Reportaje:CATÁSTROFE EN ASIA

La ciudad de Phuket busca a sus desaparecidos

Familiares y amigos desesperados recorren los hospitales de la isla tailandesa, un paraíso tropical repleto de turistas europeos

Desaparecida. Carol Shellhorn, 38 años, 1 metro 77 centímetros de altura. Ojos azules. Pelo castaño rojizo con destellos. Tatuaje en la parte baja de la espalda en forma de estrella. Vestía un top azul y pantalones. Vista por última vez en Biang Nang, cerca de Khao Lak. La fotocopia pegada en la sala de embarque del aeropuerto de Bangkok proporciona a los pasajeros del vuelo que se dirige a Phuket un primer impacto del drama que atenaza esta isla paradisiaca del sur de Tailandia desde que el pasado domingo el maremoto arrasó sus costas dejando en el país más de 4.800 muertos y 6.500 des...

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Desaparecida. Carol Shellhorn, 38 años, 1 metro 77 centímetros de altura. Ojos azules. Pelo castaño rojizo con destellos. Tatuaje en la parte baja de la espalda en forma de estrella. Vestía un top azul y pantalones. Vista por última vez en Biang Nang, cerca de Khao Lak. La fotocopia pegada en la sala de embarque del aeropuerto de Bangkok proporciona a los pasajeros del vuelo que se dirige a Phuket un primer impacto del drama que atenaza esta isla paradisiaca del sur de Tailandia desde que el pasado domingo el maremoto arrasó sus costas dejando en el país más de 4.800 muertos y 6.500 desaparecidos, más de la mitad de ellos extranjeros.

En el avión viajan familiares y amigos de algunos de los miles de turistas que se encontraban pasando las vacaciones entre palmeras, cocoteros y aguas cristalinas, y de los que no hay noticias desde que se produjo la catástrofe. Sentado junto a una ventanilla, Nicolas Mauron, un joven suizo de 21 años, que trabaja de modelo en Singapur, mira hacia un mar que parece de plata y dice con tono sereno: "Nueve amigos míos han desaparecido, se encontraban en Phi Phi

La identificación ha sido fuente de tensión entre el Gobierno y los diplomáticos extranjeros
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[una pequeña isla cercana a Phuket]. Yo tenía que estar con ellos, iba a ir el sábado, pero tuve que retrasar el viaje por motivos de trabajo".

En el centro de emergencia montado por el Gobierno provincial en la ciudad de Phuket, las autoridades tailandesas, representantes de las embajadas y decenas de voluntarios intentan ayudar a familiares desesperados, que recorren incrédulos, con ojos llorosos, los tablones en los que han sido pegadas cientos de fotos de los desaparecidos. Hay fotos de boda, de viajes, de fiesta, bajo los árboles o en la playa. También hay algunos de los cuerpos encontrados, cuya visión es difícil de soportar: muestran rostros hinchados como globos; ojos abiertos, que parecen pelotas de tenis de mesa, con la pupila congelada en el horror.

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El vía crucis de las familias se prolonga por una decena de hospitales de la región, donde han sido tratadas más de 10.000 personas. En ellos, existen listas informatizadas con los nombres de los ingresados y fotos de los heridos. "Estamos buscando a la hija de unos amigos", dice una pareja de surafricanos mientras amplían y reducen con la lupa del ordenador la imagen de una chica en una camilla, en el hospital Wachira.

La identificación ha sido fuente de tensión entre los diplomáticos extranjeros y el Gobierno tailandés, ya que ha habido denuncias de que los turistas estaban siendo sepultados en fosas comunes o siendo quemados para evitar infecciones sin ser registrados previamente. Surakiart Sathirathai, ministro de Asuntos Exteriores, lo ha desmentido y ha asegurado que los cuerpos de los extranjeros serán identificados por equipos de forenses y conservados antes de ser enviados a sus países.

A diferencia de otros países, en Tailandia la tragedia tiene un carácter europeo. Un total de 2.407 de los 4.812 fallecidos oficialmente, según cifras de ayer, son extranjeros, la mayoría del Viejo Continente. Suecia cree que puede haber habido más de 1.000 víctimas mortales entre sus nacionales. De las 6.541 personas que están sin localizar (pueden ser fallecidos que no han sido identificados), varios miles son nórdicos, 1.000 son alemanes y al menos nueve, españoles; 21 países europeos han declarado muertos o desaparecidos. Algunos, según los expertos, nunca podrán ser encontrados.

El presidente tailandés, Thaksin Shinawatra, aseguró ayer que el número definitivo de víctimas mortales podría llegar a 8.000, aunque la policía dijo en Phuket que cree que subirá hasta 10.000, ya que se siguen recuperando cadáveres en el mar y en la tierra.

Los forenses llegados de varios países han comenzado a tomar impresiones dentales y muestras de ADN para identificar los cuerpos. Pero la tarea llevará meses. Los fallecidos tailandeses están siendo incinerados en los templos, según el rito budista, una vez reconocidos por sus familiares, o enterrados temporalmente.

El tsunami ha cubierto de dolor este paraíso tropical, que se vio sorprendido alrededor de las diez de la mañana por las olas gigantes. El agua, que penetró centenares de metros tierra dentro, arrastró coches y barcas y los incrustó en las casas y se tragó a muchos turistas que se estaban bañando o paseaban al borde del mar. En Patong, la fuerza de las olas derribó centenares de viviendas, hoteles, bares y comercios en primera y segunda línea de playa. En el paseo, algunos coches reventados como si hubieran sufrido una explosión esperan inermes alguien que los lleve al desguace. El olor a la carne putrefacta de las cocinas de los restaurantes afectados y del pescado impregna parte del pueblo, donde mucha gente se pasea con mascarilla. En el suelo, se acumulan árboles rotos, restos de ropa, zapatos, frigoríficos y maniquíes, que el agua sacó de las tiendas. De algunos edificios sólo han quedado las columnas y el tejado. Los cables eléctricos cuelgan como telarañas. Otros se han desplomado completamente. En medio de la arena, hay un bikini negro.

Tras casi una semana, no obstante, la situación ha mejorado. La ayuda internacional ha comenzado a llegar y los convoyes con víveres, ropa y equipos donados por otras provincias tailandesas circulan por las carreteras. Hay puestos de emergencia repartidos por la costa, donde se ofrece comida y bebidas gratis. Los heridos graves han sido trasladados a Bangkok.

"Los primeros días la gente entraba en los hospitales y se llevaba a los pacientes de su país sin avisar al personal del hospital", asegura Jürgen Kroh, un voluntario, que atiende con una sonrisa en el hospital Bangkok Phuket. Una sonrisa que conforta al menos un poco a quienes llegan preguntando por alguna de las miles de personas que fueron engullidas por las aguas turquesas del mar de Aldaman.

Entierro de víctimas del maremoto en una fosa común en la provincia de Phang Nga, en el sur de Tailandia.EFE

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