Columna

Los gordos

Jazlyn Bradley, joven de 19 años, negra y habitante del Bronx, es adicta desde hace años a la superhamburguesa del McDonald's. Se toma una por la mañana con un gran vaso de cola. Por las tardes, sea invierno o verano, pide un macpollo, también gigante, y un pastel de manzana. La señorita Bradley vuelve a casa como la mayoría de los trabajadores de Nueva York: en el metro, mirando a la nada y chupeteando la pajita del vaso de soda. Porque aquí viven pegados a su pajita, en el colegio, en los transportes, por la calle. Pero la señorita Bradley ha dicho: "Basta". Ha aparecido en el periódi...

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Jazlyn Bradley, joven de 19 años, negra y habitante del Bronx, es adicta desde hace años a la superhamburguesa del McDonald's. Se toma una por la mañana con un gran vaso de cola. Por las tardes, sea invierno o verano, pide un macpollo, también gigante, y un pastel de manzana. La señorita Bradley vuelve a casa como la mayoría de los trabajadores de Nueva York: en el metro, mirando a la nada y chupeteando la pajita del vaso de soda. Porque aquí viven pegados a su pajita, en el colegio, en los transportes, por la calle. Pero la señorita Bradley ha dicho: "Basta". Ha aparecido en el periódico mostrando su vergonzante gordura. El gesto de su rostro es el de la víctima que exige justicia. Bradley ha demandado a la casa McDonald's porque considera que nadie la avisó de que una superhamburguesa y un supermacpollo diarios podían tener como consecuencia la obesidad. El padre de Bradley la secunda: "Siempre creí que Mcdonald's era saludable para mis hijos". Durante años, el papá de Bradley y Bradley no quisieron enterarse de que la superhamburguesa, esa estrella de la casa McDonald's que anuncian a todas horas y que sólo cuesta un dólar (¿qué carne se puede dar con un dólar?), contiene 1.600 calorías, y que la dieta normal no debe superar las 2.200. La señorita Bradley ha esperado a estar como una ballena para informarnos de que comer abusivamente comida basura engorda.

El norteamericano es único a la hora de demandar. Un individuo puede asegurar que se comía inocentemente tres hamburguesas al día y, sin embargo, mostrar una habilidad inaudita a la hora de meterse en un juicio. En una visita reciente a Europa, el escritor Philip Roth defendía los McDonald's con argumentos "sociales": son lugares donde los pobres encuentran calor y comida barata. Es cierto, pero a qué precio. La ironía del asunto es que, cuando se habla de que la enfermedad de los países ricos es la obesidad, no se da la información completa: es la enfermedad que padecen los pobres en los países ricos. Uno lo ve en el metro, los vagones se llenan de gordos paquidérmicos que sorben soda en las paradas de los peores barrios. Les quitaron el hambre, pero ¿era necesario quitarles la dignidad?

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