El yoyó de la Bolsa

Las empresas dedicadas a la biotecnología requieren grandes inversiones y sus resultados no se ven a corto plazo. Pero en lo que todos los analistas financieros coinciden es en su enorme potencial. Aquéllas que consigan ser las primeras en adquirir conocimientos básicos de genómica (sobre todo, la identificación de los genes y sus utilidades) y las que logren transformar esta cantidad ingente de datos en inventos prácticos se convertirán en auténticas minas de oro para sus accionistas. Pero mientras se alcanza esta nueva alquimia, los inversores tendrán que seguir fiándose de su intuición, val...

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Las empresas dedicadas a la biotecnología requieren grandes inversiones y sus resultados no se ven a corto plazo. Pero en lo que todos los analistas financieros coinciden es en su enorme potencial. Aquéllas que consigan ser las primeras en adquirir conocimientos básicos de genómica (sobre todo, la identificación de los genes y sus utilidades) y las que logren transformar esta cantidad ingente de datos en inventos prácticos se convertirán en auténticas minas de oro para sus accionistas. Pero mientras se alcanza esta nueva alquimia, los inversores tendrán que seguir fiándose de su intuición, valorando como mejor puedan las noticias, siempre prometedoras pero nunca definitivas, que las empresas comunican. Un ejemplo: el anuncio el pasado 6 de abril de que PE Celera Genomics había completado la secuenciación del genoma humano (la primera fase del desciframiento completo) provocó una subida de sus acciones del 24% en unas horas. Una advertencia realizada posteriormente por un experto de que los datos conseguidos podían ser erróneos hizo que cayeran un 18%.

Todo un yoyó que bambolea Celera desde su creación en 1998. No en balde, en 1999 perdió 24,3 millones de dólares (4.374 millones de pesetas), el triple que el año anterior. Casi un dólar de pérdida por cada acción. Esta vertiginosa bajada, con todo, ha quedado compensada este año con los anuncios de sucesivos logros (como el desciframiento del genoma de la Drosophila en colaboración con los laboratorios públicos) que han multiplicado el precio de sus acciones. Esta cotización bursátil llegó a su máximo a primeros de marzo de este año, cuando se hizo inminente que Celera iba a lograr la secuenciación del genoma. Pero nuevamente llegó el efecto yoyó: el 15 de marzo, la declaración conjunta del presidente de EEUU, Bill Clinton, y el primer ministro de Reino Unido, Tony Blair, de que el genoma humano debía ser de acceso universal, y que por lo tanto estaban en contra de su comercialización, golpeó en el hígado a Celera y provocó una caída del 12,5% en el Nasdaq (índice de valores de nuevas tecnologías de Nueva York), y unas pérdidas de 50.000 millones de dólares (unos 9 billones de pesetas) a los accionistas de las compañías del sector.

Desde entonces la cotización remontó empujada por la inminencia del desciframiento del genoma humano. Las acciones llegaron a multiplicar por 2,5 su valor, pero al saberse que el descubrimiento iba a ser compartido por el proyecto público, el yoyó empezó a bajar. El domingo Celera cotizaba a 127 dólares por acción. Y ayer no subió su valor, sino que a las 22.00 (hora española) perdía 14 dólares. El yoyó puede ser de oro, o de plomo.

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