Tribuna:

Ni piedra ni papel: ¡tijeras!

Los bibliotecarios vivimos estos días momentos apasionantes en los que somos requeridos por amigos y conocidos a pronunciarnos sobre si la construcción de la biblioteca en el Born debe prevalecer frente a las ruinas halladas en el subsuelo. A nuestro parecer, la pregunta esconde dos afirmaciones que no asumimos sin más: la de que la opinión de los profesionales es determinante y la de que el lugar es lo importante, y no la función.

Vayamos con la primera. Ciertamente, los bibliotecarios podemos opinar, pero las bibliotecas son instrumentos al servicio de las políticas culturales de una ...

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Los bibliotecarios vivimos estos días momentos apasionantes en los que somos requeridos por amigos y conocidos a pronunciarnos sobre si la construcción de la biblioteca en el Born debe prevalecer frente a las ruinas halladas en el subsuelo. A nuestro parecer, la pregunta esconde dos afirmaciones que no asumimos sin más: la de que la opinión de los profesionales es determinante y la de que el lugar es lo importante, y no la función.

Vayamos con la primera. Ciertamente, los bibliotecarios podemos opinar, pero las bibliotecas son instrumentos al servicio de las políticas culturales de una organización, de un municipio o de un país. Son los sectores que definen estas políticas, y de forma especial las administraciones, los que deberían explicitar en estos momentos qué quieren conseguir. Los profesionales podríamos así opinar sobre la mejor forma de realizarlas. Lo más preocupante de la polémica no son las opiniones expresadas, sino la ausencia de voz en el debate de los beneficiarios de los servicios bibliotecarios. Los editores y libreros deberían reclamar la construcción de bibliotecas ya que saben que el préstamo de libros y de otros materiales activa la venta de los mismos. Los colectivos dedicados a la enseñanza deberían pedir bibliotecas ya que conocen la complementariedad de su función con la realizada en las aulas. Las autoridades preocupadas por los bajos índices de lectura en España deberían construir más bibliotecas ya que no les es desconocida la relación entre la lectura y la capacidad de gestionar conocimiento y, por tanto, de construir una sociedad más competitiva. Los autores deberían apostar por bibliotecas que facilitaran el acceso a sus obras cuando salen al mercado pero, sobre todo, cuando las mismas se retiran de los fondos editoriales. Los que viven los apremios de una sociedad consumista deberían reclamar bibliotecas, ya que en ellas pueden encontrar lugares de expansión personal sin presiones comerciales. Los preocupados por las múltiples fracciones sociales, étnicas y generacionales que están comportando la globalización y la sociedad de la información deberían sugerir la creación de bibliotecas, ya que éstas están siendo un instrumento eficaz (aunque no el único) para democratizar el acceso a la información, para alfabetizarse informacionalmente y para socializarse.

La polémica, tal como ha sido desarrollada en los medios de comunicación por la mayoría de opinantes, rehúye plantearse qué función debe cubrir la biblioteca proyectada en el Born. Pep Subirós en un artículo reciente en estas mismas páginas desplazaba la discusión a otros ámbitos: ¿apostamos por convertir la ciudad en un museo o por una ciudad del conocimiento? La Biblioteca Provincial ha sido reclamada a la Administración central como una inversión no realizada en Barcelona y sí en casi todas las demás capitales de provincia. El Born no fue la primera ubicación decidida. Antes se habían sugerido emplazamientos como la plaza de las Glòries o el actual Maremàgnum... En el momento de tomar la decisión de la ubicación de la biblioteca, ésta no era prioritaria en la actuación municipal (el Plan de Bibliotecas del Ayuntamiento de Barcelona se aprueba con bastante posterioridad) y la elección del lugar buscaba (quizá aún lo busque) ayudar a la rehabilitación de un barrio. Las bibliotecas provinciales fueron equipamientos bibliotecarios concebidos en un contexto en el que la conservación de los libros primaba sobre su uso. Con notables excepciones, las bibliotecas provinciales responden a un modelo de biblioteca periclitado. Si queremos seguir insistiendo en él, la ubicación es tan buena o tan mala como algunas otras posibles.

Podemos comprobar si las bibliotecas están cumpliendo otras funciones visitando algunas ciudades europeas: Birmingham, Burdeos o Rotterdam han apostado por bibliotecas públicas centrales de ciudad al mismo tiempo que reforzaban su red de bibliotecas de barrio o distrito. Podemos hacer una apuesta más fuerte y visitar las de Estados Unidos para comprobar como una sociedad en plena vorágine de virtualización apuesta por la construcción de bibliotecas reales para dar salida a las necesidades personales de formarse e informarse y a las sociales de crear lugares para la socialización y el aprendizaje.

Si determinamos para las bibliotecas estas últimas funciones de retroalimentación de la cadena cultural y de la información, la política que seguir está clara: deben reforzarse y crearse bibliotecas de barrio o distrito como ya está haciendo decididamente el consistorio barcelonés, pero debe crearse también una gran biblioteca pública para Barcelona y ésta debe emplazarse en el centro de la ciudad. El lugar no es el único condicionante, pero sí uno de los determinantes.

Las bibliotecas son equipamientos culturales de uso frecuente, no de excepción. Su comparación con teatros, salas de conciertos o museos es equívoca. La asistencia de los ciudadanos a equipamientos culturales como los citados es excepcional, planificada e intencional. A una biblioteca se va sobre todo de forma frecuente, porque viene de paso y sin ningún objetivo previsto. Su ubicación y organización ha de seguir estos condicionantes propios y no los de otras instalaciones culturales o comerciales, y estos requisitos los cumple el centro de la ciudad, un área de Barcelona sin biblioteca de distrito prevista, con densidad de población, accesible y que permitiría encontrársela más que ir a su encuentro. Recordemos que la sugerencia hecha en su momento de situar la biblioteca en el antiguo edificio de Can Jorba, en el Portal de l'Àngel, fue aplaudida por muchos sectores y descartada sólo por un pragmatismo incrédulo.

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Una biblioteca así tendría otros condicionantes. Siguiendo a Subirós, debería contar con un fondo bibliográfico y no bibliográfico excelente, estar abierta casi a todas las horas y días, proporcionar acceso a Internet y a los contenidos disponibles (pero frecuentemente de pago) de la red... La biblioteca que Barcelona necesita debe ser una apuesta de futuro que tenga en cuenta que las bibliotecas han de ser la puerta que abra la información a los ciudadanos (no la que encierre los libros para conservarlos). Las bibliotecas son lugares donde encontrar una representación completa del conocimiento y de las diferentes maneras de pensar y de vivir, y para ello uno debe encontrárselas más que tener que ir a buscarlas.

Mercè Cabo es directora de la biblioteca de la UPF; Dolors Lamarca es directora de la biblioteca de la UB; Lluís Anglada es director del Consorcio de Bibliotecas Universitarias de Cataluña.

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