El conflicto de Irak

El primer ministro chií ofrece paz a los suníes

El Gobierno de Maliki presenta un plan de reconciliación que excluye a Sadam y a Al Qaeda

El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, presentó ayer ante el Parlamento su plan de 24 puntos para lograr la reconciliación nacional. Con él pretende terminar con la violencia y poner en marcha la verdadera reconstrucción del país. Del texto final, que ha sido objeto de numerosas negociaciones entre las diversas facciones y partidos iraquíes -incluidos algunos de los grupos armados de la insurgencia-, parecen haber desaparecido algunos de los puntos más polémicos, como el de una amnistía general que incluyera delitos de sangre pero no los cometidos contra civiles. El embajador de EE UU en B...

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El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, presentó ayer ante el Parlamento su plan de 24 puntos para lograr la reconciliación nacional. Con él pretende terminar con la violencia y poner en marcha la verdadera reconstrucción del país. Del texto final, que ha sido objeto de numerosas negociaciones entre las diversas facciones y partidos iraquíes -incluidos algunos de los grupos armados de la insurgencia-, parecen haber desaparecido algunos de los puntos más polémicos, como el de una amnistía general que incluyera delitos de sangre pero no los cometidos contra civiles. El embajador de EE UU en Bagdad, Zalmai Jalilzadeh, que ha estado en la elaboración del plan, explicó ayer que está abierto a todos menos a la organización de Al Qaeda en Irak.

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Aunque el plan Maliki no ofreció detalles de cómo pretende acabar con la violencia cotidiana que padece el país (ayer, 16 muertos, más de 60 heridos, 16 trabajadores secuestrados y 4 rusos asesinados), el primer ministro considera que éste es el objetivo: "Tenemos que terminar con esta fea situación", dijo ante el Parlamento en un discurso que duró 15 minutos. Para conseguirlo, Maliki, que lleva algo más de un mes en el cargo, ha propuesto un plan que incluye una amnistía, el pago de indemnizaciones y la apertura del espacio político a todos, excepto a Al Qaeda en Irak y los baazistas (aquellos que ocuparon cargos en el régimen de Sadam Husein).

"Presentamos una rama de olivo a los que quieran unirse al proceso de paz [pero] también presentamos una ley estricta contra aquellos que continúen oponiéndose a este proceso. [...] No habrá reconciliación para los criminales responsables de la muerte de iraquíes hasta que no reciban su castigo", señaló en un discurso que fue televisado y en el que empleó un tono enérgico y decidido.

"Habrá una amnistía para quienes no participaron en los actos criminales y terroristas ni en los crímenes de guerra y contra la humanidad", afirmó el primer ministro. "Contra los que no tengamos pruebas de sus crímenes deberán ser liberados de inmediato". A pesar de estas palabras, no quedó claro cuál será el límite de esa amnistía, si quedan excluidos todos los delitos de sangre -"esta iniciativa no debería ser considerada como una recompensa para los asesinos y delincuentes o una aceptación de sus acciones"- o de aquellos que "no tengan las manos manchadas de sangre iraquí". Lo único claro es que no afectará a Sadam Husein y a otros altos jefes de la represión.

La semana pasada, un funcionario estadounidense, del que no se citaba el nombre, daba por hecho al The New York Times que el perdón incluiría milicianos que atentaron contra las tropas extranjeras: "Lo hicimos nosotros tras la II Guerra Mundial, después de la guerra de Independencia y de la guerra civil. Es desagradable y moralmente reprobable, pero así acaban todas las guerras".

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El pago de compensaciones es otra de las claves del plan Maliki. Habrá ayudas para los que perdieron su trabajo tras la caída del régimen anterior (decenas de miles de funcionarios fueron expulsados de sus puestos) y para las víctimas de la violencia terrorista y de las operaciones del Ejército iraquí y de las tropas de la coalición.

Los Angeles Times informó ayer de que el número de iraquíes muertos desde marzo de 2003, cuando comenzó la invasión, supera los 50.000. El diario, que recoge estadísticas del depósito de cadáveres de Bagdad, del Ministerio de Sanidad y de otras agencias locales, señala que la cifra podría ser mayor, ya que hubo "importantes lapsos" en la recopilación de datos en el primer año.

Al final de su discurso, el primer ministro afirmó que su Gobierno pedirá durante los próximos días al Parlamento que adopte una serie de medidas necesarias para poner en práctica su plan, y en especial los criterios para liberar a los detenidos. Entre las propuestas de Maliki hay una en la que propone abrir las cárceles a la inspección internacional.

Adnan al Duleimi, líder del Frente del Consenso Iraquí, que agrupa a los partidos suníes, mostró su apoyo al primer ministro y le instó a la inmediata puesta en libertad del mayor número posible de detenidos en las cárceles iraquíes y bajo custodia de las fuerzas estadounidenses, en especial quienes han sido declarados inocentes. Los principales políticos chiíes rechazaron toda reconciliación con miembros del ilegalizado partido Baaz implicados en crímenes contra los iraquíes. El embajador de EE UU en el país, Zalmay Khalilzad, que ha estado detrás de las negociaciones del plan, consideró ayer que se trata de un buen paso "para curar las heridas de Irak".

Sin embargo, algunos analistas señalan que uno de los puntos débiles del plan Maliki, al menos en su enunciado actual, es la escasa generosidad política con los baazistas, muchos de ellos árabes suníes que pueden estar detrás o ver con simpatía a la insurgencia. Maliki, y los norteamericanos, quiere separar la insurgencia nacionalista (que busca la salida de las tropas) de la extranjera, y para ello es esencial que los árabes suníes se sientan dentro del proceso.

Uno de esos analistas, el norteamericano Juan Cole, lo explicaba ayer en su página web: el Gobierno trata de separar los baazistas de los qutbistas, que aunque se autoproclaman yihadistas salafistas se muestran tan violentos como los seguidores del egipcio Sayyid Qutb (ideólogo de los Hermanos Musulmanes ejecutado en 1966), quien aseguraba que todo no musulmán merecería la muerte. Ayer le sucedió a los cuatro empleados de la Embajada de Rusia secuestrados por Al Qaeda.

Nuri al Maliki (a la izquierda) saluda al líder político de los suníes, Adnan al Duleimi, ayer en el Parlamento.REUTERS

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