La renta real de los hogares cayó un 3,1% en 2022 por la inflación
Los ingresos brutos del conjunto de las familias españolas crecieron un 3,6%, pero la subida de precios hizo que los euros no dieran para comprar lo mismo
2022 fue el año de la invasión rusa de Ucrania, la crisis energética, los cuellos de botella en los suministros, la inflación desbocada, las subidas de tipos y la desaceleración global. Aun así, la economía española consiguió crecer un robusto 5,5% al liberarse la actividad por completo de las restricciones de la pandemia. Y la renta disponible bruta del conjunto de las familias creció en euros un 3,6%, empujada por la creación de empleo y una mode...
2022 fue el año de la invasión rusa de Ucrania, la crisis energética, los cuellos de botella en los suministros, la inflación desbocada, las subidas de tipos y la desaceleración global. Aun así, la economía española consiguió crecer un robusto 5,5% al liberarse la actividad por completo de las restricciones de la pandemia. Y la renta disponible bruta del conjunto de las familias creció en euros un 3,6%, empujada por la creación de empleo y una moderada subida de los sueldos. Sin embargo, la inflación rampante es un monstruo que da dentelladas muy profundas. Aunque se disponga de más dinero en euros, estos no dan para comprar lo mismo: la renta del total de las familias retrocedió en términos reales, una vez restada la evolución de los precios, un 3,1% en 2022, según cálculos realizados con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Si se compara con 2019, la renta real de las familias todavía se encuentra un 3,9% por debajo de los niveles prepandemia. Pero, además, en este tiempo la población ha aumentado. Lo que significa que la renta per cápita ha disminuido aún más: es un 4,9% inferior que antes de la covid.
En relativamente poco tiempo se ha dado un desplome bastante acusado de las rentas a pesar de las subidas del salario mínimo, los ERTE, la renta mínima, los sueldos por fin repuntando al ritmo más elevado en una década o el empleo creciendo con fuerza. En solo un año la inflación ha evaporado prácticamente el equivalente a un tercio de toda la renta que perdieron los hogares en siete años con la Gran Recesión, entre 2008 y 2014.
La resistencia del mercado laboral
Una diferencia con la crisis inmobiliaria y del euro radica en el buen comportamiento del mercado de trabajo, quizás en parte porque la inflación permite a las empresas bajar costes laborales en términos reales sin tocar nada. A costa de una importante erosión del poder de compra, se ha favorecido el empleo. En cambio, durante la crisis de 2008 hicieron falta varios años para observar una moderación salarial. Se trata de un cambio de comportamiento que puede haber contribuido a la resistencia del mercado laboral al tener todavía muy presente la devastadora crisis de hace más de una década. Entre 2008 y 2014, con una inflación muy atenuada, la pérdida de renta se concentró en los que se quedaban sin trabajo o en aquellos que asumían recortes de sueldo. Ahora se halla mucho más repartida. Aunque sobre todo se ceba con las rentas bajas, cuya cesta de la compra está más expuesta a la inflación y que disponen de un menor colchón de ahorro. De ahí que todas las instituciones, como el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional o el Banco de España, recomienden que las ayudas públicas se focalicen en esos colectivos más vulnerables.
En todo caso, por más que el IPC medio del año pasado registrase un brutal incremento del 8,5%, la situación boyante del empleo se ha notado en el consumo durante 2022. “Teniendo en cuenta la caída de la capacidad adquisitiva de los hogares, llama la atención el importante aumento del consumo real y el mantenimiento de niveles altos de ahorro”, explica María Jesús Fernández, analista de Funcas. A pesar de la pérdida de renta real, las compras de los hogares se dispararon un 4,4% en volumen. En tanto que el empleo marcha bien, las familias consumen. Además, el consumo todavía es un 3% inferior al de 2019. “En este sentido hay cierto margen para que crezca, incluso en un contexto de caída de la renta disponible real”, señala María Jesús Fernández. El hecho de que las prestaciones públicas hayan aumentado un 14% sobre 2019 también puede haber ayudado.
