Columna

Ver hacia dentro

Robert Frank es una figura paradójica e inestable dentro de la historia de la fotografía de los últimos 50 años. De hecho, aunque sus proyectos estrictamente fotográficos apenas abarcan poco más de 10 años, básicamente de 1947 a 1958, su influencia ha sido determinante durante décadas. Su nombre siempre aparecerá ligado inevitablemente al que sin duda es uno de los libros de fotografía más importantes, The americans, publicado en 1958.

Tuvo que ser un europeo, nacido en Suiza y llegado a Norteamérica en 1947, quien realizara el retrato más acertado, sutil y profundo de Estados Un...

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Robert Frank es una figura paradójica e inestable dentro de la historia de la fotografía de los últimos 50 años. De hecho, aunque sus proyectos estrictamente fotográficos apenas abarcan poco más de 10 años, básicamente de 1947 a 1958, su influencia ha sido determinante durante décadas. Su nombre siempre aparecerá ligado inevitablemente al que sin duda es uno de los libros de fotografía más importantes, The americans, publicado en 1958.

Tuvo que ser un europeo, nacido en Suiza y llegado a Norteamérica en 1947, quien realizara el retrato más acertado, sutil y profundo de Estados Unidos, revolucionando con ello varios aspectos: la visión amable y condescendiente que esta nación tenía de sí misma, la práctica documental y el concepto del libro de fotografía.

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Robert Frank inauguró un estilo documental tan espontáneo como poético, realizado cámara en mano, libre de formalismos y del peso de la instantánea. Su mirada no se basa en la fotografía aislada, en el hallazgo privilegiado cargado de significados y símbolos, sino en la narración que se va construyendo a través de la secuencia de imágenes, con sus repeticiones, tensiones y contrastes.

A este estilo se une, en su caso, una visión sobre la sociedad cargada de escepticismo y con un fuerte acento social, una postura lúcida y sombría que se pregunta continuamente sobre la naturaleza del ser humano y sobre el hecho de vivir.

Probablemente fuera esta postura vital, tan escéptica como libre y transgresora, la que le llevó a abandonar la seguridad y la relativa obviedad de la fotografía documental para iniciar una trayectoria de investigación sobre la imagen a través de múltiples soportes, al tiempo que se alejaba de la observación social en beneficio de una postura más cercana a la ficción y a la introspección biográfica.

Un camino personal y artístico de búsqueda de la verdad y de lo esencial a través de la imagen, que puede resumirse en su afirmación de que "siempre miro hacia fuera, intentando ver hacia dentro". O como señalaba en su fundamental y testimonial libro Las líneas de la mano: "He llegado a casa y estoy mirando a través de la ventana".

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