Colombia: dos caras de la misma moneda

Es mejor que la economía crezca rápido, pero eso no disminuye las urgencias en el frente monetario, fiscal o social, que son enormes

Dos personas votan en un centro electoral en Bogotá Colombia, el 13 de marzo de 2022.Gladys Serrano

Reza el dicho popular que la moneda tiene dos caras, una verdad que es indispensable tener en cuenta cuando se mira la situación de la economía colombiana. El lado que más brilla indudablemente es el del crecimiento en un país cuyo desempeño supera con creces el del promedio de América Latina. Tal como lo señaló el Fondo Monetario Internacional hace unas semanas, la expansión del producto interno bruto nacional sería del 5,8% en 2022, ...

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Reza el dicho popular que la moneda tiene dos caras, una verdad que es indispensable tener en cuenta cuando se mira la situación de la economía colombiana. El lado que más brilla indudablemente es el del crecimiento en un país cuyo desempeño supera con creces el del promedio de América Latina. Tal como lo señaló el Fondo Monetario Internacional hace unas semanas, la expansión del producto interno bruto nacional sería del 5,8% en 2022, muy por encima del 2,5% previsto para la región en su conjunto.

En un mundo cuyas perspectivas se oscurecen por cuenta de la guerra en Ucrania, el alza en los tipos de interés o los tropiezos que la pandemia todavía le causa a China, Colombia apunta hacia una aceleración. Los mayores precios de los bienes primarios que ocupan los primeros renglones de las exportaciones, junto con una demanda interna que se mantiene vigorosa, son los grandes responsables de una dinámica que otros desearían.

Sin embargo, al darle la vuelta a la moneda aparecen manchas y rayones, algunos muy profundos. Actualmente, el más notorio es la inflación, cuyo ascenso no termina como lo confirmó el dato de abril. Poner a la carestía en cintura no será nada fácil, según se desprende de lo dicho por el propio Banco de la República, en el sentido de que las expectativas de aumento en la canasta familiar son cercanas al 7% para este año. No obstante, una mirada más detallada muestra al menos dos problemas adicionales. Para comenzar está una situación fiscal compleja que sigue sin resolverse más allá de que la alta cotización del petróleo traiga una recaudación de impuesto de renta más cuantiosa y dividendos de Ecopetrol sin precedentes en 2023.

Sobre el papel, la inesperada bonanza aplaza la necesidad de hacer una reforma tributaria con el fin de buscar más recursos y reducir el déficit fiscal. El problema es que esos ingresos extraordinarios no curan el dilema de fondo, con lo cual es mejor no hacer las cuentas de la lechera. Por otro lado, el parte del mercado laboral no es nada bueno. Más allá de que la tasa de desempleo supera el 12%, todavía la población ocupada está por debajo de la registrada antes de la covid-19. Menos personas trabajando significan más hogares en dificultades. Debido a ello, la tasa de pobreza, a pesar de haberse reducido el año pasado en Colombia, es casi tres puntos porcentuales y medio más alta que la de 2019.

En consecuencia, es mejor mirar la película completa para no caer en la autocomplacencia. Sin duda, es mejor que la economía crezca rápido, pero eso no disminuye las urgencias en el frente monetario, fiscal o social, que son enormes. Ahora que los candidatos presidenciales están dedicados a prometer gastos a diestra y siniestra, un análisis realista confirma que el margen de maniobra para el próximo Gobierno es muy reducido. Y que las tentaciones populistas pueden complicar mucho más las cosas, sobre todo si no se parte de un diagnóstico acertado y el remedio resulta peor que la enfermedad.

Ricardo Ávila es economista.

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