que conseguir los objetivos de la empresa. Pero cómo se consiguen es igual de importante”. Y añadió: “La cultura es fundamental para un país con una sociedad fragmentada que nos preocupa a todos”. Y dentro de ella, “la música es lo que más nos ayuda a valorar lo que tenemos en común y no siempre a enfocarnos en lo que pensamos diferente”.
“La cultura es un elemento clave para la integración y la democracia”, remachó José Bogas, consejero delegado de Endesa, “pues es un elemento transversal, que no tiene raza ni género; perdura en el tiempo y supera regímenes políticos”. Las empresas participan en la cultura a través de su creciente papel social. “Ese papel social hace que nuestra responsabilidad sea contribuir a una mejora de la sociedad y qué mejor camino que el mecenazgo cultural”. Endesa invierte del orden de 3,5 millones de euros anuales en apoyar a la cultura. Muchas de sus acciones las lleva a cabo a través de la Fundación Endesa, con 25 años de andadura, y van desde la iluminación del patrimonio histórico-artístico español a talleres literarios en colaboración con la Real Academia Española o artísticos con el Museo del Prado, así como el patrocinio de festivales musicales o el apoyo a los futuros músicos de la escuela Reina Sofía, entre otras iniciativas.
Cual energía atómica
José María Álvarez-Pallete se centró en la transformación digital que vivimos y su impacto en la cultura. “Es una revolución como ha habido pocas en la historia de la Humanidad, un cambio de era. Y ya está aquí, pero cuesta verla porque es abstracta”, dijo. “Casi la mitad del tráfico de datos que hoy va por las redes de telecomunicaciones ya no es humano. Son máquinas hablándose con máquinas o máquinas hablando con personas. Muchas veces las personas no saben que están hablando con una máquina”, destacó. “Esta revolución lo va a cambiar todo. Y tenemos que decidir cómo queremos que esto pase”. “Creemos que es tan importante como fue la energía atómica en su momento y que es necesario que haya una agencia internacional [que regule la inteligencia artificial] que genere consensos en un mundo tan fragmentado sobre cómo queremos que esto pase. A nosotros nos encantaría que esta agencia estuviera aquí en Madrid”.
El presidente de Telefónica aseguró que, a expensas de decidir el modelo de sociedad que queremos como resultado de esta transformación tecnológica, “es el momento de las ciencias sociales. De la filosofía, la sociología, la psicología, del derecho... Porque esta revolución necesita un nuevo contrato social que establezca las relaciones entre humanos y máquinas, los derechos y obligaciones”.
Convencido de que el arte es fundamental para preservar los elementos humanos, Álvarez-Pallete señaló que “es impresionante ver cómo la inteligencia artificial es capaz de completar la décima sinfonía de Beethoven o una canción inacabada de John Lennon. Pero nunca será ni Beethoven ni John Lennon. Porque las emociones: la empatía, la solidaridad, el amor, la pasión, la ira... no son digitalizables”.
La Fundación Telefónica, que invierte del orden de 11 millones de euros anuales en el apoyo a la cultura, cerca del 17% de su presupuesto, tiene como objetivo aportar conocimiento en torno a la transformación digital. Lo hace a través de exposiciones, debates y talleres en su Espacio Fundación Telefónica, entre otras iniciativas. La entidad además gestiona y custodia la Colección Telefónica, compuesta por más de 1.000 piezas de arte y patrimonio tecnológico.
Cultura e innovación son una mezcla de la que surgen pocos proyectos empresariales, tal y como resaltó Pablo Fernández, fundador de Clidrive, Clicars, Clikalia y ClibrAIn. “Entre las empresas de base tecnológica o de alto crecimiento hay un déficit de proyectos culturales”. Por eso Fernández cree que existe una oportunidad para que los emprendedores tecnológicos lancen nuevos modelos de negocio en este área. En el campo de la música hay un gran reto tecnológico importante porque “todavía no existen modelos de lenguaje de música que sean tan buenos como los de texto o los de imágenes”, señaló este empresario que se definió como pianista frustrado tras abandonar la carrera en el octavo año [Ana Botín dijo que lo dejó en el cuarto curso].
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