Custo Barcelona da un giro crucial a su estilo en el desfile de Nueva York

La presencia del negro y los colores neón se unen en la prenda urbana

La semana de la moda de Nueva York tuvo el miércoles en el catalán Custo Barcelona (Lleida, 1959) uno de sus mejores momentos con un desfile que asombró a propios y extraños. Ya el día antes, en su showroom de la Gran Manzana, había adelantado en un encuentro con la prensa local y extranjera que esta colección para el otoño-invierno 2004-2005 era todo un experimento de cambios estéticos que van de lo cromático hasta las líneas constructivas. Renovarse o morir, parece decir este inquieto diseñador, responsable último de facturar cada año más de tres millones de prendas que se venden desd...

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La semana de la moda de Nueva York tuvo el miércoles en el catalán Custo Barcelona (Lleida, 1959) uno de sus mejores momentos con un desfile que asombró a propios y extraños. Ya el día antes, en su showroom de la Gran Manzana, había adelantado en un encuentro con la prensa local y extranjera que esta colección para el otoño-invierno 2004-2005 era todo un experimento de cambios estéticos que van de lo cromático hasta las líneas constructivas. Renovarse o morir, parece decir este inquieto diseñador, responsable último de facturar cada año más de tres millones de prendas que se venden desde Shanghai a Sydney, pasando por su reciente implantación en América Latina y que constituye un fenómeno sin precedentes en la moda española.

La carpa de la calle 42 estaba a rebosar. En Nueva York, Custo Dalmau no sólo tiene muchísimos clientes, sino un público ilustrado y variopinto que le sigue y le considera un icono más de cosmopolitismo y mestizaje. Su ropa responde a esas ideas de mezcla y superposición de mensajes gráficos y lenguajes, de formas alejadas de la convención, pero trabajadas con esmero.

La colección comenzó con unas severas salidas en negro que, sin embargo, seguían siendo muy a lo Custo. Y no en un solo negro, sino en la combinación de los llamados "negros falsos", con un debate de planos de diferentes texturas, unas lustradas, otras mate, unas con relieve y otras con laminados. De los negros se dio paso al blanco y al hueso entrando en una gama de tonos neones (amarillo limón, verde claro, magenta) y de estampados, que ya son un clásico de la casa. Pero esta vez los estampados se hacen menos explícitos en lo figurativo para ir a la abstracción geométrica o a citas muy puntuales de la imagen de la mujer de cómic o de ilustración publicitaria; había claras composiciones de op-art (a rayas negras y blancas) que recuerdan a los años sesenta con una silueta muy pegada al cuerpo y acentuada por los leggings que a veces son una continuación de la prenda. La otra geometría, siempre abstracta, aparecía a base rectángulos de color que de alguna manera remite a la escuela de la costa este.

Cortes inesperados

Trajes mínimos, falditas de un volante tan cortas como una exhalación, pequeñas cazadoras bomber que pueden llamarse "toreritas de última generación", abrigos de silueta triangular y grandes planos de color, acolchados ligeros que dan un nuevo perfil al plumas, esa prenda que se impone cada vez más y que Custo eleva entallándola y dándole cortes inesperados.

Para el hombre, la moda Custo se mantiene en el plano de collage en las camisetas, los pantalones de patronaje complejo con la presencia del oro y de las texturas fuertes y la capucha franciscana como apoyo decorativo.

El accesorio predilecto del desfile fueron los bolsos baguette a juego con la gráfica, como si en la mano se citara lo que ya llevaba impreso el vestido. El público, una vez superado el primer impacto con las prendas negras, se entregó a Custo, aceptando lo que se apunta como la evolución más arriesgada y radical de toda la carrera de este diseñador, que va a lo suyo, que se siente (y eso se nota) liberado de cualquier compromiso con las tendencias. En el desfile estuvieron, entre otros, los actores Stephen Dorff y Jennifer Giménez.

Colección de Custo Barcelona, en Nueva York.EFE
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