Una fusión vigilada de cerca

El Gobierno ha tenido información exacta de las negociaciones desde el principio

Desde que el Banco Bilbao Vizcaya (BBV) se planteó negociar una fusión con Argentaria -y lo hizo en serio después de que su principal rival, el Santander, se fusionara con el Central Hispano para crear el BSCH-, todos los pasos han sido conocidos con exactitud por el Gobierno. Parece lógico que así fuera, ya que el Ejecutivo se reservó la posibilidad de vetar cualquier operación que no fuera de su agrado o interés a través de la denominada golden share (acción de oro) tras la privatización. Eso sí, no convenía dar luz y taquígrafos por aquello de que era una negociación entre dos entidades pri...

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Desde que el Banco Bilbao Vizcaya (BBV) se planteó negociar una fusión con Argentaria -y lo hizo en serio después de que su principal rival, el Santander, se fusionara con el Central Hispano para crear el BSCH-, todos los pasos han sido conocidos con exactitud por el Gobierno. Parece lógico que así fuera, ya que el Ejecutivo se reservó la posibilidad de vetar cualquier operación que no fuera de su agrado o interés a través de la denominada golden share (acción de oro) tras la privatización. Eso sí, no convenía dar luz y taquígrafos por aquello de que era una negociación entre dos entidades privadas y, por supuesto, para no entorpecerla.El caso es que el Ministerio de Economía, la Moncloa e, incluso, la sede del PP en la madrileña calle Génova, han estado informados y, en muchos casos, han sido testigos de conversaciones sobre una integración que siempre han visto con buenos ojos; pero que desde el principio se encontró con dos serios inconvenientes: la ubicación de la sede social de la entidad resultante y el reparto de poder en la presidencia.

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El Gobierno siempre se ha mostrado partidario de que la sede del nuevo banco estuviera en Madrid. Algo a lo que se opusieron desde el inicio los responsables del BBV, que debían responder también a los intereses del Gobierno vasco. Ello provocó que se pararan -a veces con mal tono- las negociaciones. No sorprendió nada que el en el País Vasco se reaccionara con satisfacción al anuncio del mantenimiento de la sede en Bilbao. Entre otras cosas, porque gran parte del impuesto de sociedades irán a parar a las arcas de la Hacienda vizcaína.

El otro escollo, el del reparto del poder, tuvo su parte compensatoria con el anterior. A cambio de que la sede siguiera en Bilbao, el Gobierno colocaba a una persona de su confianza, Francisco González, como hombre fuerte del nuevo banco. González se convertirá en el único presidente después de la junta de accionista del año 2002, fecha en la que se jubilará Emilio Ybarra. Junto a él estará, como primer ejecutivo, Pedro Luis Uriarte, ex consejero de Hacienda del Gobierno vasco, cercano al PNV y bien visto por las familias de Neguri, por si fuera poco. Uriarte aporta, además, todo un equipo de directivos en los que González se deberá sustentar.

Esas dos circunstancias han sido la principal causa de que el acuerdo, que ha sufrido una gestación de nueve meses, no se haya fraguado hasta octubre. A lo largo de ese periodo, distintas fuentes de las consideradas bien informadas lo daban por hecho, pero nunca llegaba a plasmarse. Se llegó a hablar, incluso, de que se haría en una fecha tan intespestiva como el 16 de agosto, en plenas vacaciones. Cuesta creer, por tanto, que la negociación comenzara el 7 de septiembre en el encuentro casual entre Ybarra y González en la CEOE. Pudo ser, eso sí, el comienzo de la recta final.

Entrado el otoño, la atención se desvió hacia Italia. El BBV tiene mucho interés en sentar sus reales en dicho país, donde ya cuenta con una participación importante (el 10%) de la Banca Nationale del Lavoro y aspira a contar con una presencia de similar calibre en Unicredito. Argentaria quedó en segundo plano, para satisfacción de los que llevaban la negociación. Pero no olvidado, como ha demostrado la realidad.

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