Y el ahorro se mantuvo en el conjunto del año pasado en unos niveles relativamente elevados después de haberse disparado a cotas nunca vistas con la pandemia. Se sitúa en el 7,2% de la renta disponible en un contexto en el que predominó la incertidumbre a raíz de la guerra en Ucrania. Tras hundirse en el tercer trimestre coincidiendo con la recuperación plena del turismo nacional, volvió a repuntar con fuerza en el cuarto, en medio del ruido sobre el riesgo de una recesión técnica. Una parte importante de ese ahorro se destinó a inversión en ladrillo, disparando el número de compraventas de vivienda.
Todo ello hizo que en 2022 las familias gastaran e invirtieran más de lo que habían ingresado, un fenómeno que no ocurría, salvo por la excepción de 2018, desde 2008. Las familias necesitaron financiación por valor de 1.753 millones de euros. Si bien esto no se costeó a golpe de deuda, sino deshaciendo patrimonio acumulado de años anteriores. En consecuencia, se trata de un patrón mucho más sano.
Por otra parte, ¿cómo le ha ido a las empresas? El conjunto de nóminas de empleados que abonan cayó mucho menos que los excedentes empresariales con la pandemia. Y se recuperó con mucho más vigor durante 2021. En cambio, en 2022 la evolución de los remanentes empresariales fue mucho mejor. De forma que, comparando con 2019, los dos, el excedente y la remuneración de los salarios, han crecido casi lo mismo. La masa salarial ha aumentado, en euros, un 6,3% respecto a 2019, la mitad por el mayor empleo y la otra mitad por subidas de sueldos. El excedente ha engordado algo más, un 7,8%. Este concepto es diferente del de los beneficios, ya que incluye las imputaciones de alquileres o las rentas de autónomos. Y con él se financia la inversión, se mantiene el stock de bienes de equipo, se amortiza deuda, se construyen reservas y se distribuyen los dividendos. En este sentido son más relevantes los dividendos repartidos: estos se encuentran en euros casi un 3% por debajo de 2019.
La masa salarial y el excedente empresarial
“Tanto el coste salarial por unidad producida como el excedente empresarial por unidad producida han evolucionado de forma muy parecida con respecto a 2019. En 2021 se recuperaron más los salarios y en 2022 se ha recobrado más el excedente”, explica María Jesús Fernández. Es decir, el reparto de cada euro generado desde 2019 ha ido más o menos a partes iguales entre salarios y excedentes. La masa de sueldos ha aumentado en unos 23.000 millones; mientras que el remanente empresarial se ha incrementado en unos 21.000 millones. Sin embargo, hay dos importantes matizaciones.
Una: según ha señalado el Banco de España, el comportamiento de los márgenes ha sido muy dispar por sectores y tipo de empresas. Las energéticas los han disparado. La industria empezó a subirlos con la crisis de suministros, pero luego los ha reducido con la crisis energética. Tras una pandemia en la que apenas facturaron, comercio y hostelería han elevado márgenes por encima de las cotas precovid, probablemente tratando de compensar las pérdidas de años anteriores y aprovechando el fuerte tirón de la demanda una vez acabadas las restricciones de la crisis sanitaria.
Y dos: como ha explicado el Banco de España, hasta el tercer trimestre del año pasado se podría decir que salarios y excedentes estaban empatados en su evolución. Pero en el último trimestre de 2022 se ha visto en el INE que el excedente empresarial se disparaba mucho más, en línea con el tirón del IPC subyacente. Quizás porque se están preparando para acomodar demandas salariales: los convenios suscritos en los dos primeros meses del año arrojan ya una subida media de sueldos del 5,2% para 244.000 trabajadores en 2023. Ahora que remiten las presiones por la energía, al Banco de España le preocupa que el dinamismo de márgenes y salarios acabe provocando efectos de segunda vuelta, creando otra ronda de shocks inflacionarios.
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