Editorial:

Desencuentro americano

Latinoamérica no parece dispuesta a secundar ahora las ideas de Washington sobre un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), una propuesta de Bill Clinton, aceptada ampliamente hace 11 años, que uniría democracia y libre mercado desde Alaska a la Patagonia. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, y el pacto comercial que debería haber entrado en vigor este año agoniza después de una década de proteccionismo y convulsiones monetarias en diferentes países del subcontinente. El tema estrella que Bush llevaba a Mar del Plata ha quedado desvaído ante realidades más urgentes, como crear e...

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Latinoamérica no parece dispuesta a secundar ahora las ideas de Washington sobre un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), una propuesta de Bill Clinton, aceptada ampliamente hace 11 años, que uniría democracia y libre mercado desde Alaska a la Patagonia. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, y el pacto comercial que debería haber entrado en vigor este año agoniza después de una década de proteccionismo y convulsiones monetarias en diferentes países del subcontinente. El tema estrella que Bush llevaba a Mar del Plata ha quedado desvaído ante realidades más urgentes, como crear empleo o aliviar una creciente brecha económica. El hecho de que muchos de los dirigentes allí reunidos -con casi una veintena de elecciones pendientes en el próximo año y medio- apenas se representasen a sí mismos, unido al folclore "antiimperialista" de la ciudad balnearia, apadrinado por personajes como Hugo Chávez o Maradona, han marcado el tono.

Consumidos por desigualdad y pobreza, los latinoamericanos están poco impresionados en general por los logros globalizadores. En países como Argentina, Bolivia o Venezuela emergen inquietantes nacionalismos económicos. El momento de la reunión era el menos propicio para un debate hemisférico sobre libre comercio, justo cuando la Ronda de Doha encuentra serias dificultades y la OMC se prepara para una negociación crucial y compleja el mes próximo en Hong Kong. El duelo en Mar del Plata entre Mercosur y el ALCA muestra hasta qué punto era inevitable un encontronazo entre los planes de Washington y los intereses concretos o impulsos ideológicos de países como Brasil, Venezuela o Argentina. Si Lula intenta capear muy serios escándalos internos, Hugo Chávez, con un inadmisible protagonismo bufo, se dedica a exportar su nacionalismo populista; y Néstor Kirchner, anfitrión de la reunión, busca con una mano ayuda estadounidense en sus negociaciones con el FMI y con otra permite que algunos de sus más estrechos aliados políticos llamen asesino y genocida al presidente Bush.

La fallida Cumbre de las Américas debe servir a la Casa Blanca para dedicar mucha mayor atención a sus vecinos del sur. Aunque Washington ha enviado este año un par de altas embajadas a la región, encabezadas por Condoleezza Rice y Donald Rumsfeld, y el propio Bush visitará hoy Brasil de regreso, las relaciones de la superpotencia con Latinoamérica han alcanzado probablemente su nivel más bajo desde el final de la guerra fría. En este contexto, la concreción del ALCA, pese al interés expresado por un buen puñado de Gobiernos, tendrá que esperar tiempos mejores.

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