PASARELA CIBELES

Locking Shocking insufla potencia contemporánea al uso de las pieles

Andrés Sardá recrea el Oriente Express para mostrar los secretos del 'chantilly'

¿Cómo se mide la modernidad en una colección de moda? Además de los baremos y vectores habituales, hay que tener en cuenta la respiración, la poesía que emana de una síntesis de trabajo en la que se han invertido muchas energías y toda la imaginación posibles. Locking Shocking lo ha conseguido por esas vías tan auténticas como difíciles: su desfile les sitúa y en cierto sentido les consagra. Jornada larga e irregular, cabe destacar el acento cosmopolita y culto de Andrés Sardá, el regreso de Victorio & Lucchino y el rigor irónico de Antonio Alvarado.

La cuarta y larga jornada de Cibeles...

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¿Cómo se mide la modernidad en una colección de moda? Además de los baremos y vectores habituales, hay que tener en cuenta la respiración, la poesía que emana de una síntesis de trabajo en la que se han invertido muchas energías y toda la imaginación posibles. Locking Shocking lo ha conseguido por esas vías tan auténticas como difíciles: su desfile les sitúa y en cierto sentido les consagra. Jornada larga e irregular, cabe destacar el acento cosmopolita y culto de Andrés Sardá, el regreso de Victorio & Lucchino y el rigor irónico de Antonio Alvarado.

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La cuarta y larga jornada de Cibeles empezó con un desfile doble: José Miró y Jorge Vázquez. El primero usando el blanco que domina, con grandes boinas muy expresivas, pantalones estrechos de talle alto y un buen control de la silueta estrecha, debe citarse también su punto en gris y el lamé oro más negro, una combinación difícil que aborda con soltura y con los posibles de su creatividad. Jorge Vázquez fue más comercial y hasta convencional.

Después Andrés Sardá para su desfile de lencería acudió a su cultura. El modernismo en su apogeo y el ambiente del Oriente Express, ese tren que tanto dio de sí en la literatura y el cine. Sus mujeres fueron unas diosas de encaje chantilly negro, liberadas tal como las pintó Boldini o las describió Proust: en un estilismo cargado de referencias, desde la otra ruta de la seda al gusto otomano, desde el quimono a la capa veneciana. Un canto también a la fuerza del liguero, con una construcción esmerada que comprendía pieles nobles, lacerías sueltas, corpiños dieciochescos. Pero nada de eso tapaba las formas lenceras, sino que las realzaba y enmarcaba en una especie de passepartout móvil.

Kina Fernández cerró la mañana con un desfile irregular que demuestra cómo un estilismo fallido puede entorpecer la visión del conjunto. Con buenos materiales y una carrera industrial en marcha, Fernández ha dado pasos positivos y, de hecho, en este desfile hay prendas estupendas tapadas por accesorios no controlados o excesivos. Interesante su aire militar, las faldas de medias tablas al bies, el pantalón amplio rodillero con bragueta de marinero y las botonaduras decorativas.

Emociones

Inició la tarde Locking Shocking. El tándem de Óscar y Ana es ya una realidad madura, un hecho incontestable que produce muchas emociones dentro y fuera de la pasarela. Sobre un breve vídeo al estilo de Antonioni, el desfile empezó en una base de azules gastados y grises. La colección es coherente y variada, generosa en su riesgo por los tejidos, de la micropana estampada al terciopelo y la napa. Su debú con la piel calibra sus capacidades. Hay en ellos una nueva elegancia, son muy sofisticados, pero rompedores: un chubasquero con magia dentro, su escudo (pleno de claves y lecturas) estampado en sudaderas. La falda-jubón con grandes fuelles o el cuero envejecido de cazadoras y pantalones se volvieron símbolos. Hubo faldas para hombre, gabardinas que protegen del desafío de los tiempos, retadores piratas para chico. Los Locking hacen su propio discurso virtual haciendo evolucionar el producto hacia un ideológico central y propio; esta vez se trataba de una emigración interior, el extrañamiento de los personajes / maniquíes a su propia isla de ansia. De ahí que a veces lo que hacen Óscar y Ana desconcierte o se entienda como carente de humor.

Victorio & Lucchino verificaron un lleno total en su regreso a Cibeles. Su colección resultó inusualmente sobria y hasta oscura: grises, perlados, negro, marrones apagados o pasteles matizados. Usaron una seda laminada en brillo con grandes flores para muchas cosas, desde un pantalón pitillo a una gabardina. El potenciado que hacen los sevillanos de la moda masculina quedó de manifiesto en este desfile mixto donde imperó para el hombre el uso del terciopelo y la chaqueta corta; la cazadora de astracán y punto arrancó bravos, lo mismo que la serie final para la mujer, una apoteosis en pallette artesano para entalladísimos trajes largos, detallistas conjuntos desde los tirantes de visón a los corpiños de tafeta doble.

Antonio Alvarado cerró el día con un desfile corto, pero muy pensado donde destaca su reinterpretación de la chaqueta bomber en vestidos acolchados; el uso del algodón resinado impermeable, los homenajes a Chanel y a Saint Laurent con la inclusión de detalles en tejidos reflejantes. Alvarado es un innovador nato, sus creaciones usan del cotidiano como un referente, una materia moldeable. Esta vez han sido cientos, miles de imperdibles de aceros soportados sobre un tejido básico deportivo para provocar un efecto de encaje metálico, de chorreras siderales; o el ganchillo de Talavera llevado al terreno fantástico de una novia del aire.

Propuestas de Victorio & Lucchino (a la izquierda) y Andrés Sardá para el próximo otoño-invierno.ULY MARTÍN / ASSOCIATED PRESS
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