Tribuna:

Ausencia

Juan Muñoz pertenecía al contexto internacional del arte contemporáneo, pero la rareza de su obra no se establecía sólo en relación al contexto español que él amaba y detestaba con igual y contradictoria intensidad, también fuera de nuestras fronteras su obra se desarrollaba por cauces creativos poco comunes. Inició su carrera con el desaparecido galerista Fernando Vijande, y trabajó con algunas de las mejores galerías internacionales como Konrad Fischer de Düsseldorf o Marion Goodman de Nueva York. Su obra pudo ser admirada en algunos de los más prestigiosos museos dedicados al arte contempor...

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Juan Muñoz pertenecía al contexto internacional del arte contemporáneo, pero la rareza de su obra no se establecía sólo en relación al contexto español que él amaba y detestaba con igual y contradictoria intensidad, también fuera de nuestras fronteras su obra se desarrollaba por cauces creativos poco comunes. Inició su carrera con el desaparecido galerista Fernando Vijande, y trabajó con algunas de las mejores galerías internacionales como Konrad Fischer de Düsseldorf o Marion Goodman de Nueva York. Su obra pudo ser admirada en algunos de los más prestigiosos museos dedicados al arte contemporáneo como The Renaissance Society de Chicago o la Fundación DIA de Nueva York. En España tuvo dos exposiciones memorables, la realizada en 1992 en el IVAM de Valencia o la de 1996 en el Palacio de Velázquez del Museo Reina Sofía de Madrid.

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Personalmente se encontraba en un momento en el que quería tener una vida más tranquila para poder continuar el proceso de maduración de su obra en un contexto más sosegado. En nuestros últimos encuentros hablábamos mucho de una casa en el Sur, en Cádiz, donde proyectaba trabajar y vivir con un ritmo más pausado del que había tenido hasta ahora. También quería normalizar su trato con España, establecer una relación más fructífera con el panorama cultural español del que a veces se sentía ajeno por la perplejidad que le producía. Todo ello sin renunciar a su posición crítica con ese panorama que percibía muy conservador en los últimos tiempos. Se interrogó a lo largo de su carrera, como pocos otros, por la condición del hombre contemporáneo, sobre la esquizofrenia que según él envolvía la vida cotidiana de las sociedades modernas. Y trabajó espléndidamente sobre el problema de la percepción y de la ausencia. Construía espacios donde percibir las ausencias que los habitaban. El único espacio que no construyó fue aquél en el que los que disfrutamos de su amistad y de su obra, podamos percibir su ausencia como un elemento más de la escena y no como la pérdida del mejor animador de la misma.

José Guirao fue director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía entre 1994 y 2000.

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