Crítica:CANTO

El tarro de las esencias

Teresa Berganza y José María Gallardo del Rey plantearon su recital de ayer en el Teatro de la Zarzuela en clave de intimidad. Fue el primero de una serie de aciertos. La utilización como marco de la escenografía de La viejecita era algo más que una declaración de intenciones. Mejor habría sido un despojamiento de estilo flamenco, con dos sillas y en todo caso una mesa camilla, pero siempre es preferible una componente teatral que la frialdad habitual de un telón de fondo. Lo importante es cantar, qué duda cabe, pero la ambientación ayuda a la creación de un clima determinado.Teresa Ber...

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Teresa Berganza y José María Gallardo del Rey plantearon su recital de ayer en el Teatro de la Zarzuela en clave de intimidad. Fue el primero de una serie de aciertos. La utilización como marco de la escenografía de La viejecita era algo más que una declaración de intenciones. Mejor habría sido un despojamiento de estilo flamenco, con dos sillas y en todo caso una mesa camilla, pero siempre es preferible una componente teatral que la frialdad habitual de un telón de fondo. Lo importante es cantar, qué duda cabe, pero la ambientación ayuda a la creación de un clima determinado.Teresa Berganza ha llevado siempre la fragilidad a sus espaldas. Perfeccionista, hipersensible, exigente a ultranza, ha necesitado el calor directo del público. Ayer lo tuvo, sin necesidad de recurrir a La tarántula, Carmen o La perichole. Sentada y con un guitarrista que la mimó hasta la extenuación -perfecta la actuación de José María Gallardo del Rey, en técnica, estilo y compenetración- Teresa Berganza destapó el tarro de las esencias en una noche de enorme hondura, llena de sutileza, de frases sabias, de picardía, de arte y de intención. Hizo de sus limitaciones actuales virtud, ajustando los contenidos a su momento de forma y dejando en el aire una lección de cómo afrontar la canción española, que mucho me temo tardaremos bastante tiempo en volver a escuchar.

Homenaje a García Lorca

Teresa Berganza (mezzosoprano); José María Gallardo del Rey (guitarra). Obras de García Lorca, Falla, Sor, Manuel García, Juan del Enzina y otros. Festival de Otoño. Teatro de la Zarzuela. 16 de noviembre.

Las canciones de García Lorca eran la médula del recital, y aunque en el Anda jaleo estuvo algo destemplada y en Los cuatro muleros excesivamente prudente, a partir de Las tres hojas sus versiones fueron una fiesta del canto: sin forzar la voz, casi susurrando, acentuando lo preciso, dosificando la teatralidad. Y todo ello salpimentado con un punto asombroso de equilibrio, gracia e inteligencia.

Buen gusto

Desde la Pérdida de Antequera o el Dindirindín del siglo XVI hasta las siete canciones populares de Falla, el recital de Berganza estuvo plagado de detalles de buen gusto. Las canciones de Manuel García o Fernando Sor rozaron lo sublime desde una contención expresiva tan meticulosamente ajustada como ligeramente burbujeante.Berganza se encontró a gusto. La piropearon: "Guapa", "divina", "patrimonio de la humanidad", "Argentina te da las gracias" (después de una canción de Ginastera ofrecida como propina) y ella lo vivió sin dejar de sonreír. Sabía que la chispa de la comunicación había saltado.

Alargó el recital con varios bises, entre ellos un emotivo y teatral Voi che sapete, de Las bodas de Fígaro. Berganza optó ayer por la sencillez y la confidencia al oído, anteponiendo la sustancia verdadera del canto a la peligrosa exhibición vocal. Hacía muchos años que no tenía en Madrid una noche tan mágica. El éxito fue inenarrable.

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