La demanda de electricidad crece en agosto y se acerca a las cifras precrisis
El calor ha estirado el consumo, pero la cifra ya ajustada por temperaturas también repunta. Para dar con un aumento mayor hay que remontarse a finales de 2023
La escalada veraniega en el precio de la luz no se está traduciendo en un menor consumo. Al contrario: la demanda de electricidad en España cerrará el mes con un aumento ajustado cercano al 3%, ya corregido por meteorología y calendario, según las últimas cifras de Red Eléctrica de España (REE). Al incorp...
La escalada veraniega en el precio de la luz no se está traduciendo en un menor consumo. Al contrario: la demanda de electricidad en España cerrará el mes con un aumento ajustado cercano al 3%, ya corregido por meteorología y calendario, según las últimas cifras de Red Eléctrica de España (REE). Al incorporar ya el impacto de las temperaturas, en el aumento no influyen las altas temperaturas de estas últimas semanas, que también han elevado el consumo por el uso intensivo del aire acondicionado.
Agosto va, así, camino de registrar el mayor repunte de demanda eléctrica en la España peninsular en tres trimestres: desde diciembre del año pasado no se alcanzaba 3% de crecimiento interanual, exactamente lo que crece a tres días vista del cierre mensual. Los algo más de 18,7 teravatios hora (TWh) consumidos hasta este martes —el último dato disponible— se acercan ya a las cifras anteriores a la pandemia y, sobre todo, a la salvaje crisis energética de 2021 y 2022, la mayor en Europa hasta donde alcanza la memoria.
“Va a ser un muy buen dato, similar a los niveles anteriores a la crisis energética para un agosto, y que permite que la demanda hasta la fecha se incremente en el acumulado del año en comparación con el año anterior”, apunta Pedro Cantuel, analista energético del grupo Ignis. “Me ha sorprendido”. Su pronóstico, al que incorpora una “estimación conservadora de autoconsumo” —todo un bum durante la crisis energética, frenado después, pero que resta cada vez más demanda—, apunta a un consumo en el entorno de los 21 TWh en el conjunto del mes. Sería “el mejor dato desde 2019 y no muy lejos del nivel de 2018 (22 TWh)”.
Al margen del calor, y a la espera de los datos desagregados del gestor de la red eléctrica española, hay varios posibles vectores del repunte de la demanda. El primero es el turismo: la mayor afluencia de visitantes en esta época del año lleva a hoteles y otros servicios asociados a operar a máximo rendimiento. El segundo, el sector secundario, que deja atrás definitivamente la crisis energética y que —pese al reciente frenazo en otros países europeos— parece ganar tracción en los últimos meses.
“Los dos principales sectores industriales podrían explicar, al menos en parte, este aumento: en julio, tanto la metalurgia como el sector químico ya subieron mucho”, sostiene el analista del grupo Ignis. “Habrá que ver el sector servicios”.
Un 2024 aún bajo mínimos
Pese al cambio de tendencia en agosto, la demanda acumulada en lo que va de 2024 sigue arrastrando los pies. A cuatro meses vista del cambio de año, el consumo eléctrico nacional registra un crecimiento interanual de ocho décimas en su lectura bruta y de 1,2 puntos porcentuales en su versión ya ajustada por calendario y meteorología. La brecha entre ambas cifras responde, sobre todo, a un invierno (el pasado) notablemente más suave de lo habitual.
“Aún seguimos lejos de niveles precrisis en el acumulado del año”, constata Cantuel. “Pero lo interesante es que, si se mantiene esta tendencia, 2023 puede haber sido un suelo para, tanto en 2024 como en los próximos ejercicios, ver un periodo de expansión de demanda”. Un cambio de tornas, añade, “muy esperado” por el sector, que ha visto como las importantes inversiones acometidas en los últimos años para ensanchar la capacidad de generación no se han visto respaldadas por una demanda languideciente.
El autoconsumo sigue drenando demanda
Las cifras de REE no tienen en cuenta, además, un factor que ha ganado protagonismo en los últimos años: el autoconsumo. Pese al frenazo reciente, la proliferación de paneles en los tejados de empresas y hogares tiene como primer efecto la reducción de la demanda de electricidad, dado que quien pone en marcha una de estas instalaciones pasa inmediatamente a consumir menos de la red. Es un trasvase directo que conviene tener muy en cuenta: algunos cálculos del sector apuntan a reducciones muy notables, de entre el 8% y el 10% en las horas solares. Cifras que hay tomar con grano de sal, pero que también ayudan a poner en contexto la relevancia macro del fenómeno.
De incluirse el autoconsumo —cuyo impacto sigue sin calcular oficialmente REE— es muy probable que la demanda eléctrica en agosto ya haya recuperado los niveles anteriores a la sacudida de precios. Todo un hito, habida cuenta del desplome registrado en la fase más cruda de la crisis, cuando tanto los hogares como —sobre todo— la industria se ajustaron drásticamente el cinturón para esquivar una escalada de coste que empezaba a ser disparatada.
La electrificación, asignatura pendiente
Cuando Cantuel y otros analistas hablan de “buen dato” al referirse al mayor consumo eléctrico, lo hacen por un motivo: con la producción renovable disparada, sobre todo en las horas centrales del día, la electrificación es un bien en sí misma. ¿El motivo? Toda energía que se consume en forma de electricidad es mucho más limpia y eficiente. También más barata: solo hay que comparar el coste de uso de un coche eléctrico con uno de combustión, ya sea diésel o de gasolina. Lo mismo ocurre en los sistemas de refrigeración a pequeña o gran escala: aunque más caro de instalada, un sistema de aerotermia es, en el día a día, notablemente más económico que un sistema de aire acondicionado o una calefacción de gas al uso.
En los ocho primeros meses del año, el 60% de la electricidad consumida en España es de origen renovable y más del 80% —tras sumar la nuclear— es libre de emisiones. Sin embargo, la electricidad sigue rondando aún el 70% del consumo energético total por la todavía enorme dependencia del petróleo en el transporte y del gas en las calefacciones y la industria. Reducir esa cifra es —debe ser— una de las grandes prioridades para los próximos años: en lo ambiental, porque laminaría las emisiones de gases de efecto invernadero; en lo económico, porque jibarizaría las importaciones y dejaría la balanza comercial claramente en terreno positivo.
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