Desaire ministerial

El flamante y nuevo Auditori no fue el espacio más idóneo para un acto que necesitaba calidez y hechizo, sobre todo teniendo en cuenta que la gala apenas tuvo rostros conocidos ni espectáculo paralelo al que se desarrolló sobre el escenario. Fueron aspectos cuidados, especialmente en la primera edición, entre otras cosas porque lo más granado de la profesión escénica participó en el desarrollo de la gala. Una gala que estuvo, ahora hace un año, llena de polémica, generada no sólo por la sonora pitada que se le dedicó a la entonces ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, sino también por la rea...

El flamante y nuevo Auditori no fue el espacio más idóneo para un acto que necesitaba calidez y hechizo, sobre todo teniendo en cuenta que la gala apenas tuvo rostros conocidos ni espectáculo paralelo al que se desarrolló sobre el escenario. Fueron aspectos cuidados, especialmente en la primera edición, entre otras cosas porque lo más granado de la profesión escénica participó en el desarrollo de la gala. Una gala que estuvo, ahora hace un año, llena de polémica, generada no sólo por la sonora pitada que se le dedicó a la entonces ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, sino también por la reacción suscitada en el propio seno de la profesión teatral ante el espectáculo que para la ocasión dirigió Lluís Pasqual. Eran problemas que no se podían reproducir, teniendo en cuenta que no se presentó ni un solo profesional del Ministerio de Cultura: ni el ministro Rajoy, ni el secretario de Estado, Miguel Ángel Cortés, ni el director del INAEM, Tomás Marco, ni los subdirectores del INAEM... La comidilla en el patio de butacas era: "Esto es un desaire". Por su parte, tanto Teddy Bautista como Gutiérrez Aragón, encantados con este acto que coincide con el primer centenario de la Sociedad General de Autores de España, no hacían ninguna declaración, aunque Bautista, al que Flotats explicó su ausencia por carta, no podía disimular su cara de malas pulgas.