Reportaje:

Bronca en la muralla

El Ayuntamiento de Granada aboga por el derribo de la reconstrucción del muro nazarí, que ha costado un millón de euros

"Esto, ¿para qué?", se pregunta Paco mientras agita indignado su garrota contra las lajas de granito de la nueva muralla, en el cerro de San Miguel de Granada. Su energía no se resiente ante las altas temperaturas. La furia de algunos vecinos, que como él se preguntan por la utilidad de esta obra vanguardista -finalista del IV Premio Europeo del Espacio Público Urbano y ganadora del Premio Arquitectura Piedra 2006-, ha desatado un terremoto que amenaza con derribar por segunda vez este tramo de muro.

El primer derribo se remonta al siglo XIX. Un temblor tectónico arrasó 40 metros de la ...

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"Esto, ¿para qué?", se pregunta Paco mientras agita indignado su garrota contra las lajas de granito de la nueva muralla, en el cerro de San Miguel de Granada. Su energía no se resiente ante las altas temperaturas. La furia de algunos vecinos, que como él se preguntan por la utilidad de esta obra vanguardista -finalista del IV Premio Europeo del Espacio Público Urbano y ganadora del Premio Arquitectura Piedra 2006-, ha desatado un terremoto que amenaza con derribar por segunda vez este tramo de muro.

El primer derribo se remonta al siglo XIX. Un temblor tectónico arrasó 40 metros de la muralla nazarí que desde el siglo XVI delimita el cerco administrativo de la ciudad. Desde entonces, y hasta julio de 2005, el amplio hueco, flanqueado a ambos lados por la antigua muralla, comunicaba el campo y las viviendas que se extienden a uno y otro lado, entre el cerro de San Miguel y la parte alta del Albaicín, frente a la Alhambra. Un paso franco del que disfrutaban los vecinos y sus automóviles, aunque la circulación de estos últimos junto a un bien de interés cultural está prohibida por la Ley de Preservación de Patrimonio. "La zona ha permanecido prácticamente inalterada durante cinco siglos. Esta colina es la última que vertebra la relación entre ciudad y paisaje", explica Antonio Jiménez Torrecillas, arquitecto granadino encargado de la rehabilitación.

La autoridad municipal debe obtener el visto bueno de la Comisión de Patrimonio de la Junta de Andalucía
Jiménez Torrecillas optó por crear una entrada en cada extremo de su construcción hueca

Con un presupuesto de casi un millón de euros, financiado con fondos europeos a través de un plan operativo local, su proyecto contemplaba, además de la reconstrucción del tramo caído de la muralla, la recuperación de senderos y la limpieza de cuevas circundantes. "Esto no es un monumento, es un parche. Nos han cortado el paso", se lamenta Paco. Las quejas de los vecinos de toda la vida que ocupan las casas intramuros y de los propietarios de la nueva urbanización extramuros de los Cármenes de San Miguel -construida a finales de los noventa- forzaron la apertura de un paso que no figuraba en el proyecto original. "Levantar muros entre barrios, ¿no es de sitios represores?", se pregunta todavía hoy otro Paco de la zona.

Jiménez Torrecillas optó por crear una entrada en cada extremo de su construcción hueca, que desde entonces los vecinos se ven forzados a atravesar. "No han abierto una puerta en condiciones y tenemos que usar linternas, en el siglo en el que estamos", se queja José. Como si se tratara de una celosía de piedra, la superposición capeada del granito en las paredes del angosto pasillo de 80 centímetros ofrece una vista calada de Granada, y durante el día un bello efecto lumínico. Todo ello, sin embargo, no facilita el tránsito del vecindario y la polémica no ha cesado desde entonces. Asociaciones vecinales, arquitectos y políticos han caldeado el ambiente en la prensa local: nadie parece estar de acuerdo, y las posturas posibles ante la discutida muralla parecen multiplicarse. De fondo queda la querella política.

A falta de completar el ajardinamiento y la iluminación, la nueva muralla sigue abierta y cercada por vallas y carteles que señalan el lugar como "zona en obras". El Ayuntamiento (gobernado desde 2003 por el PP), promotor de la rehabilitación, paró el proyecto en noviembre y en diciembre su junta de gobierno propuso su demolición. "El proyecto original se corrigió, pero nos gustaría derribarlo", afirman desde el gabinete de prensa. Aunque aseguran estar abiertos a una negociación, en principio el Ayuntamiento no contempla otra solución "más que el derribo", y descarta la posibilidad, consensuada entre el arquitecto y algunos vecinos, de abrir una puerta en el muro de la discordia.

Al tratarse de una intervención en un bien de interés cultural, para seguir adelante con la demolición la autoridad municipal -que se negó a explicar su postura a este periódico-, debe obtener el visto bueno de la Comisión de Patrimonio de la Junta de Andalucía (gobernada por el PSOE). "A día de hoy no hemos recibido ningún plan para su aprobación. El Ayuntamiento habla de demolición, pero no la han documentado con un proyecto alternativo", asegura Juan Antonio Pérez Tapia, delegado de Cultura de la junta. "Los argumentos para la demolición no resultan convincentes ni respetuosos con el patrimonio. No es lo mismo no construir que demoler".

Así las cosas, y a falta de un acuerdo, siete meses después de que se parase la obra todo sigue "empantanado", afirma José Luis Torrecillas, miembro de la Asociación Vecinal de los Cármenes de San Miguel. El arquitecto hace meses que se siente incapaz de visitar su polémica obra: "A veces tengo la impresión de que la gente me mira como si me hubiera propuesto cargarme la ciudad". Ha remodelado su proyecto y acepta que aunque "allí nunca hubo una puerta, es tiempo de abrir y comunicar". Su colega en la Escuela de Arquitectura Rafael Soler asegura que el caso de la muralla forma parte de las polémicas periódicas de la ciudad. "Muchas veces esconden bajo estas cortinas de humo temas más preocupantes como la especulación atroz". Los estudiantes de último curso de arquitectura en Granada, como Ana Rosa, valoran el tesón del arquitecto, que "ha mantenido a pesar de todo la obra en pie" y ha sabido adaptarla al ambiente. "Un proyecto debe tener utilidad y cambiar sus pautas si es necesario, nunca puede ser autista", concluye.

Aspecto de la polémica muralla de Granada.M. ZARZA
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