Tribuna:Un reconocimiento al riesgo

Una cabeza maravillosa

Le conocí a través de un encargo que me hicieron para una videoinstalación en la antigua fábrica Moritz, en Barcelona. Fue en una cena en casa de la familia Roerich. Yo tenía ganas de conocerle y él a mí también, ya que es un gran cinéfilo, muy amigo de Win Wenders. La cena fue estupenda, muy lúdica. Jean es de los mejores comensales que conozco, le gusta comer, el vino, charlar... Me di cuenta de que me encontraba ante una persona de una gran humanidad. Es de los artistas que ha superado su arrogancia y su ego y disfruta muchísimo con todo.

En esa cena solté en plan de broma que sólo h...

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Le conocí a través de un encargo que me hicieron para una videoinstalación en la antigua fábrica Moritz, en Barcelona. Fue en una cena en casa de la familia Roerich. Yo tenía ganas de conocerle y él a mí también, ya que es un gran cinéfilo, muy amigo de Win Wenders. La cena fue estupenda, muy lúdica. Jean es de los mejores comensales que conozco, le gusta comer, el vino, charlar... Me di cuenta de que me encontraba ante una persona de una gran humanidad. Es de los artistas que ha superado su arrogancia y su ego y disfruta muchísimo con todo.

En esa cena solté en plan de broma que sólo haría el encargo de la videoinstalación si Jean aceptaba ser el actor. Pensé en su cabeza, que es poderosa y maravillosa por dentro y por fuera. Él se empezó a reír, pero le gustó. Así comenzó el proyecto de Gaudir Nouvelle. Me invitó a su casa en el sur de Francia, en Saint-Paul de Vence, y le avancé la idea de la leche sobre su cabeza, en una especie de bautismo realizado en su Torre Agbar, su relación con Gaudí. Le entusiasmó y creyó de verdad que era su bautismo. A raíz de todo ello nos hicimos muy amigos. A Jean le encanta jugar a la petanca, y todas las tardes en Saint-Paul de Vence jugábamos en la plaza del pueblo con un vaso de vino tinto o rosado.

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Como artista, tiene un concepto de la arquitectura muy sorprendente. En sus proyectos busca la luz y los reflejos y lo utiliza para el entorno en el que construye. Todo esto se ve en el Museo Quai Brandly, en París, o en la Torre Agbar, en Barcelona. Es un hombre especialmente cariñoso con el entorno en el que trabaja, lo quiere utilizar y aprovechar y en ello se ve, una vez más, su gran talento y humanidad. Cuando me cuenta algún proyecto siempre consigue sorprenderme. Tiene una visión de la arquitectura muy enriquecedora.

A él le fascina el mundo del cine. A mí el suyo. Todo eso y la petanca han logrado una sólida amistad.

Bigas Luna es director de cine y autor de la videoinstalación Gaudir Nouvelle.

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