Tribuna:

Amiguetes sublevados

Enron presentó una imponente fachada en enero de 2001, pero los enterados sabían que no debían creerla: luchaba desesperadamente por mantener en marcha su timo de la pirámide. Cuando un alto ejecutivo se enteró de que había más millones de pérdidas, su respuesta por correo electrónico resumía toda la estrategia: 'Vayamos aún más lejos. Ocultad las pérdidas antes del primer trimestre'.

La estrategia funcionó. Enron colapsó, pero no antes de que los enterados arramblaran con casi 1.000 millones de dólares. El remitente de aquel categórico mensaje de correo electrónico vendió 12 millones d...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Enron presentó una imponente fachada en enero de 2001, pero los enterados sabían que no debían creerla: luchaba desesperadamente por mantener en marcha su timo de la pirámide. Cuando un alto ejecutivo se enteró de que había más millones de pérdidas, su respuesta por correo electrónico resumía toda la estrategia: 'Vayamos aún más lejos. Ocultad las pérdidas antes del primer trimestre'.

La estrategia funcionó. Enron colapsó, pero no antes de que los enterados arramblaran con casi 1.000 millones de dólares. El remitente de aquel categórico mensaje de correo electrónico vendió 12 millones de dólares en acciones justo antes de que perdieran todo su valor. Y ahora es secretario del Ejército.

'Hay pruebas que indican que Thomas White, secretario del Ejército nombrado a dedo por Cheney, era un malhechor de empresa'
Al mantener la ficción del éxito, los 'enterados' pudieron vender sus acciones a buen precio a víctimas incautas, como los trabajadores del Estado de Florida

Dick Cheney niega vehementemente que la retórica sobre la guerra, justo unas semanas antes de las elecciones de mitad del mandato, tuvieran el propósito de desviar la atención de otras cuestiones. Pero en tal caso no pondrá objeciones a que señale que la marea del escándalo empresarial sigue subiendo y cada vez se le va acercando más a los pies.

Un reciente artículo del Wall Street Journal confirmaba lo que algunos venimos diciendo hace tiempo: que la manipulación del mercado por las empresas de energía (probablemente las mismas compañías que diseñaron el plan energético de Cheney, aunque haya desafiado un mandato judicial de publicar los expedientes del grupo de trabajo) desempeñó un papel clave en la crisis de la electricidad de California. Y hay nuevas pruebas que indican que el secretario del Ejército nombrado a dedo por Cheney era un malhechor de empresa.

Cheney, presuntamente, eligió a Thomas White por su experiencia comercial. Pero cuando quedó patente que el departamento de Enron que dirigía era un fraude que perdía dinero, la historia cambió. Se nos dijo que White era un tipo afable que no tenía ni idea de lo que estaba pasando, que sus colegas le llamaban a sus espaldas Mr. Magoo, el popular personaje de dibujos animados. Justo el hombre perfecto para dirigir el Ejército en una guerra con dos frentes abiertos en Oriente Próximo, ¿no?

Pero no era ningún cegato. Jason Leopold, un periodista que está escribiendo un libro sobre la crisis de California, ha obtenido unos documentos de Enron que demuestran que White era plenamente consciente de lo que tramaba su departamento. Leopold informó sobre sus descubrimientos en la revista Salon, que se publica por Internet, y ha tenido la amabilidad de compartir sus pruebas conmigo. Son bastante irrecusables.

El mayor de los diversos negocios que permitieron a White 'ocultar la pérdida' (un negocio en el que los documentos demuestran que estaba personalmente implicado) era un contrato de 15 años para el suministro de electricidad y gas natural a la compañía farmacéutica de Indiana Eli Lilly. Los futuros beneficios del trato eran puramente hipotéticos. De hecho, el contrato daba por hecho un mercado de la electricidad liberalizado que aún no existía en Indiana. Pero sin suministrar ni un vatio de energía (y habiendo pagado en efectivo a Lilly, y no al revés) la división de White registró inmediatamente un beneficio multimillonario.

¿Era legal? Hay determinados casos en los que se permite a las empresas utilizar la contabilidad calculada sobre la base del precio del mercado, en la que se cuenta la leche antes de ordeñar la vaca, pero normalmente para ello se precisa un mercado de terneras, es decir, un mercado de futuros en el que se pueda comprar o vender hoy la promesa de entregar un producto en una fecha futura. No había ningún mercado de futuros en los servicios que Enron prometía prestar; sencillamente se conjuraron unas cifras extremadamente optimistas partiendo de la nada, y se informó de ellas como si fueran ganancias reales y actuales. E incluso si esto tuviera algún viso de legalidad, la falta de ética es manifiesta.

Si los ajenos hubieran conocido la verdadera situación financiera de Enron cuando White envió aquel mensaje de correo electrónico, el precio de las acciones habría caído en picado. Al mantener la ficción del éxito, los 'enterados' como White pudieron vender sus acciones a buen precio a las incautas víctimas, personas como sus propios empleados o los trabajadores del Estado de Florida, cuyo fondo de pensiones invirtió 300 millones de dólares en Enron durante los últimos meses de la empresa. Tal y como se decía en la historia recientemente publicada en Fortune sobre el escándalo empresarial: 'Ustedes compraban. Ellos vendían'.

Fue capitalismo de amiguetes en su peor versión. ¿Qué tipo de Gobierno mantendría a White en su cargo?

Puede que una historia publicada en Times arroje alguna luz sobre esta pregunta. Tenía que ver con otra empresa que vendió una división y después declaró que sus empleados habían 'dimitido', permitiéndole de ese modo confiscar sus pensiones. Pero esta empresa hizo justamente lo contrario cuando su anterior jefe ejecutivo dimitió, cambiando las condiciones de su contrato para que pudiera reclamar toda la pensión por jubilación, y la compañía registró un pago de 8,5 millones de dólares sobre las ganancias para reflejar el coste del regalo de despedida para esta persona. Siempre salen perdiendo los mismos.

La otra empresa se llama Halliburton. El objeto de su generosidad era Dick Cheney.

(c) 2002 New York Times News Service

Archivado En