Tribuna:UN PROYECTO POLÉMICO

La necesaria ampliación del Museo del Prado

La polémica levantada estos últimos días en torno al anteproyecto de edificio sobre el que en la actualidad trabaja el arquitecto Rafael Moneo se ha visto rodeada de ciertas imprecisiones e inexactitudes que es conveniente clarificar. 1. Un proceso presidido por la idea de consenso.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que la ampliación del museo no se reduce en absoluto al edificio proyectado por Moneo, sino que responde a un amplio plan integral que fue aprobado por unanimidad por el Real Patronato del Museo el año 1997 y comprende la utilización de cinco edificios: el de Villanue...

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La polémica levantada estos últimos días en torno al anteproyecto de edificio sobre el que en la actualidad trabaja el arquitecto Rafael Moneo se ha visto rodeada de ciertas imprecisiones e inexactitudes que es conveniente clarificar. 1. Un proceso presidido por la idea de consenso.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que la ampliación del museo no se reduce en absoluto al edificio proyectado por Moneo, sino que responde a un amplio plan integral que fue aprobado por unanimidad por el Real Patronato del Museo el año 1997 y comprende la utilización de cinco edificios: el de Villanueva, el Casón del Buen Retiro, el de la antigua ala norte del mismo palacio (actual Museo del Ejército), un edificio de oficinas y la obra a construir en torno al claustro de los Jerónimos.

La llegada a esta solución ha sido precedida de un amplio proceso en el que en todo momento se ha buscado, y conseguido, el más amplio consenso político, social y cultural.

En 1995, y esto es fundamental, se llegó al acuerdo político, el llamado pacto parlamentario, en el que tanto el Partido Popular, entonces en la oposición, como el PSOE acordaban utilizar para ampliar el Museo del Prado, además del edificio de Villanueva, los mencionados Casón, ala norte del palacio del Buen Retiro (actual Museo del Ejército) y claustro de los Jerónimos. De aquí partió la convocatoria de un concurso abierto, cuyo resultado final, declararlo desierto, también fue adoptado por unanimidad del jurado en el otoño de 1996.

El año de 1997 fue, como ya hemos dicho, el de la aprobación unánime del Plan Museográfico y en julio de 1998 se alcanzó el acuerdo con la Iglesia para la utilización del claustro. Ello abrió paso al nuevo concurso arquitectónico, cuyas bases fueron redactadas de acuerdo con lo aprobado en el Plan Museográfico y en el convenio con la Iglesia. El jurado, reunido en noviembre de 1998, otorgó, otra vez por unanimidad, el premio al anteproyecto presentado por el arquitecto Rafael Moneo, ya que era el que mejor se adaptaba a las necesidades de la ampliación. Hay que tener en cuenta que todas las instancias interesadas en el proceso (Museo del Prado, Ministerio de Educación y Cultura, Comunidad de Madrid y Ayuntamiento) no sólo están representadas en el patronato, sino que han formado parte de los sucesivos jurados, en los que siempre ha habido también una representación de la Iglesia.

El resultado obtenido es, por tanto, fruto de un amplio proceso siempre presidido por el acuerdo y el consenso.

2. Las razones urbanísticas y arquitectónicas de la ampliación.

Se pueden resumir en tres:

a) El lógico crecimiento del edificio de Villanueva. Desde las primeras ampliaciones del edificio proyectado por Villanueva, el lugar elegido para las mismas fue su parte posterior, aquella que, por el lugar donde se ubicaba, recibió un tratamiento arquitectónico de menor relevancia. Arbós, en 1911-1913 (acabado en 1921); Chueca y Lorente, en 1952-1953, y Muguruza, en 1964-1968, ampliaron el edificio hacia los Jerónimos, señalando el camino de sucesivas ampliaciones, como las propuestas por el mismo Fernando Chueca en 1973, que ya llegaba a abrazar el mismo claustro de los Jerónimos.

b) La proximidad de las ampliaciones propuestas al edificio de Villanueva.

