Editorial:

Economías infectadas

La crisis exige repensar el endeudamiento del Estado y emprender iniciativas europeas

La intervención de las agencias hipotecarias estadounidenses Fannie Mae y Freddie Mac, titulares directa o indirectamente del 50% de los préstamos hipotecarios de aquel país, da cuenta de la persistencia de la crisis crediticia que emergió hace un año. También es representativa de la diferente actitud con que las autoridades a uno y otro lado del Atlántico están abordando el tratamiento de la crisis.

Los recientes indicadores no dejan lugar a dudas sobre su alcance global. Las economías de Japón y Europa están hoy más cerca de la recesión que la estadounidense, donde se originó la crisi...

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La intervención de las agencias hipotecarias estadounidenses Fannie Mae y Freddie Mac, titulares directa o indirectamente del 50% de los préstamos hipotecarios de aquel país, da cuenta de la persistencia de la crisis crediticia que emergió hace un año. También es representativa de la diferente actitud con que las autoridades a uno y otro lado del Atlántico están abordando el tratamiento de la crisis.

Los recientes indicadores no dejan lugar a dudas sobre su alcance global. Las economías de Japón y Europa están hoy más cerca de la recesión que la estadounidense, donde se originó la crisis crediticia que, un año después, sigue lastrando las posibilidades de crecimiento en todo el mundo. Para completar la metástasis, no pasarán muchos meses sin que veamos a algunas economías emergentes acusar las consecuencias de esa rápida e intensa contracción de la demanda en las economías de la OCDE.

En Europa son apenas tres las economías con rasgos comunes a la estadounidense (activos inmobiliarios inflados, elevado endeudamiento privado y excesivo déficit exterior), pero el PIB ya ha experimentado una contracción en el segundo trimestre del año y las señales que se reciben de las ventas al por menor, o la inversión empresarial, son coherentes con ese desplome de la confianza.

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El contraste es acusado, sin embargo, en la utilización de las terapias por las autoridades de ambos bloques. Mientras que en EE UU apenas quedan herramientas de política económica que puedan ser aplicadas para evitar males peores (desde los estímulos presupuestarios hasta el apoyo directo al rescate y la nacionalización de entidades financieras, pasando por una política monetaria inequívocamente laxa), en Europa se practica una suerte de inhibición, cuando no una torpe agudización de las dificultades.

La intervención reciente del BCE es ejemplo de esto último. Con los tipos de interés duplicando los americanos, un euro durante mucho tiempo apreciado, poco favorecedor de las exportaciones, y sistemas bancarios cada vez más vulnerables, el BCE emerge en la escena con declaraciones y advertencias que, lejos de fortalecer la confianza de los agentes, contribuyen a innecesarias pérdidas de riqueza financiera en los mercados de acciones y a inhibir aún más la inversión.

La severidad de las amenazas al bienestar de la población es mucho mayor de lo que habían anticipado las autoridades. Desde luego en España, donde los costes en términos de desempleo ya son los más elevados de Europa. La excepcionalidad de las actuaciones no puede limitarse a esa escenificación de la interrupción de las vacaciones de agosto. El presupuesto y la capacidad de endeudamiento del Estado, el escrutinio crítico de las actuaciones del BCE o el apoyo a iniciativas conjuntas en el seno de la UE, deberían formar parte de la necesaria agenda de actuaciones frente a la más severa crisis de los últimos 15 años.

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