Columna

Nuevas esferas de autoridad

Mientras en Durban la Conferencia contra el Racismo y la Esclavitud a duras penas se cerraba, Amnistía Internacional, que en el foro paralelo de 3.000 ONG se había negado a calificar a Israel de 'Estado racista y de apartheid', instó a los Gobiernos a poner en marcha planes de acción nacionales para combatir el racismo, que incluyan 'medidas especiales sobre la Administración de Justicia'. Es un ejemplo de cómo una ONG trata de fijar la agenda política. Y su actitud en Durban ha tenido posiblemente más impacto que la retirada de EE UU e Israel de la conferencia. Son las 'nuevas esferas ...

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Mientras en Durban la Conferencia contra el Racismo y la Esclavitud a duras penas se cerraba, Amnistía Internacional, que en el foro paralelo de 3.000 ONG se había negado a calificar a Israel de 'Estado racista y de apartheid', instó a los Gobiernos a poner en marcha planes de acción nacionales para combatir el racismo, que incluyan 'medidas especiales sobre la Administración de Justicia'. Es un ejemplo de cómo una ONG trata de fijar la agenda política. Y su actitud en Durban ha tenido posiblemente más impacto que la retirada de EE UU e Israel de la conferencia. Son las 'nuevas esferas de autoridad', como llama James Rosenau a las ONG.

Según Anthony McGrew, las ONG internacionales eran 377 en 1900, y ahora son más de 40.000. También las organizaciones gubernamentales internacionales (OGI) se han multiplicado en un siglo, pues han pasado de una treintena a tres centenares, y constituyen las bases sobre las que construir la gobernación política de la globalización.

Hay que diferenciar entre las ONG por su autoridad. Amnistía Internacional, Greenpeace y otras se la han ganado. Algunas críticas apuntan a que muchas de estas ONG no son democráticas por dentro (aunque muchas promuevan y defiendan la democracia y las libertades); pero ese no es el caso. Lo importante es que, en cierto modo, algunas ONG (y alguna gubernamental como el PNUD, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que publica su informe anual sobre Desarrollo Humano) están reemplazando a los partidos políticos y a los intelectuales que sufren de estupor ante la rapidez y alcance de los cambios, en su labor de crítica, control y propuesta. Aunque con un pensamiento demasiado a menudo esquemático, blando, con un antioccidentalismo estético, si bien con una proyección mediática importante. Las ONG se han convertido en una parte importante de la sociedad civil transnacional en gestación.

No se trata de santificarlas, sino de reconocerlas, pues cumplen un poco el papel de referente o de mediación que tenía la Iglesia en el Sacro Imperio Romano, en un mundo de jerarquías, lealtades y libertades múltiples. Sirven para fomentar la injerencia en los asuntos internos de otros Estados, y para impulsar movimientos, como la prohibición de las minas antipersonas, o el Tribunal Penal Internacional permanente, aunque no hay que olvidar que si estos hitos se consiguen es, siempre, porque detrás de ellos hay Gobiernos, Estados. Impulsan la transparencia (no sólo de los Gobiernos; también de las empresas) e identifican valores globales, por ejemplo en materia de derechos humanos (sobre los que no siempre hay acuerdo entre unas culturas y otras), y tienden a definir las pautas morales, lo que no siempre tiene por qué ser positivo.

Ann Florini, de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, les llama la Tercera Fuerza. Han ganado espacio y audiencia ante el debilitamiento del sistema internacional tras el fin de la guerra fría, y un proceso de globalización que ha generado malestar en capas importantes de las sociedades. Tras lo ocurrido en Génova son, evidentemente, un factor esencial a tener en cuenta. En la elaboración de sus propuestas, la Comisión Europea las consulta ya tanto como a las industrias. Y hoy se ven cortejadas por muchos partidos políticos, especialmente en la izquierda, que ha perdido contacto con su electorado natural.

Son ellas las que deben ponerse al frente de la lucha contra las manifestaciones violentas y evitar caer en los excesos de los que se pretenden a la vez impecables e implacables, en terminología de Rafael del Águila. Como señala Florini, cuando se olvidan de que su poder es blando, y no duro, no sólo fracasan en sus objetivos inmediatos, sino que socavan su autoridad moral, que es la fuente de su influencia.

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