Análisis:CANON ACCIDENTAL

Aire de familia

Ya conocen el arranque inmortal de Ana Karenina: "Todas las familias felices se parecen. Las desgraciadas lo son cada una a su manera". Traducción: sin conflictos familiares no hay literatura. Y no hace falta remontarse a Caín y Abel, basta con dar un vistazo a las mesas de novedades de las librerías.

- Hijos contra padres. Es el gran clásico, y Luis Landero acaba de añadir un capítulo agridulce a este subgénero narrativo al que Kafka contribuyó como nadie con su famosa carta. Lo hace en Hoy, Júpiter (Tusquets), su última novela, una síntesis de historias paralelas y ajus...

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Ya conocen el arranque inmortal de Ana Karenina: "Todas las familias felices se parecen. Las desgraciadas lo son cada una a su manera". Traducción: sin conflictos familiares no hay literatura. Y no hace falta remontarse a Caín y Abel, basta con dar un vistazo a las mesas de novedades de las librerías.

- Hijos contra padres. Es el gran clásico, y Luis Landero acaba de añadir un capítulo agridulce a este subgénero narrativo al que Kafka contribuyó como nadie con su famosa carta. Lo hace en Hoy, Júpiter (Tusquets), su última novela, una síntesis de historias paralelas y ajuste de cuentas con alguien que nos dio la vida y nos robó la infancia. Tan viejo como el mundo. Salvo para Augusto Monterroso que, por llevar la contraria, siempre dijo que en la diatriba entre Kafka y su padre él estaba del lado del padre.

- Padres contra hijos. Se da menos porque parece antinatura, pero se da. Por ejemplo, en una novela de Joseph Roth que acaba de traducirse, Job (Acantilado). Un judío ortodoxo decide emigrar con su familia a Estados Unidos dejando en Europa a su hijo Menuchim, deforme y retrasado. Pasado el tiempo y para estupor de los suyos, el muchacho sana milagrosamente. Y hasta aquí puedo leer. No es el mejor Roth, pero al santo bebedor nadie puede negarle que plantea los enigmas mejor que David Lynch. Y los resuelve, cosa que no siempre puede decir el buen David.

- Hijos y madres. Lo recordó el lunes en Alcalá Antonio Gamoneda, a la misma hora en que él, con 14 años, empezaba a echar carbón a la calefacción del Banco Mercantil de León y su madre se encorvaba sobre una máquina de coser Singer. La hora eran las cinco de la mañana. La poesía del último premio Cervantes -escrita, como él mismo dice en un verso, con una "pena arterial"- está llena de madres. Madres que mandan a sus hijos papel de fumar en una carta que nunca llega, madres que los despiertan sin ruido, tocándoles la cara. Su libro más maternal (también el más accesible) se llama Blues castellano. La editorial Bartleby acaba de reeditarlo con un epílogo de Elena Medel, poeta cordobesa de 22 años, que recuerda en su texto que los poemas más antiguos del libro se esbozaron "cuando mis padres aún no habían nacido".

- Hijos contra madres. Pues sí, existe una versión matricida de la kafkiana carta al padre. Se titula Post mortem (Sígueme) y narra la historia de amor de Albert Caraco contra su madre, a la que culpa de todo: de su felicidad y de su misantropía. La traducción es de Justo Navarro. No es una estricta novedad pero es una obra que no envejece. Eso sí, es venenosa, lúcida y terrible, humana e inhumana. Su autor afirmó durante años que no se suicidaba por cortesía con sus progenitores. Al día siguiente de la muerte de su padre, se rebanó el cuello.

- Padres e hijas. En 1998 Rodrigo Rey Rosa publicó La hija que no tuve, uno de los mejores relatos de la narrativa latinoamericana última. Lo incluyó en Ningún lugar sagrado (Seix Barral). La misma editorial acaba de publicar Otro zoo, un breve libro de cuentos en el que el escritor guatemalteco vuelve a hablar de padres débiles e hijas fuertes, de, por ejemplo, el agujero que se le abre en el estómago a un hombre miope que pierde de la mano a una niña de dos años y medio.

- Hermano contra hermano. Otro clásico Al este del Edén. Las andanzas entre un joven arquitecto de Barcelona y su hermano mayor. El primogénito es un jugador y sablista que llevaba tiempo desaparecido en combate. El pequeño "parece uno de esos que sube al escenario cuando se lo pide un mago". Son los protagonistas de Un enano español se suicida en Las Vegas, la segunda novela de Francisco Casavella. La publicó Anagrama hace diez años. Debolsillo la acaba de editar donde su nombre indica.

- Todos contra todos. Venga, un final feliz. No porque el libro lo sea, sino porque lo escribió Natalia Ginzburg, que dijo que los hijos no son de los padres, que es más bien al contrario. La familia es la columna vertebral de su obra: desde Las pequeñas virtudes (un ensayo que pondrá boca abajo todo lo que usted pensaba de la educación de sus vástagos) hasta esa impagable novela epistolar que es Querido Miguel (ambos en Acantilado, el último traducido por Carmen Martín Gaite). Lumen ha reeditado ahora Léxico familiar. Final feliz, ya dije. Pero no se fíen y recuerden al clásico: si nos dieran la felicidad de los demás no sabríamos qué hacer con ella.

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