Tribuna:

Del placer ANGEL S. HARGUINDEY

Desde que hace diez meses consiguió el premio a la mejor dirección en el Festival de Cannes por Todo sobre mi madre, la vida de Pedro Almodóvar parece un cuento de hadas. En la alfombra roja de Cannes pudimos comprobar cómo el zapato de cristal le sentaba como un guante; en la de Los Ángeles alcanzó el trono. También es cierto que en estos meses perdió a su madre, con la que mantenía una relación muy especial pues le apoyó hasta el final, sin renunciar a sus convicciones ni tratar de imponérselas. Incluso en los cuentos de hadas la vida tiene su reverso.Sólo hay que pensar en una infancia de e...

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Desde que hace diez meses consiguió el premio a la mejor dirección en el Festival de Cannes por Todo sobre mi madre, la vida de Pedro Almodóvar parece un cuento de hadas. En la alfombra roja de Cannes pudimos comprobar cómo el zapato de cristal le sentaba como un guante; en la de Los Ángeles alcanzó el trono. También es cierto que en estos meses perdió a su madre, con la que mantenía una relación muy especial pues le apoyó hasta el final, sin renunciar a sus convicciones ni tratar de imponérselas. Incluso en los cuentos de hadas la vida tiene su reverso.Sólo hay que pensar en una infancia de extrema dureza económica, en un entorno rural en el que siglos de austeridad conformaron un talante que consideraba diabólico cualquier placer cotidiano, y todo ello inmerso en un régimen político dictatorial que primaba la mediocridad, para comprender el profundo amor que Almodóvar siente por los suyos. Supongo que biológicamente se puede definir como instinto de supervivencia. Si, además, de esa penuria, de ese asfixiante entorno surge alguien que reivindica el placer en todas sus formas posibles, que utiliza el color en sus obras casi como una revancha histórica y que no acepta más normas de comportamiento que las que dicta el sentido común, habrá que descubrirse ante quien ha conseguido seducir a medio mundo con su talento. Eso es lo que acaba de hacer Hollywood.

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Él suele explicar que el argumento de Todo sobre mi madre es un folletón que cumple todos los requisitos de un subgénero vilipendiado, y ante el que adoptó el enfoque opuesto para su narración cinematográfica: contó una trama disparatada como si lo hiciera Bergman, con toda la seriedad posible. El exhaustivo trabajo con unas magníficas actrices consiguió lo extraordinario: trasladar al cine una historia conmovedora sin ocultar sus raíces populares. Y, probablemente, una buena parte de su éxito se deba a esa capacidad de fusionar culturas y géneros, de beber en fuentes tan dispares como el consultorio sentimental de Pronto y Truman Capote, Ryuchi Sakamoto o las de Utrera, los diseños de Gaultier y los de Sepu, los muebles de Sottssas o los cuadros con ciervos abrevando a la luz de la Luna; en definitiva, de buscar y encontrar todos los placeres posibles en un mundo injusto, cruel y, al mismo tiempo, único y hermoso.

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