Tanto el claustro como el Casón y el edificio del antiguo Salón de Reinos constituyen, por su inmediatez, los lugares lógicos de la ampliación. Una idea natural de expansión, como lo demuestran las propuestas de utilizar el claustro nada menos que ¡en 1851! como lugar de ampliación del museo para ser destinado, como en parte se propone en la actualidad, para taller de restauración. Hace, pues, 150 años que se viene pensando en este sitio como el más idóneo para la expansión de ciertos servicios del museo.

c) El resultado de la historia.

Los tres edificios mencionados son las únicas partes conservadas del antiguo palacio del Buen Retiro. Parece histórica y urbanísticamente lógico que el Museo del Prado, donde cuelgan parte de las colecciones de cuadros que formaban parte de este palacio, se amplíe en estos lugares, volviendo a unir, como en el pasado, edificio y colección de la mejor manera posible.

3. Las necesidades del museo.

La ampliación del Museo del Prado resulta imprescindible para cubrir las necesidades de un museo actual. Éstas podrían resumirse en dos:

a) Necesidades técnicas.

La deficiente acogida y cuidado que hoy recibe el público hacen necesario nuevos espacios de recepción, información y descanso, así como diversas áreas comerciales y culturales, que hoy o no existen o están relegadas a los rincones del edificio de Villanueva. A ello responde el edificio proyectado por Moneo, que comprende dos partes bien diferenciadas: una en el entorno del claustro (que servirá de biblioteca, restauración y estudio técnico de obras de arte y salas de exposiciones temporales) y otra en forma de conexión semisubterránea con el edificio de Villanueva donde se ubicarán los espacios de acogida y el salón de actos. Con este edificio se solucionarán también los dramáticos problemas de almacenamiento de obras de arte actuales.

b) Necesidades expositivas.

Una vez recuperados ya más de dos mil metros cuadrados en el edificio de Villanueva, las ampliaciones del Casón y del ala norte del Buen Retiro permitirán exponer alrededor de quinientos cuadros más, imprescindibles para que el Prado pueda mostrar aquella parte de su colección que el público tiene derecho a contemplar. Ésta, como se ha dicho, no debe ceñirse únicamente a la colección real de pintura; de hacerlo así quedaría privada al disfrute público la mayor parte de la obra de Goya, la de El Greco, así como gran parte de la pintura española del siglo XVII y toda la del siglo XIX.

4. El barrio de los Jerónimos, el claustro y la iglesia.

El proyecto de expansión es profundamente respetuoso con el entorno urbanístico donde se ubica. La única intervención nueva que se propone, el proyecto de Moneo, se adapta a los volúmenes ahora existentes, respeta los materiales tradicionales de la zona y no altera en ninguna manera el trazado de las calles circundantes.

Hay que señalar que el denominado claustro no lo es tal, sino una noble ruina de la que sólo quedan hoy día las clasicistas arcadas de principios del siglo XVII. El proyecto las conserva y, como sucedía en el pasado, las rodea de un edificio construido, naturalmente, con el lenguaje arquitectónico de finales del siglo XX. Algo similar a lo que ha sucedido históricamente con el resto del barrio, que, levantado en el siglo XIX, ha sufrido radicales intervenciones en su construcción hasta nuestros días. Tengamos en cuenta que, además, la trasera del edificio del museo, en su estado actual, es, como hemos dicho, de 1952-1953, y que la iglesia de los Jerónimos es, en su aspecto actual, una construcción neogótica de Narciso Pascual y Colomer radicalmente distinta al primitivo edificio gótico de fines de la Edad Media.

Todas estas razones explican la lógica de una necesaria ampliación. Un cambio de rumbo ahora sería retroceder varias décadas en un proceso y un daño irreparable para el prestigio mundial de la cultura española.

Fernando Checa es director del Museo Nacional del Prado.

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